FLORENCE
MARRYAT
Alba 2012
Largo es el número de obras,
tanto literarias como cinematográficas, que han tratado el tema de la
influencia de los muertos o los espíritus en los vivos, de la solapación de
esos dos mundos, visible e invisible, corporal y espiritual, tanto si se cree
en ellos como usándolo a modo de metáfora o de parábola moral. Desde el
dickensiano Scrooge, el viejo avaro y desagradable al que un espíritu visita la
noche de Navidad para darle un buen repaso de modales, al fantasmal capitán Gregg, que se enamora de la
señora Muir y le cuenta su vida, ofreciéndole tema para una novela y compañía
en su soledad. Aunque en la contraportada del libro recuerdan el tema del filme
Qué bello es vivir, de Capra, creo
que tiene menos relación con ésta que con las distintas versiones de El cielo puede esperar, incluso con
aquella maravillosa película de Slondorff, El
cielo sobre Berlín o la deliciosa Los
fantasmas de Roma, de Pietrangeli. Por nombrar solo algunas.
En todas ellas los ángeles o
espíritus acompañan, como presencias virtuales, a los humanos, escuchando sus
pensamientos, tratando de consolarlos en sus desdichas, o de aconsejarlos en
sus acciones, prevenir los errores que pudieran estar tentados de cometer. Sin
embargo, apenas pasaban de generar un cierto frío, una corriente helada o una
sensación de bienestar, como cuando decimos ha
pasado un ángel, ante un largo silencio. Y los ángeles pasan, están.
Es esta obra más bien cuento
moral que novela, puesto que no cabe duda de la intención de su autora: por una
parte, mostrar que las acciones y comportamiento humanos revierten en sus
semejantes, para bien o para mal; y el mal que hacemos difícilmente tiene
remedio. Por otra parte, la autora, ferviente seguidora de grupos espiritistas
tan de moda en la segunda parte del siglo XIX, quiere demostrar que los
fallecidos siguen cuidando de sus seres queridos, les acompañan como ángeles
guardianes, insuflando buenos pensamientos y evitando decisiones equivocadas.
Aunque de limitado poder, pues el destino está en manos del Todopoderoso,
pueden lanzar avisos y advertencias, por vía de los médiums.
El prepotente y violento profesor
Alwyn de este cuento, pasa al mundo de los muertos y desde allí le hacen recorrer
virtualmente el de los vivos para comprobar lo mal que éstos le recuerdan y las
consecuencias de su comportamiento en la vida de sus hijos y de su segunda
esposa, Ethel. Los encuentros virtuales con fallecidos como su padre y su
anterior esposa Susan tampoco son agradables. La visión resulta tan
esclarecedora como tardía: poco puede hacer que no esté ya previsto en el
destino de cada uno. Pero el arrepentimiento parece presentar esperanzas de
reconciliación, aunque en el mundo espiritual.
Contada con ingenuidad y toques
humorísticos, con homenajes a la
actividad de su padre, el capitán Marryat, en el personaje del primo Ned el
marino y la aventura en el barco de Gillie, el hijo huido, la autora presenta
un punto de vista muy avanzado, en cuanto a la posición de las mujeres en la
narración. Por lo demás, casi toda la segunda parte se expande en digresiones
sobre el espiritismo y sus bondades.
Escritora, editora y dramaturga
inglesa, Florence Marryat (Brighton,1833-Londres,
1899) también actriz y muy conocida entre los círculos espiritistas de finales
del siglo XIX en Londres, como lo fue su contemporáneo Conan-Doyle. Hija del
famoso capitán Marryat, se casó y divorció un par de veces y procreó ocho
hijos. Marryat escribió varios libros, algunos de los cuales adaptó al teatro,
además de ensayos sobre el espiritismo, que le sirvieron de base para libros
como El mensaje del muerto.
Ariodante
2 comentarios:
Curioso libro. La verdad es que la Inglaterra Victoriana y su interés por el espiritismo llama la atención.
Sí, Conan Doyle estaba muy chiflado con ese rollo. Empeñado en hablar con sus familiares difuntos...
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