PATRICK MODIANO
Anagrama, 2008
En esta novela corta, como nos tiene acostumbrados Modiano, se trata
de reconstruir, a base de distintas versiones y puntos de vista, una historia
pasada. Una historia de seres desarraigados, solitarios, huidizos, que
deambulan de café en café, de barrio a barrio, de metro a metro, recorriendo
París, un París que ya no existe. Hay varios narradores, que cuentan en primera
persona como se conocieron unos y otros, alrededor de un eje común, el
personaje de Louki/Jacqueline, y un lugar común, el café Le Conde, un café que
tampoco existe ya, como cuenta Roland a Guy de Vere, al encontrarse casualmente
muchos años después.
Así, la novela reconstruye, mostrando los distintos puntos de vista,
los hechos y lo que pudo haber pasado. En el Café Le Condé, se reúnen
periódicamente una serie de personajes, que van y vienen, se conocen y se
reconocen antiguos conocidos. Nadie parece ser lo que dice que es y todos
buscan su propio camino. Los jóvenes porque tienen el futuro por delante, y los
veteranos, hurgan en el pasado para saber que les espera. Hay, pues, un
conflicto de identidades, nombres que se usan para cubrir ausencias o para huir
de vidas falsas, buscando una vida de verdad, como en algún
momento expresa Jacqueline.
Tenemos la primera versión, la de un estudiante de Minas, que años
después recordará al grupo que habitualmente se estuvo reuniendo en el Café.
Otro, al que apodaban el Capitán, le cedió su libreta donde anotaba
todas las llegadas y partidas de parroquianos, buscando lo que el llamaba los
"puntos fijos". Así, basándose en las anotaciones y los recuerdos que
surgen de ellas, este primer narrador introduce a Louki, desconocida que en
realidad se llama Jacqueline, y que aparece a veces con un "moreno de
chaqueta de ante" y que luego sabremos que es Roland (cuyo nombre tampoco
es ése), y también introduce al siguiente narrador, Caisley, un falso editor de
arte.
Caisley es el siguiente personaje que igualmente tiene un pasado a
ocultar y que nos lleva a Jean Pierre Choureau, lastimoso personaje que a su
vez intenta recuperar a una Jacqueline perdida. Pero el pasado está muerto, y
Paisley encuentra en Montmartre recuerdos que no desea avivar, como su vida
anterior, que intuimos turbia y dudosamente relacionada con la información
policial de la época de ocupación.
La tercera narradora es la propia Louki. El pasado de Jacqueline lo
cuenta ella misma en primera persona, (lo cual será desconcertante para el
lector) anticipando su futuro. Personaje desapegado, huyendo de sí
permanentemente, Louki/ Jacqueline transita por estas páginas dejando una
impresión de vida irreal, de ficción, que solo cobra realidad con el drama
final.
Roland (nombre que también usa Modiano en "La calle de las
tiendas oscuras" ) da su versión de cómo conoce a Louki en las sesiones
orientalistas de Guy de Vere, y ambos jóvenes, que llevan unas vidas dispersas,
acaban por conjuntarlas e intentar una andadura común. Louki le introducirá a
los compañeros del café Le Conde, y le
hablará de su amiga de tiempos pasados Jeanette Gaul. Esta sigue manteniendo
influencia sobre Louki, lo que precipitará el final.
Otros temas que se leen entre líneas son relacionados a la vuelta del
pasado, el eterno retorno. La idea de la huida y el encubrimiento, es común en
las novelas modianas, y lo que en algún momento se cita en esta narración,
"las zonas neutras" y su búsqueda por parte de algunos personajes, en
concreto Roland, denota un deseo de pasar desapercibido, de ocultar algo
innombrable, unos demonios que no deben salir a la luz. Una culpa oculta, es lo
que parece desprenderse de estas ideas.
Pasea Modiano al lector por un París de juventud, los años sesenta,
una ciudad llena de gentes, lugares y paisajes, de ideas y de usos ya en
desuso. Y vuelve a la actualidad con nostalgia y con cierta tristeza. Amores
perdidos, ambiciones truncadas, en suma, un mundo desaparecido ya.
Ariodante