JAVIER GONZÁLEZ
Ediciones Evohé, 2012
El tiempo pasa
volando, solemos decir: sin embargo, cinco segundos dan para mucho, aunque parezca imposible. Dan para recorrer una vida
en lo que parece un soplo; para recorrer medio mundo, para ir y volver del pasado
al presente y del presenta al futuro. Dan para una novela ―concretamente, ésta―
y para leérsela de un tirón.
Javier González (Madrid, 1958), en esta
su cuarta novela publicada, nos trasporta a épocas y vidas de lo más diversas
en esta aventura espacio-temporal en la que sumerge al lector que hojea las
páginas de este libro. «Partiendo de la nada conseguí llegar a las más altas
cotas de la miseria», decía Groucho, con su característico humor. Pues bien:
partiendo de un hecho simple llegamos a una complicación extrema, un complicado
rompecabezas, que atrapa e incita a seguir leyendo sin poder parar. Con ese
hecho simple y muy humano, que nos recuerda a aquella secuencia en El Padrino en la que un envejecido
Marlon Brando juega a la pelota con su nieto en la ficción, el autor inicia en
el prefacio lo que luego será una serie de flashes-back,
que duran segundos; viajes por distintos pasados, bordeando la ficción y la
realidad, mezclándolas, saltando de un país a otro, de unos personajes a otros,
de un siglo a otro, y lo que al principio parece confuso poco a poco va
encajando hasta completar el conjunto de piezas.
La novela, tras
un prefacio situado cronológicamente en 2052, se divide en cinco apartados,
correspondientes a esos cinco segundos. Tiene un primer segundo que a mi juicio, ya es de por sí un jugoso relato,
recreando un mundo dentro de otro mundo: el Casino Militar de Madrid, situando
la acción en 1986. El protagonista, que lo será de todo el libro, es Jorge
Salvatierra, un joven aspirante a la licenciatura en Leyes, a su pesar, porque
lo que quiere es ser futbolista, y todo
lo que le pasa durante un agosto madrileño. El nombre está cargado de
simbolismo: san Jorge salva la Tierra.
Ahí tenemos un primer apunte del destino que le llevará por esos mundos de
Dios. Porque Jorge ha sido elegido como Perceval ―puro de corazón― para llevar
a cabo una misión. Toda una colección de carcamales, a cual más pintoresco,
desfilan durante este primer segundo,
cargando de una buena dosis de humor el relato, a la vez que planteando el
misterio que llevará al lector a los siguientes pasos. Y un inicio de intriga
ya comienza.
El siguiente segundo alterna la lectura de un antiguo
manuscrito del jesuita Páez, obtenido en el Casino, con el inicio de una
expedición botánico-zoológica en la que Jorge se ve implicado y le lleva a
Guinea Ecuatorial. La lectura remite a 1622,
Etiopía, y lo que el jesuita vio y vivió allí.
En el tercer segundo, el manuscrito del padre Páez
contiene a su vez, cual muñeca rusa, otro texto, escrito en flamenco, cuya
lectura hace viajar a Jorge y al lector aún más atrás en el tiempo y muy lejos,
a la parte opuesta de África: Guinea, y nos cuenta la historia y aventuras de
Elá Abá Okiri, que comienzan en Guinea en 941 a.C., pero luego se trasladan al
país de Saba, Etiopía, en la época salomónica. Esta narración va a ir
alternándose con las aventuras del grupo expedicionario en el que Jorge se ha
visto alistado…junto a una atractiva chica, y una trama golpista que se va
gestando a lo largo de la narración, ya con forma de thriller.
En el cuarto segundo, Elá se convierte en Caleb ―no
explicaré cómo― y viaja al Israel, donde reina un envejecido Salomón. El relato
de lo que le ocurre allí sigue alternando con lo que ocurre a los
expedicionarios, salpicados por la trama golpista. La acción cada vez se
complica más y nuestros amigos van a pasar algunos apuros.
En el quinto y
último segundo, finaliza la lectura
del manuscrito con unas páginas extra acerca de la expedición
Manterola-Guillemard de 1845, y la misteriosa «instrucción reservada nº14». Justamente
Manterola hace el mismo recorrido que la expedición del grupo de Jorge. La
acción se vuelve cada vez más rápida y las cosas se precipitan, siendo estas
últimas páginas de una fuerte tensión y sorpresa final. Un epílogo completa el
prefacio y nos abre una puerta a la imaginación.
Como podrá
comprender el lector, tal madeja de relatos e historias le va a tener
entretenido todo el tiempo que le dure la lectura. Quizás se pierda un poco en
algún momento con la trama guineana contemporánea, y deberá tener el ánimo
preparado para sorpresas varias, y para la aparición de personajes fantásticos
que irrumpen en el mundo real. Es esta una novela de aventuras, historia,
intriga y fantasía, todo a la vez. Con bases históricas en algunos casos, y con
mucha imaginación en otros. Quizás en algún momento no vea el lector muy claro
el motivo de determinadas situaciones, pero siga leyendo y comprenderá más
adelante. Todo tiene su explicación, aunque intervengan en ella elementos
mítico-legendarios y fantásticos, que el amable lector deberá admitir: está leyendo una ficción. Cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia, como se suele decir.
Ariodante