MARTA QUEROL
B de libros
e-book, 2012
Libro papel, 2014
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Libro papel, 2014
Segunda novela
de la autora valenciana Marta Querol, aunque puede leerse de modo
independiente, debe mucho a la anterior, El
final del ave fénix, de la cual es continuación y secuela, por eso la citaré
a menudo, ya que por tema y por estilo, las considero muy ligadas. Los mismos
personajes y otros nuevos, desarrollan una historia que comenzó en los años
previos a la guerra civil y que ahora, en este libro, se concentran en los años
sesenta y setenta, previos a la transición de la dictadura a la democracia. Por
tanto, aquellos que hayan leído El final
del ave fénix se encontrarán con el mismo ambiente, y los problemas ya
conocidos de la familia valenciana Lamarc-Company, dueños de sendas empresas de
confección de ropa infantil. Elena Lamarc, al frente de su empresa, con la
cabeza bien alta, afronta la vida en solitario, tragándose las lágrimas y con
una fuerza de voluntad arrasadora, preocupada sobre todo por su hija Lucía a la
que quiere salvar a cota costa de los problemas que le llueven por todas
partes. Ejemplo de una mujer fuerte, que lucha con todas sus fuerzas contra un
ambiente opresivo y hostil, demostrando que se puede vencer.
Estructurado el
texto en tres partes, (más prologo y epílogo) del mismo modo que tres partes
dividían la anterior novela. Guerra de
secesión, Guerra fría y Guerra a
muerte, tres buenos títulos que ya nos anticipan lo que va a pasar. En el
prólogo, una imagen dramática, un momento de esos en los que la vida pasada se
presenta de golpe y a la carrera, preparándonos para lo que va a venir.
Principio y final, todo en un sobresalto.
A lo largo de
las dos primeras partes, la vida continúa donde se quedó: la ruptura del matrimonio
de Elena y Carlos, con la participación estelar
de Verónica. La madre de Elena, Dolores, su padre, Gerard, tienen papeles
secundarios; algunos empleados y socios, como Dávila, anterior dueño de
Loredana y ahora accionista del nuevo propietario, Carlos; amigos anteriores y
otros nuevos, como el exótico Djemal de ojos negros… todos van desfilando por
las páginas del libro cumpliendo un papel. Sin embargo, hay un eje alrededor
del que todos esos personajes y los que van emergiendo a lo largo de la
narración: Lucía, la hija de Elena y Carlos. De hecho, es el personaje que,
como un catalizador, hace moverse a todos los demás. Si bien Elena es la
protagonista titular, en realidad es Lucía la que determina toda la acción. La
existencia de Lucía, su estar-allí. Lucía lo mira todo con sus ojos de niña,
primero, sin comprender nada, y de adolescente, después, atisbando situaciones
que malinterpreta o que preferiría no ver. Una adolescencia que casi la
convierte en adulta antes de tiempo.
Como en la precedente
novela, las referencias al contexto social y político son siempre indirectas,
si bien en esta novela aún se notan menos, ya que observamos que la autora potencia
la relación entre los personajes, aumentando paulatinamente la tensión, a veces
tremenda, fortísima, entre el triángulo central, ampliando los detalles que
suman y activan el dramatismo de la situación vivida por ellos. La delimitación
psicológica de los personajes, el marcaje muy cerrado a cada uno, nos hace
entrar en la piel de todos y comprender las motivaciones de cada uno, incluso
las malvadas y retorcidas. Narrada en tercera persona siempre, salvo cuando se citan
cartas o mensajes, pasa de una a otra
óptica: a veces miramos con los ojos de Elena, a veces con los de Carlos, y a
veces, incluso, con los de Verónica, personaje que se nos hace odioso, pero
cuya verosimilitud queda patente, porque la lógica de su funcionamiento es
matemática, de manual.
Tanto Carlos
como Elena van apareciendo con defectos y virtudes, cara y cruz. Ambos metidos
de lleno en sus respectivos trabajos; en esta parte la autora se explaya quizás
en demasiados detalles que a veces pueden retardar un poco el ritmo de la
acción general, o que quizá sean innecesarios. Lo que se echa de menos es algo
más de contexto social español. Fue una época importante de la que solo se nos
ofrecen algunas referencias directas –la muerte de Franco, un asesinato de ETA―
y otras como telón de fondo ―los nacientes movimientos sindicales, las
vindicaciones sociales, los lentos movimientos emancipatorios de una sociedad
que lleva años con un corsé que se le ha quedado pequeño.
La tercera parte
es explosiva, sin embargo. Todo lo que se ha ido gestando en las dos primeras,
la tensión acumulada, las maquinaciones en la sombra, la lenta urdimbre de la
trama con que Verónica pretende ganar la partida a Elena, todo ello explosiona
en esta última parte, ambientada no solo en España, sino en varios países
árabes y sobre todo, el Líbano, un país en plena guerra civil abierta, y en
este caso las salpicaduras llegan a Elena. ¡Y cómo! Lo que Elena vive allí es
no solo una turbulencia bélica sino una verdadera pasión. Quizás el personaje
de Djemal sea el más difícil de encajar, pero aun así, es creíble. La acción
continúa en un breve trasbordo en Munich, donde Elena ―y el lector― sufre un
verdadero shock. Pero la cosa no queda
ahí. Al retorno de su azaroso viaje, las novedades se disparan en torno a ella.
Un cúmulo de situaciones, unas externas ―Verónica y Carlos plantean nuevos
problemas y amenazas, Elena recibe una sorprendente visita, Dávila descubre una
intriga peligrosísima― y otras en su propia casa ―Lucía crece, la abuela
Dolores se instala con ellas.
El lector lo ve
todo desde el privilegiado mirador que nos presenta la autora y va atando cabos
pero sin poder imaginar lo que viene después, aunque algo intuya. La emoción y
la tensión están garantizadas en esta última parte. Sorprendentes situaciones
que rizan el rizo de situaciones ya de por sí enrevesadas y complicadas, pero
verosímiles.
En suma, una
novela atractiva, ágil y sobre todo de ritmo in crescendo que lleva al
disparadero final. Realista al ciento, de estilo mejorable, ya que en mi
opinión es demasiado lineal, narra minuto a minuto ―a veces casi en tiempo real―
la acción que desarrolla, lo cual no siempre es necesario, porque además,
refrena el ritmo. Usa, asimismo, un lenguaje en exceso coloquial en la
narración, y en ese sentido es muy semejante a la anterior novela publicada.
Sin embargo, el resultado, aunque con algún pequeño desequilibrio, es positivo,
y nos deja esperando una tercera parte que cierre el círculo que queda aún
abierto.
Marta Querol, es valenciana, economista
y asesora de empresa, autora de diversos relatos cortos, colaboradora en
distintas publicaciones locales y foros de literatura; ha participado como
jurado en algún certamen de relatos y es autora del cuento infantil El niño que se convirtió en Rey Mago. Se
inició en la literatura por la puerta grande con El final del Ave Fénix, (Aladena, 2010) una de las finalistas del
premio Planeta 2008.
Ariodante