LA MULA
JUAN ESLAVA GALÁN
Planeta booket, 2010
¿Es esta una narración sobre la
guerra civil? ¿Otra más? Creo que no. Ambientada en ella, desde luego, desde el principio
al final. Sin embargo es, principalmente, la historia de una ilusión, una
ilusión que nada tiene que ver con la guerra. Una ilusión que pasa incluso por
encima del amor. Porque es la historia de un mulero, un hombre sencillo que
vive toda la guerra entre mulas, pero que ha adoptado a una como propia, se
ilusiona con que es suya, le pone nombre, Valentina, y la cuida, alimenta, mima
como si de una mujer se tratara. Esa mula representa su futuro, es un bien
preciado porque supone trabajo y una verdadera mejora en su situación familiar.
Para Juan Castro la mula es lo más valioso, incluso más que la medalla que le
concede Franco por la heroicidad inventada por un periodista.
Batalla de Valsequillo: la última
gran operación militar de la República en la que se mueve el cabo Juan Castro,
de Andújar, hijo de los criados de Don
Federico, el marqués; siempre han vivido a su sombra, han sido tratados bien y no tienen queja. Al
comenzar la guerra les pilla el lado contrario. El marqués sale pitando a
Biarritz y a los empleados se les alista como tropa en el ejército republicano o
se les encarcela. Castro comienza, pues, la guerra en el lado rojo, pero a la
primera que puede se pasa al lado nacional, donde queda el resto de la guerra
hasta su final, como mulero. Nunca le toca pelear en el frente, aunque a veces
se vea en situaciones apuradas. Lo que vamos a conocer de su mano es otro
mundo, no del de las batallas, sino las bambalinas, la trastienda de la guerra.
Castro se enamora de una chavala,
Conchi, una jovencita de buena familia y de buen ver, que vive en Peñarroya. Y
no se le ocurre otra cosa que hacerse pasar por alguien con posibles, alguien
del mismo estatus que la chica. Transcurre la guerra por tierras andaluzas, de
aquí para allá con las mulas. El autor nos refleja muy bien el ambiente de la
tropa, gentes de pueblo; de los mandos, gentes de cuidad o de cierto rango
social; de las relaciones con los civiles, los trapicheos, las chicas, los
bailes, el desfogue de los cansados guerreros y también las relaciones de un
bando y otro, fuera del momento en que la cosa va en serio y zumban los
proyectiles. Porque los que hay a un lado y otro del frente son o a veces
pueden serlo, del mismo pueblo, parientes o incluso amigos, como el caso del
Churri, amigo de infancia de Castro. Churri es un republicano convencido, un
izquierdista pleno de ideología, pero es amigo de Castro, y llegado el momento
se reencuentran gozosos. O el Chato, que sigue a Juan por amistad y porque solo
confía en él, le da igual el lado en que luchen, lo que quiere es ir juntos. O
el alférez Estrella, que en una borrachera cuenta a Juan sus secretos; el moro
Mohamed, que trapicheara en el bazar… En suma, una serie de gente simple y
humilde, con ideas generales muy vagas y con una serie de puntos fijos:
sobrevivir y asegurarse un futuro. «Es la experiencia de la mayoría―en palabras
de Eslava Galán―: personas que de pronto se encuentran atrapados en una guerra,
con todo lo que tiene de terrible, y que realmente no están por motivos
ideológicos sino porque les ha tocado en suerte esa papeleta».
Rebosante, al mismo tiempo, de
humor, el relato muestra lo absurdo de determinadas situaciones que son, por
otra parte, habituales en las guerras civiles. Hay un fuerte dramatismo en
ellas, pero el autor prefiere enfocar su historia desde el punto de vista de lo
absurdo de todo, usando toda la obsesión de Castro por su mula como motivo
central. Hay momentos en que parece que desee más a la mula que a Conchi. Y
ciertamente la mula le plantea menos problemas que la chica…salvo cuando se
pierde y ha de ir a buscarla en pleno fragor de la batalla.
El autor, que ha afirmado en
repetidas ocasiones la inspiración en su padre para el personaje de Juan
Castro, dice en una entrevista: «Yo he querido desproveer de mensaje ideológico
porque mi padre era una persona sencilla. Si hay una motivación intelectual
detrás de la novela es pensar que todos fuimos españoles, todos cometimos
errores y tenemos que reconciliarnos y seguir adelante, por los nietos de los
que hicieron aquello.» Y para ello mezcla episodios reales de la vida de su
padre con otros claramente ficticios, porque escribe una novela, no una
biografía. Se vale de la experiencia paterna para, por una parte, abordar el
tema de la gente de a pie que se vio envuelta en un terrible conflicto sin comerlo
ni beberlo; y por otra, la vida humana, en singular, el punto de vista de un
individuo, una persona del pueblo, sin estudios y sin ideas políticas, pero que
quiere salir adelante como sea.
El resultado es una novela vital,
emotiva, con mucho humor, escrita con el lenguaje de gente llana y sin cultura,
que trata de ver a las personas al margen de las filiaciones políticas, como
seres humanos que viven, aman, tienen ambiciones y deseos, y luchan por ellos.
O al menos, lo intentan.
Juan Eslava Galán nació en Arjona
(Jaén) en 1948; se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Granada
y se doctoró en Letras con una tesis sobre historia medieval. Amplió estudios
en el Reino Unido, donde residió en Bristol y Lichfield, y fue alumno y
profesor asistente de la Universidad de Ashton (Birmingham). A su regreso a
España ganó las oposiciones a Cátedra de Inglés de Educación Secundaria y fue
profesor de bachillerato durante treinta años, una labor que simultaneó con la
escritura de novelas y ensayos de tema histórico. Ha ganado los premios Planeta
(1987), Ateneo de Sevilla (1991), Fernando Lara (1998) y Premio de la Crítica Andaluza
(1998). Sus obras se han traducido a varios idiomas europeos.
Ariodante
2 comentarios:
A nosotras la verdad es que no nos llama.
Acabo de leer (y reseñar) Los soldados lloran de noche, de Ana María Matute, así que dejaré pasar un tiempo, pero tomo (bueno mejor dicho retomo) nota de La mula.
Cómo nos gustan las historias de seres humanos, eh ;)
Besos1
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