GEORGE MOORE
Ed. Belvedere, 2013
Texto muy peculiar, a caballo
entre la autobiografía, diarios, ensayos sobre arte y literatura, conjunto
irregular de propuestas y pensamientos, esas Confesiones resultan atractivas por la frescura y la soltura con
que están escritas, así como por la crónica que representan de la vida cultural
parisina y la londinense. En esta obra se vierte la vida y pensamiento de su
etapa juvenil escrita cuando aún era joven, (entre los 29 y los 36 años) y
pisaba ya la siguiente década, que en su época ya era considerada como madurez.
El escritor llevó una vida muy
irregular en su juventud, tardando en darse cuenta que era lo que más le podía
interesar en la vida. Probó suerte primero con la pintura, en el París de los impresionistas, lo que le llevó a darse
cuenta de la ausencia de talento para el arte, y luego descubrió a los
literatos simbolistas, y más tarde a los realistas, lo que le abrió las puertas
a la escritura, que finalmente fue la dedicación definitiva.
A lo largo de estas páginas, lo
que el escritor irlandés nos confiesa no son tanto sus andanzas cuanto su
periplo mental: lo que iba pensando de la vida, del arte, de las personas que
lo rodeaban y de los tres países que le acogieron alternativamente: Irlanda, Inglaterra
y Francia. Poco se nos cuenta sobre la vida que llevaba, (aunque nos dé
pinceladas) porque salta de una cosa a otra y apenas se detiene; cuando lo
hace, a veces resulta que cuenta detalles nimios, absurdos, o comentarios
grotescos. Habla con su conciencia en un capítulo, discute consigo mismo sobre
diferentes modos de enfocar la escritura en otros, analiza a unos y a otros,
inserta textos propios y ajenos, en fin, el libro es una miscelánea, aunque desarrolle,
grosso modo, la trayectoria vital que Moore siguió hasta los treinta y seis
años. «No soy más que un estudiante de salas de baile, bares, calles y alcobas.
―afirma― He leído muy poco: pero puedo aprovechar cosas de todo lo que leo, y
me acuerdo de todo» (pág. 95). Las opiniones sobre las mujeres son demoledoras,
y no he encontrado referencias de que matrimoniara con ninguna. Las consideraba
como los símbolos de la esclavitud masculina, poco más o menos. «Debido a la
esencia de su ser, una mujer joven no puede evocar ningún ideal más que el del
hogar; y el hogar es, a los ojos del soltero, la antítesis de la libertad, del
deseo, de la ambición» (pág. 80) Y no es que no le gustaran, y que no visitara
alcobas femeninas… pero a sus jóvenes años no quería compromisos de esa índole.
Además de los dieciocho capítulos
de las Confesiones, el propio Moore
añade a esta edición (que reproduce la de 1926) cinco artículos sobre diversos
temas: teatrales, literarios, incluso religiosos. Todo ello conforma un conjunto
pleno de vitalidad, ideas, recuerdos y propuestas culturales, a veces
tremendamente radicales. «¡Arte democrático! El arte es la antítesis de la
democracia(…) La masa no puede apreciar más que las emociones simples y naïve, la belleza pueril, por encima de
cualquier convencionalismo» (pág. 109). Estas son algunas píldoras de su
pensamiento: «El arte no es cuestión de matemáticas, sino de
individualidad»(pág. 108); «Para mí, literatura es cuestión de sensaciones,
intelectuales si se quiere, pero sensaciones al fin y al cabo, y reguladas por
los mismos caprichos (…) Sin duda alguna que una obra de arte es, por un lado,
juzgada por el cerebro y por otro lado, por las sensaciones» (pp. 92-93) Moore
es un diletante, un disoluto que añora a los snobs. Odia la masificación de la
cultura y la democratización del arte. No soporta el nuevo aire de vulgaridad
que se respira en los círculos culturales, y parece estar siempre en contra. «En
aquel entonces no sabía, como ahora lo sé, que el arte es eterno, que es solo el
artista el que cambia, y que las dos grandes divisiones ―las únicas posibles
divisiones―son: los que tienen talento y los que no lo tienen»(pág.90)
George Moore (Moore Hall, 1852 - Londres, 1933) Escritor irlandés,
uno de los introductores del naturalismo francés en Inglaterra. Tras una indisciplinada infancia en la
hacienda paterna, aprendió más de los mozos de cuadra que de los maestros de la
escuela; estudió en Oscott College, Birmingham, pero fue expulsado por vago; abandonó
los estudios y se marchó a París a aprender pintura, asistiendo a la Académie
Julian y, lo que resultó para él más importante: a la tertulia de escritores y
artistas impresionistas del café Nouvelle
Athènes, haciendo amistad con Manet, Degas y Corot. Los escritores Pater,
Balzac y Turguenev fueron sus modelos en literatura, aunque su primera influencia literaria fue la de
Baudelaire, publicando en 1877 una colección de poesías (Flowers of Passion);
tras una rápida visita a sus propiedades irlandesas en
1880, al año siguiente comenzó a
escribir (en francés) la primera versión de Confesiones de un joven,
versión que fue retocando más adelante y reescribiéndola en inglés. La publicó
por primera vez en 1888. Durante la década de los ochenta, vivió y escribió en
Londres. La década de los noventa la pasó en
Irlanda, relacionándose con W. B. Yeats, J. M. Synge, lady Gregory, Edward
Martyn. En 1911 volvió a Inglaterra, y describió
sus relaciones con los escritores irlandeses, sus entusiasmos y sus
desilusiones en la trilogía autobiográfica Salutación y despedida (1914).
Ariodante
Abril 2013
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