LEER IMÁGENES
ALBERTO MANGUEL
Alianza, 2011
Comienza el libro citando a Laurence Sterne, y lo vuelve a citar
en el prólogo “rara vez llego al lugar hacia el cual parto”, nos dice Manguel
para justificar que si bien su propósito era escribir sobre nuestras emociones
y el modo en que afectan nuestra lectura de las obras de arte, lo cierto es que
ha ido desviándose a otras metas, otros caminos. Lo cual presenta agradables
sorpresas. Insiste, eso sí en que no intenta probar nada, su discurso no es el
de un historiador del arte ni el de un especialista, sino el de un aficionado…a
la lectura, que, llevado por la simple curiosidad, se acerca a la pintura
convencido de que es posible extraer un
mensaje de ella, puesto que de un lenguaje se trata, aunque sea visual.
En doce capítulos, eligiendo a un artista en cada caso y una obra
en concreto, Manguel se explaya y hace girar su mirada, deambulando por la
obra, el artista, el contexto, …y nos muestra que, efectivamente, se puede leer
una imagen, podemos descubrir al artista que hay tras ella, y entablar un
diálogo o simplemente, escuchar lo que nos cuenta. Porque las imágenes nos
proporcionan información, eso es evidente: símbolos, signos, mensajes y
alegorías. Como las palabras (y cito a Manguel, que parafrasea a Shakespeare)
“son la materia de que estamos hechos”.
Así, en los doce capítulos estudia diversas facetas de la imagen:
como relato, ausencia, acertijo, testigo, comprensión, pesadilla, reflejo,
violencia, subversión, filosofía, memoria y teatro.
El primer capítulo habla, pues, de la imagen como relato.
El cuadro que elige es “Barcas de pesca en la playa de Saintes Maries”,
de Van Gogh, pintura que Manguel vio por primera vez a los nueve años y que
recuerda como su primer contacto consciente con el arte. Su mirada sobre el
cuadro, muchos años más tarde, le provoca otras reacciones. Lo que vemos es el
cuadro traducido a nuestra propia experiencia, nos dice. Solo podemos entender
un texto si conocemos el lenguaje, si disponemos del abecedario adecuado. Con
las imágenes pasa igual, nos viene a decir Manguel.
La imagen como ausencia
centra su digresión en una obra de Joan
Mitchell, “Dos pianos”, que le da pie para hablar del expresionismo abstracto,
como un modo de trabajo fuera del lenguaje o con un lenguaje ausente. Pero aun
así, los colores per se producen un placer material, además de ser emblemas de
nuestras relación emocional con el mundo. Y ahí Manguel entra en Leon Battista
Alberti, Newton, Diderot, Goethe y Locke….etc. sobre los sistemas elaborados
para analizar, clasificar y entender el color. Dos pianos sugiere una escritura
borrada o revisada por medio del color. Como un palimpsesto.
En el siguiente capítulo, la imagen como acertijo, el cuadro que da pie a su discurso es “La Virgen de la
pantalla de mimbre”, atribuida a Robert Campin…y nos sorprende su capacidad de
observación y de sugerir connotaciones,
de sacar consecuencias de todos los detalles que el cuadro encierra.
La imagen como testigo,
tiene elegida una fotografía de Tina Modotti, y en ese capitulo gira su
reflexión sobre la fotografía y la reproducción de la realidad, y la
trayectoria de Modotti.
La comprensión tiene
como imagen una pintura de Lavinia
Fontana (hacia 1570), “Retrato de Tognina”, una especie de niña lobuna, y
analiza en el capítulo los retratos de seres aberrantes, hombres-lobo o mujeres
peludas o barbudas, así como diversos cuadros de mujeres artistas, y los
motivos que escogían.
Para la imagen como pesadilla
usa una pintura casi surrealista de
Mariana Gartner, “Cuatro hombres de pie”, estudiando la obra de esta
pintora y comparándola con otras procedentes del surrealismo.
El reflejo como imagen usa el mosaico de la batalla de Isos,
de Filoxeno de Eretria, analizando una
serie de retratos o supuestos retratos, considerándolos como espejos, reflejos
de la realidad.
Violencia está representada por el cuadro “Mujer llorando”
de Picasso, que considera como uno de los más memorables, previo y en relación
a su “Guernica”, en el que analiza su relación con Dora Maar.
La imagen
como subversión toma una escultura
el San Pedro, de El Aleijadinho,
escultor brasileño Antonio Francisco
Lisboa, llamado El Aleijadinho, ( El
Lisiadito), que fue maestro del barroco escultórico colonial, y analiza su
obra en relación a la situación de la época.
En la imagen como filosofía pasamos a la arquitectura, concretamente a Claude
Nicolas Ledoux y su construcción de la Casa real de la Sal en Arc-et-Senans.
Pero las reflexiones giran con ese motivo, sobre las ciudad ideal vista por
distintos teóricos del arte y los utopistas.
La memoria
como imagen presenta la maqueta al monumento al Holocausto de Peter Eisenman :
la obra de arte ha de dar pie a un compromiso, debe obligar al espectador a una
confrontación, y así ofrecer una lectura esclarecedora.
Finalmente el teatro
donde nos presenta la pintura del Caravaggio, “Las siete obras de misericordia”,
que entiende Manguel como prototipo de escenario donde se nos muestra una serie
de actos, a modo de representación teatral.
En un tiempo como el que vivimos, donde priman las imágenes sobre
los textos escritos, Manguel plantea en conjunto reflexiones como que “adoramos
las imágenes, pero no aprendemos a fondo con su ayuda”, carecemos de un vocabulario
compartido, cuando en otras épocas en las que el analfabetismo era mayoritario,
las imágenes tenían una función informativa que suplía la lectora. El autor argentino canadiense cree
que deberíamos disponer de ese vocabulario, y que de ese modo estaríamos en
condiciones de desvelar el contenido de las imágenes artísticas. Lo cierto es
que, como luego el propio autor nos advierte, si bien esta es la idea
principal, las digresiones son continuas aunque muy interesantes y curiosas, pero a veces nos alejan demasiado con la idea
que nos ha querido mostrar al principio.
El escritor, traductor y editor argentino Alberto Manguel (Buenos Aires,1948) pasó su infancia en Israel,
país donde su padre era embajador. De regreso en su tierra natal, el joven que
tuvo la suerte de conocer a Jorge Luis Borges (a quien le leía libros cuando el
autor ya estaba casi ciego). A lo largo de su vida, este argentino que escribió
junto a Gianni Guadalupi el libro titulado “Diccionario de lugares
imaginarios”, vivió en Tahití (donde fue editor de “Les Editions du Pacifique”)
y en Toronto, (Canadá) donde permaneció cerca de veinte años y trabajó, de
forma regular, para diversas publicaciones y editoriales.
“Noticias del extranjero”, “Historia de la lectura”, “En el bosque
del espejo”, “Stevenson bajo las palmeras”, “Nuevo elogio de la locura” y “La
biblioteca de noche” son algunos de los títulos que pertenecen a la obra
literaria de este escritor nacionalizado canadiense que ha fijado su residencia
en Poitou-Charentesen (Francia).
Ariodante
Julio 2014