y rosas de oro breve.
Te envidiaba la tarde.
Entre cisnes fugaces, nadadora la luna
aprendía alabastros en tu fiebre de estatua.
Por rielar en tus ojos se adentraba la noche.
devorar tus latidos.
Yo que tuve en mis manos el poder de Medusa,
piedra soy a tu vista.
Fernando de Villena