LA FELICIDAD CONYUGAL
LEV TOLSTOI
Trad. Selma Ancira
Acantilado, 2012
«Da miedo unir la propia vida a otra persona... Se crea un espacio restringido donde es difícil respirar interiormente. Señor, perdóname, soy un ingrato.»Lev Tolstoi.
Novela publicada en 1859, se centra de manera especial en la relación amorosa de una pareja dispar. Curiosamente el escritor se casará en 1862 con una muchacha de 18 años, Sofía Andréievna Behrs, a la que le lleva dieciséis, y cuyas circunstancias reproducen en cierto modo lo que recrea en esta novela. También Sofía nace en Pokróvskoie, como Masha, la protagonista. También Tolstoi era amigo del padre de Sofía, visitaba frecuentemente a la familia, había visto crecer a ella y a Liza, su hermana mayor, que supuestamente era la que esperaba ser desposada por el escritor, y que en el último momento, cambió su deseo por Sofía, manteniendo un noviazgo fugaz y una boda rápida. Además, usa el nombre de Serguéi para el protagonista masculino, nombre que era el de uno de los hermanos de Tolstoi («egoísta y encantador», según sus propias palabras).
Antes de esta novela, Tolstoi había escrito algunos relatos sobre su participación en la guerra de Crimea, en Sebastopol, así como una autobiografía de sus primeros años, Infancia, Adolescencia y Juventud. Y llevaba sus Diarios. Aún no había siquiera empezado Guerra y Paz, novela que le daría la fama mundial y que comenzaría a escribir en 1864. En La felicidad conyugal imagina una situación que, si no fuera porque temporalmente su boda fue posterior a la publicación del texto, podría pensarse que el escritor se basó en la propia experiencia amorosa con la mujer que compartiría su vida. Algo de ello hubo, porque las descripciones de la casa, el paisaje, la familia, todo ello tuvo que extraerlo de la realidad que conoció.
El personaje de Serguéi tiene también mucho de él mismo. Esa oscilación entre la vida de ciudad y del campo, campo que siempre prefirió a la ciudad; la descripción de la vida matrimonial, donde Tolstoi habla por boca de Serguéi: « Creo que sé lo que hace falta para la felicidad. Una vida apacible, recogida, en la lejanía de nuestra provincia, con la posibilidad de hacer el bien a esas personas a las que es tan fácil hacer un bien al que no están acostumbradas; luego, el trabajo…, un trabajo que, según parece, es de provecho; luego, el descanso, la naturaleza, los libros, la música, el amoral prójimo; ésa es la felicidad para mí y no pienso que haya nada superior a ello. Y ahora, por encima de todo esto, una persona amada, una familia, quizá todo lo que un hombre puede desear».
Lo curioso y admirable es que el autor se introduce a la perfección en el personaje femenino, hablando en primera persona, y recrea los sentimientos y emociones que una joven, Masha, apenas saliendo de la adolescencia y cómo con sus ojos describe a su enamorado con una radiografía perfecta de sus actitudes, ideas y emociones. Incluso hay comentarios que parecen sacados de los Diarios de Sofía, que ella escribía antes y siguió escribiendo después de casada. Como por ejemplo, esta frase de Masha: «De verdad, era feliz; pero me martirizaba que esa felicidad mía no me costara ningún trabajo, no conllevara ningún sacrificio» (pág. 103 de esta edición). Pues bien, en los Diarios de Sofía, en la entrada del 8 de octubre de 1862, ella escribe: «Instintivamente le molesta que haya alcanzado la felicidad sin tener que esforzarme, y que le aceptara a él casi sin pensarlo, sin sufrir» (pág.21, Ed. Alba, 2010) Con esta anotación, la esposa del escritor confirma, años después, la idea que él tiene de la felicidad y que expone en la novela que tratamos aquí. Claro que pudo haber extraído esa idea de la lectura del texto, o quizás de la lectura de los Diarios tolstoianos, que, con un ramalazo excesivo de sinceridad, el escritor le abrió su corazón a su amada y le mostró su intimidad (y ella quedó horrorizada, todo sea dicho). Pero lo cierto es que hay una relación.
El surgimiento, evolución y desarrollo del amor entre un hombre y una mujer es, en suma, el tema del libro. Cómo el amor pasa de amistad/cariño paternal o filial a amor sexual ―y eso que Tolstoi ni siquiera lo roza de modo explícito― a pasión amorosa, al deseo de fundirse uno en otro, y cómo de ahí, a través de un calvario de celos, tensiones, malentendidos y distorsiones, deriva lentamente hacia la amistad, de nuevo, hacia la ternura y el cariño plácido y tranquilo de la madurez. Sin embargo, Tolstoi nos hace ver la diferencia que existe entre el hombre, mucho mayor, que va un poco de vuelta en la vida, y la joven mujer que se abre a la vida como una rosa despliega sus pétalos y su perfume. «Pero en ese momento mi corazón se puso a latir con más fuerza―piensa Masha―, mi mano tembló y apretó la suya, tuve calor, mis ojos buscaron los suyos en medio de la penumbra y de pronto sentí que no era miedo, que ese terror era el amor, un amor nuevo y todavía más tierno y más intenso que antes.» Masha, sin embargo, ha de llegar a la madurez por sí misma, y su esposo, aunque sufre con ello, permite que sea la joven la que paso a paso llegue a la misma conclusión. ¡Menuda prueba de amor! Cuando ambos se igualan en la comprensión de todo esto es cuando llegan otra vez a amarse, aunque de otra manera, pero amarse y volver a ser felices.
Hay, sin embargo, un punto en el que creo que Tolstoi ha pasado de puntillas sobre él, y es la maternidad. Cierto que no era el tema del libro, pero el hecho de haberlo escrito desde el punto de vista de una mujer, tendría que obligarle a tratar la inflexión que supone en ella la llegada de los hijos. Quizás el hecho de que cuando lo escribió aún ni siquiera estaba casado, y probablemente el tema de los hijos no le interesase demasiado, pudo haber determinado el tratamiento tangencial que les da. Con todo, la obra es un canto bellísimo al amor, a la libertad y al deseo. Una traducción magnífica de Selma Ancira y en general, un buen producto, típico y habitual en Acantilado.
2 comentarios:
Interesante eso de que Tolstoi emulara su propia ficción.... La primera frase que recoges en la reseña podría haber sido firmada por el propio Kafka que, a su pesar, acabó siendo más coherente que su admirado Tolstoi.
Un abrazo.
Ariodante, tres elementos influyen poderosamente para que me lea este libro: tu magnífica reseña, Lev Tolstoi y que comentes que la traducción es buena.
Abrazos
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