ARNOLD
BENNETT
Traducción Vicente Vera
Presentación Jesús J.
Pelayo
Edición José C. Vales
Impedimenta ed. 2013
El protagonista de esta
narración, que juega todo el tiempo con la doble identidad y las complicaciones
que crea la confusión de las dos personas, es un pintor británico, Prian Farll,
famosísimo artista casi podríamos decir que agorafóbico, al que no le atrae nada la fama, aunque viva
muy a gusto con las altas rentas que ésta le proporciona. De hecho, no solo no le gusta la fama: lo
único que le atrae de la vida es la pintura, es su arte. Lo demás, el mundo
exterior, le produce verdaderos sarpullidos, y trata de mantenerse lo más distante
posible. Obviamente, depende de alguien que le sirva de hilo conductor, de
contacto con la realidad cotidiana a la que detesta pero inevitablemente
necesita. Ese contacto es su criado y factótum Henry Leek, un bribón que sabe
sacar partido de tal dependencia. El problema se produce cuando el criado
falta, y el mundo exterior cae sobre nuestro protagonista como una losa.
Pero lo que en El Sirviente, (film de J. Losey que nos
viene a la mente al comienzo de la novela) es presentado de modo dramático, en Enterrado en vida se nos presenta desde
el principio con un humor desbordante, un humor divertido con un punto fuerte
de acidez, un relato con varias lecturas, que ridiculiza el mundillo artístico
a la vez que plantea preguntas nada ridículas sobre el arte y la vida, sobre el
amor, la lealtad, la traición y el valor de las cosas. Siguiendo con el patrón
cinematográfico, Enterrado en vida más
estaría en la línea de Bienvenido Mr.
Chance, de Hal Ashby, en la que un jardinero, (Peter Sellers) que solo sabe
de plantas y vive en un mundo aislado irreal, es transportado a otro, el mundo
real, del que no tiene noticia y al que mira con ingenuidad infantil.
Poco conocido y poco publicado en
España, Arnold Bennett ha sido para mí todo un descubrimiento. Tanto la
presentación de Jesús J. Pelayo como
el postfacio de Jose C. Vales
desvelan al lector gran parte de la vida y obra literaria de este prolífico
autor que vivía de su escritura, y que era partidario de una literatura que
describiera el mundo real, cotidiano, común, frente a los excelsos modernistas,
partidarios de ahondar en el mundo interior. Famosa fue la polémica que mantuvo
el autor con su contemporánea Virginia Woolf (excelente escritora, por otra
parte, aunque haya que reconocer que desplegaba una gran dosis de elitismo y de
esnobismo). Bennett afirmó en uno de sus artículos, que la señora Woolf «tenía
un gran éxito en un mundo pequeño», lo que le acarreó al pobre Bennett diez
años de encendido intercambio de críticas. Mientras Bennett defendía el common sense, el mundo material, la
Woolf insistía en que la realidad está
dentro del espíritu humano, en la mente humana: de ahí su teoría del flujo de consciencia, de la que
participaba con otros como Joyce, Proust, Tolstoi…y que ciertamente tiene su
interés, pero a veces puede llevar al solipsismo.
En su momento, como bien se nos va
explicando en el postfacio, Bennett vendía miles de ejemplares y vivía bien de
ello, mientras los exquisitos
bloomsburyanos, que no necesitaban de la escritura para vivir, apenas
vendían sus obras. El público tardó mucho en reconocerlos y, si bien siguen
formando parte de una élite literaria, han subido bastantes enteros en la
apreciación general, que les considera mucho mejor escritores que a Bennett,
que en sus días era reconocidísimo por el gran público y a la sazón, hoy parece
un escritor menor. A pesar de todo, el tiempo todo lo equilibra, y se vuelve a
reconocer que Bennett tiene obras magníficas, si bien la prolijidad de su
producción hace que encontremos un poco de todo y la valoración global resulte
irregular.
Justamente esta discrepancia
entre el objeto del arte y la mirada del artista, esta tensión fluye como
subtexto de la presente novela, entre otras ideas. El excelso pintor Prian
Farll lleva rumiando un cambio de vida. Se da cuenta de que su contacto con la
realidad es inexistente, y de pronto, una conjunción de hechos le hace ver lo
que se estaba perdiendo. Baja de su pedestal, sale de su jaula dorada (más bien
se ve forzado a salir) y se mezcla con la gente corriente, pero lo hace por
medio de una suplantación: se convierte en su propio criado, ya desaparecido.
Todo ello conduce a una serie de
despropósitos y confusiones delirantes, aunque también le lleva a conocer a la
mujer de su vida, la viuda Alice Challice, una mujer del pueblo, que será su
Sancho, su contrapunto, cumpliendo el papel del criado ausente: será su
contacto con la realidad. Ella se ocupará de todo. Y desde este momento,
resuelto el problema del mundo exterior, es cuando el artista que vive en su
interior vuelve a reclamar su puesto y entonces verdaderamente todo se
complica, hasta llegar al juicio final, en el que curiosamente la única manera
de resolver el caso es atenerse a la estricta observancia de la naturaleza: dos
lunares. Dos lunares físicos, muy sutilmente situados y habitualmente ocultos,
son los que darán la puntilla a una larga serie de desternillantes y satíricas
situaciones, que traslucen una finísima ironía sobre la sociedad británica y
sobre las nociones del arte.
Repito, para finalizar, el texto
que Bennett pone en boca de Farll, y que a su vez que cita Jesús Pelayo en la
introducción: «En arte, nada vale ni cuenta salvo la obra misma». Leamos, pues,
con placer esta novela y valoremos al autor por esta obra que nos divertirá,
nos hará pasar un rato muy simpático y nos dará qué pensar.
Ariodante
3 comentarios:
Gran reseña Ariodante. Descubro a este autor gracias a ti. Del grupo de Bloomsbury, no he leído nada pero me provoca cierta fascinación desde que vi una exposición de fotografías muy buenas sobre ellos.
Tengo este libro a punto de leer, en la parrilla de salida :D Impedimenta es una editorial que me encanta y esta portada ya se vende sola. Ver comentarios tan positivos del libro no hace más que aumentar mis ganas de leer el libro.
Gracias por la reseña. Un saludo.
Gracias, Ana, gracias, Hagakure, por vuestros comentarios.
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