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EL MAR, LA VIDA...
La Vida es no pensar,
no sentir ni deseos ni temores;
la vida en plenitud ya no precisa
ni siquiera palabras;
basta el Mediterráneo:
contemplar muy despacio a cualquier hora
un fragmento de azul o tal vez negro
si la noche es cerrada...
La Vida es pasear por esta orilla
o acaso por aquella que está del otro lado
sin ni siquiera pasos y sin prisas
hasta cerrar el círculo.
Aqui se acaba el mar o aqui comienza.
El pasado, el presente, lo futuro,
tú, yo mismo o cualquier otro vocablo
carecen de sentido por completo.
Somos el mar, el mar, cielo invertido.
EL MEDITERRÁNEO
Vincularé tu nombre al mío humilde,
tu nombre azul y altísimo
de sueños y de gestas,
de dioses y de efímeras banderas...
Tu nombre, sí, tu nombre, mar sagrado
mar venerable y nuestro,
sabio Mediterráneo
carcelero de fustes y denarios
que en fantasmas trirremes
son teatro a la danza de las algas,
al salto de los pulpos,
a la huida argentina de los peces
hacia grutas de sombra
donde su pena esconden y vergüenza
sirenas derrotadas...
LOS ESTRECHOS
Al cruzar los estrechos evocaba
el angustioso paso
de aquellos Argonautas por los mismos
según nos lo refiere
Apolonio con versos admirables.
Era entonces ignoto y misterioso
nuestro Mediterráneo:
nuestro Mediterráneo:
sirenas, leviatanes, hechiceras,
cíclopes y centauros lo poblaban;
puertas tenía al reino de los muertos
y rústicos santuarios
donde escuchar dejaban a los hombres
su voz los Inmortales.
2 comentarios:
Muy hermosa esta entrada Ariodante. El mar siempre tiene esa capacidad de evocación (igual que las dos fotos -creo que tuyas- con que ilustras la entrada). Como chico de tierra adentro tengo claro que lo asocio con vacaciones, pero para quienes es una constante, supone también algo muy personal, nunca oí renegar a nadie de ese paisaje.
Un abrazo.
Si, las fotos son mias, GWW. Incluida la de Homero, que es una composición mía también.
Justamente prefiero el mar en invierno, cuando no hay apenas turistas, cuando está bullicioso y con oleaje. Me encanta; siempre he vivido cerca del mar, no delante, pero cerca. Y aunque no lo viera constantemente, saber que está ahi, que puedes ir a verlo y olerlo y meter los pies en la arena húmeda...es tranquilizador. Otros piensan lo mismo de la montaña...
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