FUERA DE LA LITERATURA
Reseña publicada en:http://www.elplacerdelalectura.com/2010/07/fuera-de-la-literatura-joseph-conrad.html
Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski), escritor de origen polaco y británico de adopción, nace en Berdizcew o Berdichev, en la hoy Ucrania Occidental, en 1857 y muere en Bishopsbourne, Inglaterra, en 1924. Conrad escribe en inglés, idioma que aprende a los 21 años, cuando comienza, -tras unos años en la marina mercante francesa- a trabajar para la británica, y a la que dedica veinte años de su vida. Finalmente se establece en Inglaterra, forma su familia y se dedica por entero a la literatura. En otras páginas he hablado más largo sobre su vida, una vida inquieta.
“Todo novelista debe empezar por crearse un mundo, grande o pequeño, en el que sea capaz de creer con absoluta sinceridad. Ese mundo no puede sino estar hecho a su imagen y semejanza: está destinado a seguir siendo individual y un tanto misterioso, si bien al mismo tiempo debe evocar en el lector algo que sea familiar a su experiencia., a sus propios pensamientos, a sus sensaciones.”Los Libros. J. Conrad.
Conrad tiene una muy extensa obra literaria; principalmente novelas y relatos que mayoritariamente se basan en sus experiencias como marino y en sus viajes por los Mares del Sur, el Mediterráneo, África e incluso Centroamérica, de los que supo extraer no sólo las aventuras, sino sus profundas connotaciones filosóficas y morales, toda una cosmovisión de un mundo en decadencia, un mundo camino de su desaparición, tras la hecatombe de la Gran Guerra, mostrándonos personajes que se enfrentan no sólo a la naturaleza sino a su propia condición humana.
En algunos otros libros reflexiona sobre su propia vida y el papel del escritor, como son Crónica personal y El espejo de mar, aunque siempre de forma fraccionada y muy subjetiva. Y en el caso que nos ocupa, el libro Fuera de la Literatura agrupa una colección de 18 textos; artículos, breves ensayos sobre algunos de los temas que le interesan y le preocupan, así como también algunos recuerdos personales. Conrad no era demasiado aficionado a hablar de sí mismo y, como bien dice Martínez-Lage en su prólogo, “no se hallará en estas páginas, como queda dicho, al Conrad íntimo, porque ése no se dejó ver nunca de cuerpo entero, y si acaso está en las biografías o en su correspondencia.”
Efectivamente, Conrad recurre a sus recuerdos en su relato del viaje que muy inoportunamente hizo con su familia a Polonia en 1914, pero son simples flashes: recuerda el trayecto de su casa al colegio, recuerda el triste ambiente de su casa con su padre moribundo, y a la vez recuerda su llegada a Inglaterra, a la misma estación de la que parte ahora. Su fuerte convicción y propósito, arrostrando dificultades con el idioma y sus carencias económicas. También nos comenta sus impresiones del ambiente en los días previos a la Gran Guerra, cómo nadie la creía posible. Y sus problemas para salir de Polonia y de Austria una vez declarada la guerra.
Sólo un artículo, Los libros, nos habla de literatura. El resto son reflexiones u opiniones sobre diversos temas de índole marinera, viajes, navegación, etc. En muy destacable su enfático artículo sobre el Titanic, en el que de paso se despacha a gusto ante los nuevos progresos en navegación, despreciándolos por la pérdida del sentido tradicional, de la relación del hombre con el mar, de la capacidad de control humano frente al control mecánico, etc.
Resulta muy evocador cuando nos habla de las exploraciones geográficas y las distintas maneras de enfocar los viajes, y evoca su infancia, cómo le seducían los mapas, cómo se imaginaba a sí mismo surcando ríos y mares. Y cómo se burlaron de él sus compañeros cuando señaló un punto del río Congo asegurándoles que algún día estaría allí, cosa que ocurrió efectivamente dieciocho años más tarde. Y que dio origen a El corazón de las tinieblas.
Para Conrad, la superioridad de la geografía sobre la geometría reside en el atractivo de sus imágenes, “lo cierto es que la mayoría estará de acuerdo en que un mapa es más fascinante que una figura geométrica en un tratado de secciones cónicas”; nos habla además, de los grandes exploradores, Marco Polo, Colón, Cortés, Tasman, Cook, y los del siglo XIX, Livingstone, Mungo Park, Burton y Speke...
En otros artículos trata del tema de la navegación, del trabajo y la posición del marino, de los viajes de pasajeros frente a los viajes exclusivamente marineros: “el mar ha sido para mi un terreno sagrado gracias a esos libros de viajes y de descubrimientos, que lo han pobladote los fantasmas inolvidables, de los maestros de un oficio que, a su humilde manera, fue también el mío”.
Muy emotivo el artículo sobre la famosa Patrulla de Dover, en la Gran Guerra, donde se movilizaron en apoyo de la Armada miles de pequeños barcos, pesqueros, voluntarios y aficionados, que a veces con sólo una escopeta de caza por toda arma unieron sus esfuerzos y su voluntad de frenar el avance enemigo y ayudar a su país. Conrad rinde un emocionado homenaje a esos hombres y a su coraje, más fuerte que los pocos medios de que disponían.
Se incluye, además, el último e inacabado artículo, Leyendas, que Conrad estaba escribiendo cuando murió. Finaliza el conjunto con una introducción a una biografía de Stephen Crane, gran amigo suyo, del que se sintió enormemente afectado por su prematura desaparición.
En suma, una obra variada, aparentemente dispar, pero con una cierta unidad: su propia vida y su mirada sobre temas que le impresionaban profundamente. Y siempre, en todo momento: el mar. “El mar inmutable despierta en uno la conciencia de su pasado, la memoria de las cosas alcanzadas por medio de la sabiduría, de las cosas que se aventuran entre sus olas incesantes”
Fuensanta Niñirola