SIMON LEYS
Trad. José Ramón Monreal
Ed. Acantilado, 2012
Este ameno y revelador librito
contiene tres textos que giran alrededor de Henry Beyle, más conocido como Stendhal. El más extenso es el primero,
escrito por Prosper Mérimée, que fue durante muchos años amigo y compañero de
viajes de Henry Beyle, aunque en una última etapa se distanciaran un poco. Le
sigue una brevísima acotación de la escritora francesa George Sand, que
coincidió con Stendhal en un corto trayecto hacia Italia. Y por último, un
curioso texto del propio Stendhal, Los
privilegios.
Dedicado a los Happy Few (gente guapa, diríamos,
aunque en el libro lo traducen como almas
sensibles), expresión que usa el propio Shakespeare en Enrique V, Stendhal da por hecho que muy pocos van a leerle. El
escritor suizo llevó una errática carrera, vacilante y con altibajos, y solo
bastantes años más tarde de su muerte se reconoció masivamente el valor
literario de su obra. Por el contrario, a Mérimée le leyeron mucho y muy pronto;
fue vertiginosamente famoso en el mundo literario y teatral, siendo su Carmen la novela más popular. Una cierta
envidia puede que corroyera íntimamente a Henry Beyle cada vez que viera
anunciada alguna obra de su próspero
amigo. Lo cierto es que ambos eran dispares en cuanto a su manera de enfocar
tanto la vida como la literatura. En común tenían el amor a la música, a la
literatura y el arte, a los viajes, a las mujeres, pero discrepaban en la concreción de todo ello. Como bien dice
Simon Leys, Mérimée mantuvo, (desde que en 1820 se conocieron, hasta la muerte
de Stendhal) una larga amistad con Henry
Beyle, al que apreciaba profundamente, pero no apreció ni le dedicó apenas
tiempo a Stendhal. Ello llevó al
autor francés a escribir esta semblanza de su amigo cuando este falleció.
Semblanza basada en vida y carácter,
pero no en la obra de Stendhal, que Mérimée despreciaba. Ninguno de los dos se casó, aunque
mantuvieron vidas amorosas tempestuosas y turbulentas con mujeres.
Mérimée nos habla de Beyle como un
hombre tempestuoso, enardecido, voluble y cambiante. Físicamente poco
agraciado, y sin embargo amante pasional, enamorado del amor. Cuenta que según
Beyle «siempre era la lógica la que debía guiarnos en todas nuestras acciones»
pero la lógica stendhaliana no era la del resto de los humanos; resultaba muy
difícil, incluso para sus más íntimos amigos, seguir los pasos de una lógica
tan privada. Beyle tenía dos pasiones: el amor –que veía como una forma de
enfermedad― y la literatura. Se autoproclamaba como un «observador del corazón
humano», un estudioso de las pasiones. Y en cuanto a la escritura, la máxima de
nulla dies sine línea la aplicaba a
sí mismo. En cuanto a las artes, era un amante de la música, con gran sentido
de la melodía. El dibujo y la pintura le impactaban, si bien la escultura no le
llamaba tanto la atención. Pero consideraba,
a pesar de haber escrito bastante sobre las bellas artes, que resulta
muy difícil, casi imposible, describir con palabras las sensaciones que uno
recibe con el arte, pues pertenecen a un espacio plástico especial, a un
sentimiento que podemos vivir pero del que apenas podemos hablar.
Comenta Mérimée también la
participación de Beyle en las campañas napoleónicas, concretamente la rusa en
1812, como auditor de guerra en el cuartel general de Napoleón. Respecto a
éste, Beyle tenía sentimientos encontrados. A veces le alababa hasta la
saciedad y a veces le consideraba un palurdo, un nuevo rico.
En suma, el autor francés nos da
una imagen general de la vida y principales momentos de su amigo suizo,
soslayando por completo la obra literaria.
Tras el texto, un apéndice sobre
la vida de Mérimée y otro sobre la de George Sand (Aurore Dupin), se insertan
unas breves páginas de la escritora francesa: Un viaje por río en compañía de Beyle. El viaje en cuestión lo
hacía en compañía de su amante del momento, Alfred de Musset, desde Lyon a
Avignon por río, y ambos se dirigían a Italia, (Beyle era por entonces cónsul
en Civitavecchia) pero por distintas vías a partir de allí, ya que ella seguía
por mar y Beyle no era muy aficionado a las aguas libres. La escritora
andrógina le considera un espíritu «encantador, original y snob» y estaba
convencida de que no era malo, «aunque se esforzaba por parecerlo». Esa fugaz
relación le lleva a decir a George Sand que Beyle, a pesar de ser muy
ingenioso, «escribe muy mal». Es curioso.
Escritos en Roma en 1840, en
pleno enamoramiento y un año antes de sufrir una apoplejía, Los privilegios es un conjunto de 23 artículos
que mezclan el apasionamiento juvenil y el anticipo de la muerte. Este texto
estuvo olvidado hasta 1961, en que Victor del Litto lo sacó a la luz. Es un texto enloquecido, alternando humorismo
y dramatismo. Stendhal protegía su sensibilidad escondiéndose ―como
muy bien intuyó George Sand―tras una fachada de falso cinismo y obscenidad.
Acompañan a estos textos unas
notas muy jugosas de Simon Leys, así como algunas ilustraciones, dibujos
(retratos de Stendhal y de George Sand). Una edición agradable e interesante.