LUIS DELGADO BAÑÓN
Ed. Noray, 2012
Con este nuevo volumen de la Saga
Marinera Española, que ya inicia la veintena en su número uno, ha
entrado con paso firme y por derecho la tercera generación de Leñanzas, tras
aquel primer galeote de tierra adentro, en el protagonismo de la narración. El
autor deja varado en Portugal a Santiago Leñanza, tras desposar a Leonor de
Almeida y retirarse al exilio portugués, pasando el testigo marinero a su hijo
Francisco, que, ya repuesto de los terribles avatares físicos sufridos a bordo
de la fragata Ligera en aguas
caribeñas, entra a su vez en el club de los casados, desposándose con Rosario,
la jovencita murciana que prendó su corazón en el Caribe. Pero el llamado de la
mar es potente y nuestro protagonista desea volver a la mar, surgiéndole la
ocasión perfecta, aunque con grandes misterios.
El libro comienza con unos
capítulos escritos en tercera persona, cuando lo habitual es que la narración
vaya siempre en primera, puesto que son los Leñanza –y a veces los Cisneros o
Pignatti- los que cuentan, a modo de memorias, la historia de la familia. Pero
esos capítulos nos han de dar la clave para el resto de la narración, que va a
versar no tanto sobre un hecho histórico, como hasta ahora ha sido así, sino
sobre una leyenda desconocida, la Cruz de
la Conquista, si bien enmarcada en los años y la problemática de la España
fernandina, que tras aplastar a los liberales retoma el mando absolutista. En
esos primeros capítulos se pone el acento en lo legendario de la narración
posterior, si bien del todo verosímil,
desde luego. El autor explica en el prólogo cómo llegó a tener noticia
de esta desconocida Cruz.
A partir de esos capítulos que
sitúan y enmarcan la narración, el joven y flamante alférez de navío Francisco
Leñanza (III), recibe el encargo real por medio del Ministro de Marina y se
embarca de nuevo, ansioso de aventuras y respirar aires marinos. Y navega, primero en el bergantín Aquiles hacia La Habana, para seguir después,
ya a bordo de la muy velera goleta Providencia
una derrota en cierto modo similar a la de su abuelo Francisco cuando navegó
hacia las Altas Californias, pero en una misión altamente secreta y cuya
responsabilidad, de fallar, recaería sobre él sin posibilidad de recabar ayuda
alguna. Ni siquiera su padre, ni su tío Beto, que mientras tanto navega con el
navío Asia hacia tierras americanas,
saben la verdad de su misión, puesto que sólo los imprescindibles lo conocen.
Además de las habituales
conversaciones entre los oficiales, que nos ilustran de las costumbres
marineras y de los detalles histórico-geográficos y descubrimientos, hay en
esta novela una serie de interesantes reflexiones, sobre la responsabilidad del
mando y la obediencia debida a un superior, y sobre todo, la fidelidad respecto
a rey y patria. En un momento de conversación, el comandante Ángel Laborda
declara que «a cualquier miembro de la Armada se le puede exigir la vida en
defensa de la patria sin dudarlo. Pero solamente en defensa de la patria.» Y en
el caso concreto de esta novela, que se plantea ya desde el comienzo, parece
haber una cierta discrepancia entre los intereses personales del monarca, y el
interés de la patria. Sabido es que a Fernando el Séptimo le atraían
sobremanera las joyas y piedras preciosas. Pero justamente el hecho de que el
objeto de la misión sea un deseo personal del rey, hace que, por una parte se
les abran muchas puertas y proporcionen medios insospechados, pero por otra, la
misión oficialmente no existe, y por
tanto, si fracasara en su intento, nuestro protagonista no tendría el más
mínimo apoyo y su vida penderá de un hilo.
Estas circunstancias, y la
aventura que lleva al joven Francisco Leñanza miles de millas lejos de España, donde deja a
su recién desposada esperando ya un hijo, hacen sumamente atractiva la lectura de esta novela, en la que pesa más
lo imaginado que lo real en cuanto a los hechos argumentales se refiere. Insiste
el autor, en que el marco y las circunstancias históricas son reales, aunque la
trama sea ficticia, por no haber encontrado base documental, salvo una: el
manuscrito de 1822 de un tal Francisco Manuel Toribio Ibáñez, supuesto
«patriota mexicano» en el que se habla de la maravillosa Cruz de la Conquista, de valor incalculable.
¿Llegará Francisco a recuperar la
fantástica Cruz? ¿Conseguirá volver con ella a Cádiz? Durante los dos primeros
tercios, la novela navega por aguas tranquilas, con vientos favorables y salvo
pequeños contratiempos, discurre apaciblemente. Conoceremos los avances de los
independentistas americanos y la situación política en aquellas tierras, así
como diversas narraciones sobre descubridores, navíos desaparecidos, y otras
muchas anécdotas que el autor nos va intercalando en tan larga navegación. Pero
en el último tercio, el ritmo se acelera, la acción se tensa y agudiza la
atención del lector, manteniéndole en vilo hasta el último momento, con
sorpresa final. El lector de esta novela puede con ella viajar a tierras
lejanas, doblar la punta sur de América y surcar aguas del Pacífico, sufrir
tempestades, rescatar náufragos, luchar contra piratas, etc. Acompaña la
edición un mapa donde el lector visualizará la derrota seguida por el
protagonista en sus distintas singladuras. Asimismo, quien navegue por estas
páginas puede deleitarse con el lenguaje marinero del siglo XIX, que Luis
Delgado Bañón usa con su maestría habitual.
Luis Delgado Bañón, (Murcia, 1946), es capitán de navío.
En 1963 ingresó en la Escuela Naval como Aspirante de Marina. Posteriormente
pasó por los empleos de guardiamarina, alférez de fragata, alférez de navío,
teniente de navío, capitán de corbeta, capitán de fragata y, por fin, en 1996,
capitán de navío, que equivale en el Ejército al empleo de coronel. Delgado se
ha propuesto el ambicioso proyecto de narrar la historia de la Armada española
desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la Guerra Civil de 1936,
intentando mantener, dentro del marco de la novela de aventuras, el máximo
rigor histórico y marinero posible. Ha sido delegado del Instituto de Historia y
Cultura Naval en el Mediterráneo, y ex director del Museo Naval de Cartagena,
del que forma parte de su Patronato.
Reseña publicada en: http://novilis.es/?p=3223