BENITO PÉREZ
GALDÓS
Edición y Prólogo de Germán Gullón
Evohé- El
Periscopio, 2012
Avanza la colección de El Periscopio con este cuarto libro,
que, tras las aventuras de Blasco Ibáñez, Chaplin y Concha Espina, nos sitúa en
viajes decimonónicos contados por autores de solera, en este caso el grandísimo
y desmemoriado Pérez Galdós.
Don Benito Pérez Galdós (1843-1920), canario de nacimiento,
madrileño de adopción y español universal, era un cosmopolita, un viajero
impenitente, un flaneur, o, como
diríamos en lenguaje vulgar, «un culo de mal asiento». Soltero toda su vida y
de espíritu libre, no tenía más ataduras que las de su propio mundo creativo, y
ése lo llevaba consigo, aunque tuviera espacios más queridos donde trabajar:
Madrid, Santander. De hecho, como parece insinuar el prologuista, podía ser que
la convivencia con sus dos hermanas le hiciera viajar más de lo habitual,
además de su constante curiosidad e interés por conocer otros países, otros
ambientes y en suma, ver mundo.
El libro agrupa una serie de
textos viajeros, escritos en diversas épocas, clasificados en esta edición en
tres partes: Viajes por España,
reuniendo dos deliciosas excursiones por Cantabria y por El Toboso; Memorias de un desmemoriado, que da
rápida cuenta de su vida, de la que se han destacado en esta edición las
andanzas viajeras, a vuelapluma; y finalmente, Viajes por Europa, en donde
ya, más detalladamente, Galdós relata un viaje a Portugal, otro a Italia y
finalmente a Inglaterra. Finaliza el libro con unas cartas de Galdós a Clarín.
Este libro, como nos advierte en
el prólogo Germán Gullón, nos muestra un Galdós diferente: Cuarenta leguas por Cantabria, texto con el que comienza el libro,
resulta una maravillosa e insuperable descripción de Santillana del Mar, (el
propio Pereda dice del texto: la descripción de Santillana «no puede tener
rival en su género»). En el verano de
1876 Galdós hizo este viaje por la provincia de Santander en el coche de
caballos de Pereda, acompañado de aquél y de Ángel Crespo, y descubrió
Santillana, Comillas, San Vicente de la Barquera, la Hermida y Potes. Galdós y Pereda se habían conocido en el
verano del 71 en una fonda santanderina y a pesar de las diferencias
ideológicas, les unió una fuerte amistad hasta su muerte. Galdós pasaba largas temporadas en Santander,
donde acudía los veranos; allí construyó una villa, «San Quintín». En los viajes a Cantabria y a Portugal,
sus compañeros son José Mª de Pereda y Angel Crespo. El viaje a Italia lo hace
acompañado del también escritor y humorista José Alcalá Galiano y Fernández de
las Peñas, nieto del famoso ministro de Marina, D. Antonio Alcalá Galiano. Con
Pepe Galiano, como él le llama, viaja también por Europa del Norte: Inglaterra,
Francia, Países Bajos, Alemania…Berlín.
En las Memorias…, Galdós presenta su vida de modo muy sucinto, además, el
editor ha optado por eliminar aquellas partes no relacionadas directamente con
los viajes, como pueden ser diversas digresiones sobre su propia obra literaria
o ajena, la intervención parlamentaria, etc. así que vemos muy a vista de
pájaro los distintos recorridos, incluyendo, además de los europeos, un
delicioso viaje a Ansó, en el Pirineo aragonés. Fechas, nombres, etc. son
tomados con manga ancha, y memoria débil, según el propio Galdós afirma a modo
de disculpa, y queda el lector con la esperanza de que más adelante nos hablará
con detalle.
Es en la parte de los Viajes por Europa donde el escritor
entra a fondo y describe con gran
detalle y jugosas reflexiones y comentarios sobre aquello que le llama la
atención entre lo que ve, manteniendo siempre una distancia respecto a su
propia persona, aunque a veces reconozca que ha sido impactado fuertemente. En
Lisboa, lo que le llama la atención es el silencio, frente al bullicio
madrileño. Y como otra cara de la moneda, una cierta tristeza, un clima amable
pero decadente, frente a la acogedora alegría madrileña. Visita Cintra,
Coimbra, Oporto…y vuelve por Galicia, cruzando la frontera del Miño en barca
pues aún no era transitable el puente, recién construido. Estamos en 1885.
En Italia le llama la atención el
fuerte sentimiento de unidad italiana, frente a la ausencia de tal emoción en
España, que da por sentada tal unidad. Confirma cómo la unidad italiana ha
hecho prosperar en muy poco tiempo el país, antes dividido y enfrentado. Por
otra parte, se siente en Italia como en casa, sentimiento muy habitual en los
españoles que viajan a tierra italiana. El omnipresente arte es otro de los
impactos visuales que recibe. Visita Milán,Verona, Venecia, Padua, Bolonia y
Florencia, llegando a Nápoles coma la culminación del viaje. De cada ciudad
tiene palabras donde destaca lo que le choca, lo que ve como importante, pero
sobre todo lo que le parece llamativo y novedoso. La inevitable ascensión al
Vesubio y visita a Pompeya recuerda mucho el viaje que había hecho dos años
antes un joven Blasco Ibáñez y las impresiones que a su vez había reportado
(aunque publicado diez años después). Notamos que los diecinueve años de Blasco
le llevan a ardorosas proclamas mientras que los cuarenta y cinco de Galdós le
hacen ser más comedido en sus comentarios, aunque no faltos de atinadas
comparaciones y sesudas reflexiones.
Por último, Galdós viaja a
visitar la cuna del gran poeta y dramaturgo británico, en el corazón de la
vieja Inglaterra: Stratford-upon-Avon, donde nació y murió Don Guillermo
Shakespeare, como le llama Don Benito. Como prefacio, una serie de admirados y
sorprendidos comentarios acerca de la red ferroviaria británica y la famosa
guía Bradshaw, la tranquila y verde campiña inglesa, la sobria (y repetitiva) comida británica (entonces exactamente igual
de sobria que en la actualidad, al
parecer). Se hospeda en uno de los dos hoteles del pueblito, Shakespeare’a
Hotel, donde cada habitación lleva el nombre de una obra shakespeariana, y
cuyas paredes llenas de estampas y grabados de temas inspirados en la obra del
bardo inglés, hacen soñar al huésped con los distintos personajes. La visita es
corta: la casa natal, la casa donde murió y que es en realidad otra
edificación, la tumba del bardo y su esposa, y poco más.
Cierran el libro tres de cartas a Clarín, donde hace
referencia a un viaje por Alemania visitando
la casa natal de Goethe, anuncia el viaje portugués y comenta brevemente
el viaje a Inglaterra. En resumen, una agradabilísima lectura, unos textos bien
elegidos y combinados, y un acertado prólogo, lo que nos rescata del olvido una
parte de Galdós que quizás no sea muy conocida, tengamos o no buena memoria.
Ariodante