LA LARGA ESPERA DEL ANGEL
MELANIA G. MAZZUCCO
Ed. Anagrama
Ligada íntimamente a Venecia, ciudad que apenas abandonó y que llevaba incrustada en sus venas, como los canales que la surcan, la vida y evolución artística de Tintoretto está desarrollada en esta espléndida novela junto a la de su familia, y a la pasión obsesiva por su hija mayor, Marietta. Los conflictos y preocupaciones de cada hijo, girando siempre alrededor del ángel/demonio de aquella pasión mórbida que todo lo impregna, es lo que nos cuenta Melania G. Mazzucco (Roma, 1966), escritora italiana, licenciada en la Universidad de Estudios La Sapienza. Especialista en cine en el Centro Sperimentale de Roma. Se ha dedicado a partir de 2005 a escribir novelas y guiones cinematográficos, teatrales y radiofónicos. También escribe artículos y reportajes de viajes para distintos periódicos italianos.
La autora sitúa la narración como el postrer recuerdo del pintor en sus últimos quince días de vida, que son los quince capítulos del libro. En ellos, Tintoretto recuerda. Y sus recuerdos mezclan años, personajes, hechos, emociones, pensamientos. Y salta de una cosa a otra, en su febril imaginación, trazándonos a grandes y pequeños rasgos diversos momentos de la trayectoria artística y vital de este gran hombre e inmenso pintor veneciano. Y también a la trayectoria de la ciudad que fue cabeza de una república, la Serenísima, muy importante en esa etapa histórica, puerta de Oriente en las relaciones internacionales del mediterráneo, y sobre todo, en el comercio.
Jacomo Tintoretto llevó una vida concentrada en su arte y en su ciudad. Amó a todos sus hijos, tan distintos unos de otros, y amó a Faustina, su esposa, que le dio ocho vástagos y que a su manera le amó, respetó y le guardó fidelidad. Pero a Faustina no le interesaba la pintura ni el arte, era una buena mujer, casada jovencísima y siempre dispuesta a complacer a su esposo, ocupándose de su casa y familia. En cambio, su hija Marietta, llamada también la Tintoretta, era la niña de sus ojos. Le seguía desde pequeña como un perrito por el taller, le preparaba los colores, los lienzos, le ayudaba en todo y aprendió muy pronto el arte pictórico. Para ello la llevaba siempre disfrazada de chico, porque la educación que le daba no era para una mujer, y tenía que defenderla de ojos ajenos. Pero las niñas crecen y el patito feo se convierte en un cisne. Y un día el padre se da cuenta de lo que tiene en casa. La pasión de Tintoretto por su hija primogénita rozaba lo incestuoso, según la imagina la autora, (aunque nunca pasó de platónica) lo que le llevó a un estado de continua lucha contra sus impulsos y su deseo. También su hijo Dominico la amaba, en segundo plano; y Marietta, para rizar el rizo, mantenía una turbia relación con ciertas mujeres, que queda velada como otras muchas insinuadas.
El deseo del pintor de llegarse a Roma para conocer al gran Miguel Angel se ve frustrado por diversos impedimentos que, cuando finalmente los solventa, el genial artista ya había muerto. Jacomo no quiso ya salir de su ciudad. Además, tenía mucho trabajo, le llovían encargos. Le costó hacerse un nombre, pero en la madurez de su vida lo consiguió plenamente. El gran cuadro que pintó para la Scuola di S. Marco, la decoración de techos y muros de la Scuola di S. Rocco con escenas bíblicas y religiosas (en general, casi toda su pintura alterna temas religiosos y mitológicos, salvo los retratos), y otros múltiples encargos de iglesias, scuolas o incluso del propio Palacio Ducal, que decoró con escenas del Paraíso, le mantuvieron ocupado toda su vida, hasta su vejez, en la que paulatinamente fue abandonando el trabajo en manos de su hijo Dominico y los otros aprendices del taller, limitándose a dar instrucciones y toques de gracia.
El capítulo dedicado a la epidemia de peste impresiona hasta la médula. Casi olemos las fogatas donde quemaban los cadáveres y los objetos domésticos que habían rodeado a los enfermos. Sentimos la desolación de la ciudad que el artista no quiso abandonar, veneciano hasta la médula, y que asistió con pena real, al entierro de su odiado Tiziano, cuya animadversión fue recíproca, desde que el gran pintor negó a Tintoretto el aprendizaje en su taller, celoso de la ambición del joven Jacomo. La emoción con que visita lo que queda de la casa del gran Tiziano y compra un magnífico cuadro que siempre le recordará, colgado en su taller, el camino de perfección.
Una trágica historia de amor, -ya que todo verdadero amor es de por sí, trágico- es esta novela, que desborda los límites de una biografía novelada, superándolos y llevándolos al campo de la gran literatura. La autora consigue conmovernos en cada capítulo, llegarnos a la médula. Y sus investigaciones sobre la vida de Marietta la llevan a contradecir algunas de las biografías actuales en algunos puntos, así como su imaginación e inspiración cubren muy verosímilmente los vacíos y los misterios respecto a algunas situaciones de la vida de ambos.
Paulatinamente vamos conociendo la relación del artista con cada hijo, el drama continuo de su pasión por Marietta, -donde la autora da alas a su imaginación y lucimiento a su verbo- y el lento desvelamiento de muchos misterios acerca de su vida. Las reflexiones y los recuerdos desde el lecho de muerte, el continuo ir y venir en el tiempo y en las imágenes que le afloran, y que, muy bien elegidas por la autora, están cargadas de simbolismo y de belleza.
La imagen del agua, símbolo de la ciudad, la inmersión en la laguna son continuas; asimismo la de la muerte y de la vida, (Eros y Thanatos se dan la mano constantemente); como la simbología del ángel, el ángel de cera, que Tintoretto tenía de modelo en el taller y que se quema con el incendio provocado por su hijo Marco. Ícaro es otro mito presente en el fondo: el ángel de cera, metáfora del intento de volar de Marietta, del acercamiento al sol, a su padre. Tintoretto reflexiona sobre su posición solar, como en el giro copernicano. Otro simbolismo que podríamos extraer sería el intento del pintor de ser un Pigmalión con Marietta, hija angélica/diabólica, que le ama con verdadera locura y cuya separación le supone casi la muerte. Crear otro yo en ella, formarla con sus ideas y con su pintura, deseo que a la postre acaba desvaneciéndose, como se desvanecen las figuras en la niebla de la laguna.
Obra ambiciosa y muy bien ambientada y documentada, no sólo en el aspecto histórico sino en las reacciones, la manera de pensar, las elucubraciones que pone en la mente del pintor y que son absolutamente de la época; todo ello consigue que entremos en el clima opresivo de esas vidas y de esa ciudad, y que nos apasionemos con ellos, hasta límites insospechados. Magnífica novela, espléndida factura y loable traducción, altamente recomendable. Histórica, sí, pero absolutamente literaria; de un altísimo valor literario, en la forma y en los contenidos. Como sólo un italiano –italiana, en este caso- puede entender a un artista de su país, ya que los italianos viven desde que nacen rodeados de arte por los cuatro costados.
Publicado en: http://www.hislibris.com/la-larga-espera-del-angel-melania-g-mazzucco/
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