¿Qué incita a un
lector a elegir un libro entre muchos? ¿Qué valoramos más de un texto? ¿Su
presentación, autor, contenido o tema? Son preguntas que muchos se hacen y
otros deberían hacérselas. Antes que nada, hablamos de libros, pero entendemos
por ello textos escritos, (ficción, poesía, drama o ensayo, reportaje o
biografía) no importa el formato en el que se presenten. ¿O sí importa? Estamos
actualmente habituados al libro en papel, en distintas presentaciones: tapa
dura, rústica, bolsillo,… pero no siempre fue así, y ya empiezan a coexistir
otros nuevos formatos.
Recordemos -por comparación- que,
no hacen todavía demasiados años, los amantes de la música la escuchábamos y
coleccionábamos en vinilo, en unos enormes álbumes, portadas preciosas e
incluso con las letras de las canciones y alguna otra información incluida.
Tras ello pasamos años con los cassettes,
en los que podíamos grabar nuestra propia música y ocupar menos espacio. No era
tan bonito, pero funcionaba y era más barato. Hasta que empezaron a fallar…
Aquellos interminables intentos de reintegrar a su sitio las cintas por medio
del bolígrafo Bic. Cuando eclosionó el fenómeno del cd y el dvd,
algunos se rasgaron las vestiduras y auguraron un futuro incierto al nuevo
invento…pero ha habido unos años de verdadera pasión por los dvds musicales. Con
la música digital, todos estos problemas han pasado a la historia y tras una
breve pero intensa refriega, los aficionados a la música tienen diferentes
opciones y eligen según su espacio, capacidad económica o gusto.
Volviendo al
tema de los aficionados a la lectura; cuando estos eligen un libro se pueden
decantar por diversas opciones: una atractiva portada, un título sugestivo, el
índice o la información de su contenido en la contraportada, la confianza en el
autor, el tamaño de la letra, la cantidad de páginas…(sí, aunque no lo crean,
hay electores para todas estas opciones), y asimismo pueden hacerlo por
sugerencia de otra persona en cuyo gusto literario que confían, o pueden buscar
un libro que se cita en otro, o cuyo tema les sugiere indagar más versiones del
mismo. Cabe, asimismo, elegir un libro al azar, o para conocer nuevos autores,
o para pasar un rato entretenidos en las esperas de un viaje. Dejamos al lado
los coleccionistas de libros antiguos, para no complicar más el tema. Depende
qué busque un aficionado en la lectura, elegirá una cosa u otra.
Personalmente he
leído excelentes obras en ediciones lamentables, cuya letra casi se borraba por
ausencia de tinta suficiente, traducciones terroríficas, con portadas inexistentes y con páginas pegadas,
incluso. Concretamente, mi primera lectura de En busca del tiempo perdido, de Proust, fue en una deleznable
edición sudamericana que compré de ocasión –porque no encontraba otra mejor o
porque mi bolsillo estaba en las últimas- y que maldecía mientras lo empezaba
pero olvidaba después, al sumergirme en
el texto. En otras ocasiones he comprado libros por saber de un autor (y he
tenido sorpresas de diferentes tonos), porque su tema me ha interesado; la
portada solo ha sido decisoria, en mi caso, si había dos o más opciones a elegir, y
últimamente, el tamaño de la letra me hace decidir por razones de vista
cansada.
Sin embargo, hay
una cosa que tengo muy clara: es el contenido del libro lo que cuenta, a la
postre. Lo demás son aditamentos, que mejoran o empeoran la lectura. Por ello,
encuentro que el formato digital tiene por el momento algunas ventajas que
superan con creces al libro en papel, si bien aún faltan por resolver
tecnológicamente otros detalles.
La aparición del
libro digital, (e-book) implica, ya de por sí, un abaratamiento de costes y por
tanto un mayor acceso y difusión de las obras al gran público. Distribución y lectura
inmediatas, inmensa capacidad de
almacenamiento y comodidad de ajuste del tipo de letra para los cansados ojos
lectores. ¿Implica ello la desaparición del libro en papel? No lo creo.
Implica, eso sí, la especialización de las editoriales y librerías, la
reducción de las tiradas, un menor gasto en papel y por tanto una menor
destrucción de árboles (y replanteamientos económicos para la industria
papelera)…estos son procesos inevitables. Todos los cambios conllevan
conflictos, pero volvamos a lo que yo analizo aquí, que no son los conflictos a
nivel macroeconómico sino la actitud del lector.
¿Se ganan
lectores con el nuevo formato digital? Obviamente sí, lectores potenciales.
Pero a la práctica, aún pasarán años, como en todos los cambios, en los que la
mentalidad del público tardará en hacerse a la idea y acostumbrarse a los
nuevos formatos. Los jóvenes lo aceptan más fácilmente que los mayores, por
estar ya habituados a la música digital y en general, a la informática. ¿Es
bueno o malo un formato concreto? Yo no hablaría de la bondad de un formato,
sino de la bondad de una obra. Hablaría
de la mayor o menor utilidad -o belleza- de un formato, pero, cualquier formato
que ayude a acercar una obra al potencial lector es adecuado.
Las tablillas de
cera o de cerámica en las que se escribía en la antigüedad clásica, los
pergaminos, los papiros, los códices miniados medievales, los primeros libros
de imprenta, las publicaciones por entregas de los siglos XVIII y XIX, los
preciosos libros encuadernados en piel…todo ello es ya historia. Pero seguimos
leyendo a Homero, a Virgilio, a Cervantes, a Shakespeare…y eso es lo que
importa.
Ariodante
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