EL COLECCIONISTA
JOHN FOWLES
Traducción de Andrés Barba
Ed. Sexto piso, 2012
Nos encontramos ante una novela
que en su momento, 1964, representó todo un shock, y cuando fue llevada al cine
al año siguiente ni más ni menos que por William Wyler, el impacto llegó a ser
enorme, si bien ni es la primera ni la única en su momento. Escrita en los años
sesenta, debemos enmarcarla junto a otras obras literarias ―casi todas ellas
llevadas a la pantalla grande― en la misma línea: El sirviente (1963), novela de Robin Maugham, La naranja mecánica (1962), de Anthony Burgess, Extraños en un tren (1950), thriller
psicológico de Patricia Highsmith; Psicosis
(1959), de Robert Bloch, Sábado por
la noche y domingo por la mañana (1959) de Allan Sillitoe, autor citado por
Miranda, así como El guardián entre el
centeno (1951), de J.D. Salinger. Todos ellos tratan problemas similares, la
lucha por el poder y el ascenso de las clases medias, (cuyo poder adquisitivo
les hace subir un escalón social, pero sin elevar el nivel cultural), la
represión sexual en la sociedad del baby-boom
(explosión demográfica de las dos décadas posteriores a la última guerra) los
problemas juveniles que no encontraban su sitio en la sociedad de la guerra
fría, etc.
La novela, que pertenece al tipo thriller psicológico, representa un tour de force entre dos personajes:
Frederick y Miranda. Símbolos, a su vez, de dos clases en litigio. El autor divide
el texto en dos partes: el punto de vista de Frederick y el de Miranda, hombre/mujer, débil/ fuerte, bajo/alto nivel cultural, cordura/locura, en
suma, un explosivo conjunto de factores que resultan en una tensión letal.
Frederick es un joven psicótico,
introvertido, de carácter débil, de clase social media-baja y con pocos
recursos culturales, de físico no especialmente agraciado, en fin: alguien que
podría calificarse como una medianía. Colecciona mariposas, le gusta pescar, y
vive una vida solitaria, no se relaciona con mujeres (ni con hombres). Está
obsesionado con una muchacha a la que sigue, vigila y desea en secreto durante
años, hasta que llega un momento en que puede lanzar su red. Miranda, objeto
del amor platónico y obsesivo de Frederick,
pertenece a un nivel social alto, es muy guapa, culta, interesada en el
arte, los movimientos pacifistas y humanitarios; a su vez está enamorada de un
pintor que podría ser su padre, pero no acaba de decidirse. Plena de alegría de
vivir y de ilusiones, estudia en una escuela de arte en Londres, hasta el fatal
encuentro con Frederick.
La parte primera y el epílogo
final, consiste en la narración de Frederick, su versión de los hechos. La
suerte le depara una cantidad importante de dinero, envía a Australia a su tía
y prima (con las que ha vivido hasta el momento), y abandona su oscuro trabajo
de oficinista en el ayuntamiento de un pueblo del sur de Inglaterra. Ahora
puede hacer realidad su sueño. Y ¿en qué consiste este sueño? Tener a Miranda.
Poseerla, pero no en el sentido sexual, (triunfa la represión) sino que
necesita tenerla como un objeto más de su colección. Una delicada mariposa
viva, bellísima y frágil, pero reclusa. Y efectivamente, Frederick planea
minuciosamente el secuestro y la mantiene oculta en un sótano de una casa
perdida en la campiña inglesa, acondicionada para tal fin. Se establece entre
ambos una tensa relación que va oscilando, desde la reacción violenta, pasando
por un tanteo de posiciones, a todo tipo de intentos de huida incluyendo la
seducción. Hay momentos de fortísimo dramatismo.
Miranda no acaba de comprender
qué quiere de ella ese Calibán, como le llama en su diario, parafraseando a
Shakespeare en La Tempestad. No en
balde el autor ha elegido el nombre de Miranda. Frederick no es monstruoso,
como Calibán, ni esclavo ―salvo de su pasión― sino que es él quien esclaviza a
su objeto de deseo. Miranda no entiende
ese deseo que no es físico, incluso hay un cierto repudio: Fred solo quiere
mirar, saberla allí, saberla propia, poseer un objeto precioso que vive,
respira, y que, en teoría, debería corresponderle amorosamente. Pero ella no es
una muñeca sino una persona real, física, inteligente, que no soporta la falta
de libertad y sobre todo, no soporta la ausencia de una razón que explique las
cosas.
Miranda y Calibán… ¿Dónde estará
Próspero? En realidad Fred juega a ser Próspero, incluso se auto nombra como
Ferdinando; sin embargo, las reglas del juego van cambiando porque no ha
contado con la voluntad de su oponente. La narración desarrolla, pues, toda una
serie de situaciones claustrofóbicas, que
mantienen en vilo al lector hasta
el último momento.
La segunda parte muestra el mundo
interior de Miranda, su historia personal, en la que se refugia tras el
aislamiento y forzada reclusión, así como la versión opuesta a la mirada de
Fred. La mirada aterrorizada de Miranda, ante alguien que no se rige por las
mismas normas que ella, incluso probablemente ni siquiera tenga normas. La
contraposición razón/sinrazón, cordura /locura crean un clímax de difícil
solución.
La edición que nos presenta Sexto
Piso con traducción de A. Barba es correcta y atractiva.
John Fowles ( Leigh-on-sea, 1926-Dorset, 2005) escritor
inglés, ejerció la docencia en países como Francia o Grecia gracias a su
formación como lingüista antes de poder dedicarse por completo a la escritura
gracias al éxito de su primera novela, El Coleccionista (1963). Varias de sus obras fueron
llevadas al cine, como El mago y también La mujer del teniente francés. En cuanto al ensayo, habría que
destacar Aristos, obra de carácter personal y filosófico.
Publicada en http://www.elplacerdelalectura.com/2012/08/el-coleccionista-john-fowles.html