JOSÉ VICENTE PASCUAL
EDICIONES B, 2015
“Hubo un tiempo”, “érase una vez”...Así comenzaban
las narraciones orales antiguamente. O los cuentos de nuestra infancia,
escuchados una noche de invierno al abrigo de las mantas, antes de abandonarse al
sueño, reunidos ante la chimenea encendida,… o quizás en la terraza, en una
insomne y cálida noche veraniega. Leer Interregno
despierta la ensoñación, transportando al lector a una época incierta y un
difuso escenario geográfico, en esos siglos en los que la bruma confunde realidad
y leyenda; una larga época de cambio, oscura y misteriosa, propicia a lo
extraordinario, donde se sumerge el lector en una mezcla de creencias, mitos y
leyendas a la vez que presencia crudas y terribles realidades.
Hay dos ideas generales que sobrevuelan toda esta
historia. Por una parte, la del enfrentamiento de dos visiones del mundo: la ancestral,
ya moribunda, frente a otra naciente y nueva. El mundo antiguo, poblado de seres
mitológicos: dioses, ninfas, espectros y animales legendarios, va a ser
reemplazado por los defensores de la Verdadera Religión, que, gracias al apoyo de los
emperadores romanos de oriente y occidente, defienden su fe y la pervivencia de
la Iglesia ante el avance incontenible de las tribus invasoras en el norte de
la península ibérica (suevos, vándalos y alanos). Esto ocurre hacia principios
del siglo V: Roma es un pálido recuerdo del pasado, y los invasores se disputan
el botín.
Y por otra, el binomio Oro-Sangre: la lucha por el
poder ligada a la guerra, y la muerte. El componente humano representa el
anclaje de toda historia. La humanidad, retratada en sus momentos más feroces o
en sus momentos más sublimes. Porque el ser humano es así: puede ser sublime,
...pero suele ser más bien feroz, cruel, implacable. Una manada de lobos,
podríamos decir, parangonando a Hobbes. De ahí que la relación del oro con la
sangre sea un leit motiv en la
narración. El eje alrededor del cual gira la acción social humana es, sin duda,
la lucha por el poder, simbolizado magníficamente por el Oro.
Y en este punto hago otra inflexión, en cuanto a
las múltiples connotaciones y simbolismos de esta novela: a muchos lectores les
vendrán a la mente las hazañas de Sigfrido, el héroe de «Los Nibelungos», brillantemente
representado en las óperas wagnerianas. El Oro del Rhin, custodiado por el
Dragón, las ninfas del río, los gigantes titánicos y los enanos de las
catacumbas doradas, los herreros míticos, la walkiria Brunhilda…todo ello
conforma un eco al que nos remite Interregno.
Porque tanto las lecturas tardorromanas como las sagas nórdicas y germanas,
reflejan el impacto, el choque que representó la irrupción del cristianismo
como fenómeno social y concepción del mundo, frente a las mitologías germánicas
o grecolatinas.
Y aún diría más: el lector más joven, que quizá no
haya disfrutado aún de lecturas más clásicas pero sí de otras épicas más
recientes como las creadas por Tolkien, también encontrará referentes en este
texto. Hay unas cuantas; concretamente, en la parte donde se cuenta sobre la
ciudad de los muertos, Horcados Negros, y la espectacular batalla en la que los
espectros milenarios intervienen decisivamente.
El argumento de Interregno
se compone de tres partes y un epílogo:
«Las leyes del pasado», «El templo de piedra» y «El oro de Vadinia»,
partes contadas por un narrador universal y el epílogo, contado en primera
persona. La novela comienza en «La liebre cazadora», una posada que parece buen
refugio en tiempos convulsos. Egidio, un joven cazador furtivo y ladronzuelo,
recibe un obsequio de manos de Eresvita, la jovencísima posadera; regalo que le
convertirá en el futuro héroe principal
de esta historia. A partir de ese comienzo, la narración alternará los puntos
de vista, articulando los diferentes escenarios y contiendas, mostrando un
entramado de ambiciones y estrategias, amores y odios, lealtades y traiciones; con
lo que no hay un momento de descanso en la lectura, cuyo ritmo no decae:
siempre hay un nuevo motivo de interés para seguir leyendo.... una historia que
acaba justamente en la misma posada, bastantes años más tarde, donde se refugia
un monje gordinflón y bebedor, Gotardo, que cuenta, no sin cierta retranca, hechos
pasados, vividos o soñados, a una ya
madura Eresvita, al calor del fuego nocturno.
Hay muchas felices creaciones en este libro: el
personaje de la dulce Irmina, cuya infancia simboliza el mundo mágico y en su
vida adulta asume la más dura realidad. El protagonista Egidio, que de furtivo
ladrón deviene en Señor de Horcados Negros y jefe de las huestes “bagaudas”,
gracias al arco de Daciano (inmediatamente volamos a Ítaca y vemos a Ulises
tensando el arco) y al artúrico amor de Irmina. Personajes tan dispares como
los guerreros Hidulfo y Walburga, mantienen una estrambótica simbiosis, no
carente de cierto humor negro. Alpida es una suerte de walkiria o amazona, una
mujer guerrera; los mellizos Doménico y Genebrando, gigante y enano, son radicalmente
contrapuestos; los trece Olvidados, espectros guerreros que siguen a Hidulfo en
esa lucha fantasmal entre la vida y la muerte. El rey Hermod de Gottwissen, que
alimenta su longevidad con corazones palpitantes de sirenas o ninfas grises; las propias ninfas, personajes tan
mitológicos como las que guardaban el oro del Rhin o habitaban el lago
artúrico. La reina Lupa de Luparia, personaje de breve aparición, pero de una
lucidez asombrosa. Los niños Marcio e Irmina ocultos en una barca (Moisés y
Mordred revisitados), protegidos por las ninfas de las aguas. En fin, toda una
coreografía que compone una obra absolutamente polifónica, en la que todos los
personajes son interesantes, unos más que otros, en función de sus apariciones
en escena. Mención especial al lenguaje usado por el autor; lenguaje muy
cuidado, en ocasiones alegórico, muy expresivo y rico, con un soterrado humor que
marca un contrapunto entre los héroes, personajes principales y la tropa, esos
personajes de a pie que también tienen su papel y cubren un hueco necesario.
La épica, como género
literario que cuenta las hazañas de héroes, comienza con Homero en la cultura
mediterránea para continuar con las sagas nórdicas, el ciclo artúrico y el
germano “Cantar de los Nibelungos”. Pues bien, esta es la categoría
en la que más se ajustaría Interregno,
texto poblado de aventuras, héroes, seres extraordinarios, mágicos o míticos, y
sin embargo dotado de una base firmemente anclada en la dura roca de la
naturaleza humana. En mi opinión, la mejor literatura. Con la cultura grecolatina, la
mitología céltica y el “ciclo artúrico”, las sagas nórdicas y germanas está en deuda toda la literatura
occidental, y en este caso concreto, José Vicente Pascual, que recoge esa
tradición, a la que añade, ya en las letras hispánicas, la herencia de Cunqueiro
y Perucho. Los relatos épicos clásicos entrelazan el componente humano (batallas,
ambiciones, deseos, lealtades, traiciones….) y el divino, permitiéndose gestos
mágicos y abriendo la puerta a hechos que la razón no puede contemplar pero que
la imaginación disfruta intensamente al descubrirlos. Interregno es un espléndido ejemplo contemporáneo de literatura
épica española.
José Vicente Pascual (Madrid, 1956) es autor de numerosas novelas y
libros de relatos. Entre sus obras destacan La montaña de Taishán
(Premio Azorín 1989), El capitán de plomo (Premio Café Gijón 1993), Palermo
del cuchillo (Premio Alfonso XIII 1995; Ediciones B, 1996), Juan Latino,
El país de Abel (finalista del Premio Nacional de la Crítica 2002), La
diosa de barro, Homero y los reinos del mar (finalista del Premio
Caja Granada de novela histórica 2009), Los fantasmas del Retiro, La
hermandad de la nieve (Premio Hislibris a la mejor novela histórica y mejor
autor 2012) y Almirante en Tierra Firme (Premio Hispania de novela
histórica 2013). Durante décadas ha sido
redactor y colaborador habitual en diversos medios de prensa escrita. En la
actualidad forma parte del equipo de redacción del periódico digital El
Manifiesto. Es miembro de la Academia de
Buenas Letras de Granada.
Ariodante