JOSE VICENTE PASCUAL
Excelente obra de narrativa histórica,
en la que el autor, José Vicente Pascual (Madrid, 1956)
recompone las memorias de un personaje casi desconocido por el gran público: Juan Latino (¿1518?-1596). En la
Granada del XVI fue todo un personaje,
conocido y reconocido por su trabajo, ganado a pulso, con los clásicos latinos
y griegos, pero también como pupilo y protegido de Gonzalo Fernández de Córdova
(nieto del Gran Capitán), de gran poderío e influencia en Granada y en España.
Pascual nos cuenta en primera persona no sólo la vida de Juan Latino, de la que
da pinceladas sueltas, retazos, sino que la enmarca en los sucesos que
impactaron el reino de Granada, o lo que de él quedaba: la rebelión de los
moriscos. Nos cuenta de todo un siglo ―Latino vivió ochenta años― de cultura,
política, religión, costumbres, etc. Y nos lo cuenta maravillosamente bien:
porque lo más importante de esta novela es, en mi opinión, el lenguaje
utilizado. El estilo, asemejándose al de la época sin serlo, tiene párrafos
memorables, pero engarzados de tal modo unos con otros que la lectura es un
verdadero placer.
Africano que llegó como esclavo a España siendo
muy niño y fue comprado (entre 1518-20, aproximadamente) para la familia
Fernández de Córdova, el Duque de Sessa y su hijo Gonzalo, colocaron al negrito
Juan como compañero, previamente
bautizado tres o cuatro veces ―por si acaso, ¡era tan negro…!―ya que traía
instrucción previa en latines. Creció Juan junto al futuro duque, como
compañero y amigo, aunque esclavo. Y creció su conocimiento en la cultura
latina clásica hasta el punto que, de llamarle Juan de Sessa (los esclavos
tomaban el nombre de la Casa que los poseía) o Juan el Negro, empezaron a
llamarle Juan Latino, y se ganó una justísima fama por sus conocimientos y
progresos en esta lengua. Tanto subió su prestigio que finalmente consiguió―a
los treinta años― la manumisión y su libertad, a la vez que una dote y una
esposa blanca, por increíble que parezca.
Llegó a ser profesor de latín en la universidad creada por Carlos V, y
catedrático de Gramática en el Colegio Cardenalicio. Amigo del arzobispo Pedro
Guerrero, y del presidente de la Real Chancillería Pedro de Deza, entre otros.
Todo esto es histórico.
En un artículo
sobre el personaje, Pascual comenta: « Por
muy erudito y buen preceptor que hubiese sido un esclavo negro en cualquier
otra nación europea, no digamos en las Indias Occidentales o en cualquier lugar
del mundo colonizado por, a modo de ejemplo, los anglosajones, jamás se le
habría permitido tomar en matrimonio a una mujer blanca de acaudalada e
influyente familia, tener con ella nutrida descendencia mulata y, a mayores
transgresiones, tomar cátedra en instituciones religiosas y sentarse a la mesa
de los príncipes para verter en sus oídos consejos sobre asuntos de capital
importancia para la administración del reino. Este panorama, extrapolado a las
severas sociedades protestantes, anglicana y demás, nos parece un absurdo. Sin
embargo, no lo es tanto cuando situamos dichas circunstancias en la bullente
España del XVI, una unidad territorial recién nacida que continúa siendo crisol
de culturas y razas, las cuales tienden vigorosamente hacia su completitud en
el humanismo cristiano».
Al parecer, la fama de Latino se
extendió por toda España. El dramaturgo Diego Jiménez de Enciso le dedicó una
comedia, Rodrigo Ardilla un romance,
y el propio Cervantes lo cita, como
ejemplo de hombre astuto y sagaz, en el prólogo de El Quijote:«Pues al cielo no le plugo / que saliese tan ladino / como
el negro Juan Latino».Impartió clases a los hijos de la
nobleza granadina, y a futuros traductores de clásicos. Participó activamente en
las tertulias de lo que se conocía como La
Cuadra Dorada, grupo de reunión de destacados literatos y eruditos
granadinos, como Granada-Benegas, Martínez de Ardilla, Hurtado de Mendoza y
Bermúdez de Pedraza. Conoció y departió con D. Juan de Austria, cuando éste
estuvo instalado en el Palacio de Carlos V en la época de la rebelión de los
moriscos. Escribió la Austríada Carmine, en honor a D. Juan,
héroe de Lepanto; epigramas para festejo del nacimiento del príncipe Fernando,
que fueron expuestos en plazas públicas de Granada, una biografía del papa Pio
V, poemas contra el traslado de los cuerpos reales al Escorial. En fin, dedicó
su vida a las Letras y a la docencia, hasta su ancianidad, y fue longevo.
José Vicente Pascual recrea
gozosamente el lenguaje, demorándose en explicaciones que sólo por el puro
placer de leerlas ya merecen la pena. Casi parece que estamos ante un texto del
siglo dieciséis. Digo «casi» porque, obviamente, no es así, pero consigue el
autor crear con las palabras un clima histórico, un sonido, un ámbito que nos
transporta a la época que evoca. Aunque no pasara nada –que pasa, ¡y tanto que
pasa!― a lo largo de la novela, sólo la mera lectura de esos bellas párrafos
sería suficiente motivo para dedicarle nuestra atención; ese modo de describir
personajes, escenarios, esa mirada sobre momentos históricos tan importantes,
como la llegada de Carlos V recién casado a Granada, donde instala por un
tiempo la capitalidad del reino; o las discusiones con los notables literatos
de la época; o la bellísima e ingeniosa manera como resuelve el autor el
matrimonio de Juan Latino con Doña Ana Carvajal, su alumna enamorada. Asistimos a la gestación de la rebelión de
los moriscos dirigida en 1568 por el traidor Aben Humeya, y al sanguinario –no
podía ser de otro modo― aplastamiento que las curtidas tropas al mando de D.
Juan de Austria hicieron de los rebeldes en el antiguo reino de Granada. También otros sucesos personales, como es los
acaecidos por la enemistad de León Roque de Santiago, cuyo odio le acarreó
tristes sucesos.
A pesar de todo, de no haber sido
negro y muy negro, Juan Latino hubiera llegado mucho más alto. Y si llegó
adonde llegó, como el autor lo repite por boca del Latino, fue, principalmente,
por la protección del prestigio de Sessa. El duque, D. Gonzalo Fernández de
Córdova, amigo desde la infancia y su defensor toda la vida, es presentado como
todo un hombre de honor, inteligente y bravío, cuya sola presencia imponía. Y
gracias a él le fue dado a Juan Latino prosperar y sobrevivir, en tiempos tan
confusos y peligrosos. Porque Granada era, en esa época, un polvorín.
El autor sabe marcar las
diferencias entre la época de Carlos V, pleno renacimiento, auge de la cultura
italiana y clásica, aires de novedad, de intercambio cultural, de libertad,
frente a la época de Felipe II, donde el Imperio se vuelve hacia dentro, se
mira el ombligo, la Contrarreforma se alza fieramente frente a la Reforma
luterana y se han de olvidar los clásicos, mirando mal todo aquello que no
concuerde con las instrucciones del papa de Roma. Ya es raro que en esos
tiempos revueltos un negro tan negro como Juan Latino pueda prosperar, pueda
vivir una larga vida junto a una mujer blanca, de alcurnia superior a la suya,
y ser considerado como toda una institución, un erudito en latines y en cultura
clásica, al cual confiar los hijos de las grandes familias para su educación.
Supo ser discreto y no ambicionar aquello que le era imposible, vivió entre
libros y latines, sin tratar de inmiscuirse en lo ajeno. Sólo hubo de sufrir
por el triste destino de uno de sus alumnos, muy querido, que fue acusado
injustamente de participar en traición contra el reino. Y de nada le sirvió
hablar y rogar en su favor: fue ajusticiado, tras sufrir humillaciones y
tormento. Juan Latino sintió en su propio ser el sufrimiento de su amigo, casi
un hijo para él, y la impotencia ante la terrible realidad.
En suma: nos encontramos ante la
dicha de una espléndida lectura, que además nos aporta luz sobre un momento
histórico en una zona y época concreta, Granada siglo XVI; y lo hace literariamente bien, es decir, no
tanto recurriendo a los datos y al detalle –que también los hay― sino al propio
lenguaje y escogiendo momentos especiales de la historia granadina y española
que recrea en primera persona por boca de un atractivo y oscuro personaje, Juan
Latino, en el momento de escribir sus memorias.
Tercera edición de una memorable
novela publicada por primera vez en 1998, adaptada al teatro por el actor
cubano Tito Junco y que ha tenido gran aceptación sobre todo entre el público
granadino, donde el autor residió muchos años, y con cuya ciudad mantuvo y
mantiene una fuerte ligazón.
2 comentarios:
Es evidente que la obra te ha deslumbrado. No me extraña, conociendo el talento literario de Pascual. La leeré, seguro. Un abrazo.
Sí, Isabel. Me ha gustado mucho. Me gusta que manejen bien el lenguaje, además de que me cuenten una historia.
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