Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), escritor, traductor, ensayista y crítico literario, autor del libro de relatos Los amantes de Todos los Santos (2001), de dos novelas, Los informantes (2004) e Historia secreta de Costaguana (2007, Premio Qwerty a la mejor novela en castellano, Barcelona, y premio de la Fundación Libros & Letras, Bogotá) y de una breve biografía de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte (2007). Ha traducido obras de John Hersey, Víctor Hugo, John Dos Passos y E. M. Foster. El ensayo que nos ocupa, “El arte de la distorsión” ha ganado el Premio de Periodismo Simón Bolívar. Es columnista de El Espectador, de Bogotá, aunque desde 1999 vive en Barcelona, después de haber estado viviendo en París y en Las Ardenas, Bélgica, en un voluntario alejamiento de su país natal, que él no quiere llamar exilio, sino inquilinato.
Esta es una novela un tanto complicada, por su estructura, aunque los temas que baraja son simples, eternos: las relaciones humanas, las de padre-hijo, las de los amantes, la posición ante la vida y la muerte...Está dividida en cuatro secciones: la vida insuficiente, la segunda vida, la vida según Sara Guterman y la vida heredada. Y una postdata a modo de epílogo. Y en cada una nos va mostrando un aspecto de los hechos en la vida de su padre y por tanto, de la suya, ya que el protagonista, que se llama Gabriel Santoro, como su padre, va modificando su visión de la vida según se modifica la información que consigue, por distintos medios. Su padre guarda un secreto inconfesable y muere con él. Pero alguien más conoce los hechos, y la investigación que Gabriel hijo lleva a cabo para escribir su libro sobre Sara y sobre el exilio alemán, va arañando la realidad hasta que empieza a rastrearse otro mundo, oculto tras la aparente simplicidad del primero, como el pentimento aparece en una pintura a través del tiempo.
El escenario es el exilio alemán en Colombia, en los años de la II guerra mundial, las diversas actitudes adoptadas por los exiliados, tanto para salir de su país como para establecerse en Colombia y qué relaciones entablan con los colombianos: unos se casan y tienen hijos, otros se marginan, otros crean negocios, etc. Esta sería la fachada: entre bambalinas circula otro tema, la colaboración, la denuncia. No sólo de los exiliados, sino de los propios colombianos. De ahí el nombre: los informantes.
Vásquez es un conradiano irremisible, y también es lector de W.G. Sebald y de V.S. Naipaul. También nos trae reminiscencias de la obra de Ian MacEwan, Expiación, en la que se trata de una segunda oportunidad, de un intento de reparar una traición; así como la novela de Philip Roth, La mancha humana, que también trata algo similar; aunque, aparentemente, esta obra no nos remita directamente a Conrad, en cierto modo a mi me recuerda a algunos de sus personajes, con una traición, una culpa en su interior que no les deja vivir normalmente y que cualquier motivo les hace rememorar su pasado, que intentan silenciar u olvidar pero que vuelve a emerger, como los cadáveres en el mar. Por un lado tenemos la culpa. Por otro, la memoria: y aquí veo el eco de Sebald. La memoria de quienes no vivieron la debacle pero nacieron en ella, y tratan de comprender y de asimilar el recuerdo, que no es su recuerdo, sino el recuerdo de generaciones precedentes, de sus antepasados. Por otro más, el intento de reparación: MacEwan y Roth. Y por último, el exilio: y la resonancia de Naipaul, e incluso de Conrad. Ambos escriben en países ajenos, en una lengua ajena, aunque sea por libre adopción, pero viven esa situación de amor/odio, aceptación y rechazo; sufrimiento y soledad, en suma.
El autor introduce un protagonista, un escritor, posible alter-ego, que cuenta en primera persona su historia, y desde el comienzo vemos que tiene una fuerte ligazón con su padre, ya fallecido, un padre cuya figura es importante socialmente, un distinguido abogado, profesor de oratoria, un padre que ha exigido a su hijo un nivel desproporcionado, sin olvidar el detalle de la mutilación paterna, símbolo e icono de la delación, de la traición.
Por otra parte, hay otro personaje, femenino éste, que juega el papel materno, ya que la madre del protagonista falleció muy joven. Y este protagonista femenino es una judía alemana exiliada con su familia en Colombia, amiga de su padre y de su familia. Sara Guterman representa la memoria, porque guarda dentro de sí nítidos recuerdos de lo ocurrido, impactada por los hechos que hubo de conocer.
Y se produce una trama de interrelaciones de amigos, amantes, padres-hijos, que resulta un tanto complicada y a veces difícil de seguir. Pero atrae mucho la tensión generada entre padre e hijo, los misterios, los malentendidos, el ataque y su marca, el azar del accidente y otras circunstancias que aliñan la narración.
El autor usa distintos medios para ir relatando los hechos, haciéndonos cambiar nuestra opinión conforme vamos recibiendo nueva información, al mismo tiempo que el protagonista. Se refiere a su novela como si nos hablara desde fuera de ella, como si todo fuera una conversación real, mezclando los niveles de ficción y temporales. Utiliza las transcripciones de grabaciones que Santoro junior le graba a Sara; introduce una conversación telefónica con Angelina, la amante de su padre y última en verlo; también la entrevista televisiva en que Angelina implica a su padre. Hay todo un entramado de delaciones, de muy diversa índole, incluyéndose Santoro como último delator al escribir el libro sobre su padre. Y un intento de redención final en su entrevista con la víctima, que surge de entre los desaparecidos para tratar de responder preguntas que no tienen respuesta.
2 comentarios:
Como siempre, una reseña completísima por la que conozco a este autor y esta novela que ya sólo con las referencias que haces a autores como Sebald o Naipul resulta apetecible. El argumento también es interesante porque trata de un asunto algo olvidado como es el exilio alemnán en Sudamérica. No sé por qué, me he acordado de Zweig y su triste muerte en Brasil. Tomo buena nota de este libro.
Ah, y felicidades por tu nbuevo diseño, facilita la lectura (un miope te lo agradece) y parece más actual y dinámico.
Saludos!
Gracias, GWW. Me alegro que mi nuevo diseño te guste. también a mi me resultaba un tanto fastidiado para la lectura. Lo había elegido más por la estética que por la utilidad. Y además, por ignorancia de las posibilidades.
Si, este Vásquez es un autor que puede dar mucho de sí. Me falta por leerle un libro que tiene sobre Costaguana, el país imaginario de Conrad en Nostromo. Pero aun no he dado con el libro. Sí le he leído una breve biografía de Conrad. Pero pese a no estar mal, no aporta nada especial.
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