ARTURO
PÉREZ-REVERTE
Ed. Alfaguara,
2015
“Sería de justicia recordar que, en tiempos de
oscuridad, siempre hubo hombres buenos que lucharon por traer a sus
compatriotas las luces y el progreso… Y que no faltaron quienes procuraban
impedirlo.”
A. P.-R.
Arturo Pérez-Reverte suele generar polémica
con sus intervenciones personales (artículos de prensa, entrevistas,
conferencias), y a veces hay quien confunde al hombre con el escritor,
descalificándole o ensalzándole por manifestaciones que nada tienen que ver con
su obra literaria, la cual considero que cada vez muestra una mayor madurez.
Esta última que tratamos aquí, con formato de novela pero estructurada, como ya
es habitual en muchos autores contemporáneos, con doble discurso ficción/no
ficción, cuenta un relato basado en hechos reales: el viaje a París de dos
académicos de la lengua española con el objetivo de adquirir una primera
edición de la Encyclopédie. Y simultáneamente, muestra el proceso investigador,
apasionante, que precede y acompaña a la escritura de un relato.
Tal viaje tuvo lugar, desde luego: el
bibliotecario don Hermógenes Molina y el brigadier retirado (al que apodan el almirante) don Pedro Zárate,
recibieron de sus compañeros y con el visto bueno del rey Carlos III el encargo
de viajar a París para conseguir los 28 volúmenes de la enciclopedia francesa
editada entre los años 1751 y 1772 bajo la dirección de Denis Diderot y Jean Le
Rond d'Alembert. Tarea que se presentaba ardua y complicada, tanto por el viaje
como por la propia compra en sí. Hay que
tener en cuenta que la primera edición era la más solicitada y por tanto
difícil de encontrar completa. Se habían hecho posteriores ediciones y
reimpresiones, casi todas en Suiza, pero con frecuencia introduciendo cambios
no siempre deseados. En España era una obra prohibida, e incluso en Francia era
objeto de una posición algo confusa, en los tiempos pre-revolucionarios que se
estaban viviendo. Pero Carlos III era un rey ilustrado y dio su permiso para
que la Real Academia incluyera tal obra en su biblioteca y aumentase de este
modo el patrimonio cultural de los españoles.
El viaje fue, como todos los viajes de la
época, incómodo y a veces peligroso. Los movimientos por París fueron lentos, y
las dificultades no pocas. Porque si bien dispusieron de cierta ayuda por parte
de la Embajada, a cargo del Conde de Aranda, también hubo quien trató de
entorpecer las investigaciones. Lo cierto es que llegó: la Encyclopédie se
halla desde entonces en los estantes de la biblioteca de la Real Academia Española.
Allí es donde la encontró el autor y le
entró la curiosidad por conocer los detalles de cómo llegó, quién la trajo y
demás. La aventura de investigar estos hechos no podía menos que seducir al
periodista que Pérez-Reverte lleva dentro. De este modo, tan interesante
resulta conocer el proceso de descubrimiento e investigación del viaje como
leer la reconstrucción literaria que el autor hace de éste. Porque lo que había
documentado era poco: cartas, actas de la Real, y no mucho más. Pero la mente
del escritor se dispara: seguimos el proceso de búsqueda, tanto en la Academia
como en librerías de lance, en buquinistas parisinos, hasta dar con planos del
París de la época, opúsculos que dan cuenta de las casas de posta de esos años,
de las costumbres, las comidas, las ropas y demás datos necesarios para recrear
y ambientar un relato. Es un relato en el que sumergidos en el último tercio
del siglo XVIII el lector no solo puede apreciar cómo se viajaba, comía,
vestía, alojaba y demás actos cotidianos y domésticos, sino de qué se hablaba y
qué problemas preocupaban a los hombres de esa época, según su categoría
social.
El relato prima más la conversación que la
acción, aunque la haya, por supuesto; pero el autor quiere mostrar por medio de
los diálogos entre estos dos personajes casi cervantinos, el almirante (alto,
enjuto, ilustrado, librepensador) y el bibliotecario, (bajo, rechoncho,
creyente y conservador) el reflejo de la España de los tiempos que corrían, el
ya permanente enfrentamiento entre las luces y las sombras, la España de
pandereta, siesta y aquí-me-las-traigan y la España que busca el progreso, la
ciencia y la investigación. Las conversaciones entre ambos viajeros no tienen,
pues, desperdicio. Como tampoco lo tienen las conversaciones que el autor tuvo
con las personas que le ayudaron en su investigación. Y no solo muestra la
España atrasada y pueblerina: muestra también la Francia prerrevolucionaria,
con sus tensiones y fuertes contrastes, a punto de ebullición pero aún
manteniendo el estatus dieciochesco, de los mejores momentos del Siglo de las
Luces. La contraposición de ideas, la libertad de usos y costumbres que nuestros dos compatriotas encuentran en
París, al bibliotecario don Hermógenes asombra y perturba mientras al almirante don Pedro complace y admira.
Don Pedro se mueve en su ambiente entre
los aristócratas e ilustrados. Quizá entre las damas se ve turbado el viejo
marino soltero por la libertad de sus miradas y belleza de sus escotes, sobre
todo el de Madame Dancenis (personaje inspirado en Teresa Gavarrús), libertina
aficionada a las filosofías de tocador. Don Hermógenes se nota torpe y fuera de
lugar en todo momento. Hay dos personajes más a destacar, que son el
contrapunto malvado de la bondad de los protagonistas: el antiguo soldado de
caballería Pascual Raposo, que como su apellido indica, es algo “zorruno”,
y el exiliado abate Bringas, (personaje
inspirado en el abate Marchena) revolucionario y agitador que muestra el lado enloquecido
y terrorífico de los tiempos por venir. Los diálogos están empapados de
Diderot, Rousseau, Voltaire, Moratín, Jovellanos. “He transformado sus textos
en diálogos para mis personajes. – afirma Pérez-Reverte en una entrevista- Así
que en ellos, por su boca, hablan realmente los clásicos del XVIII”.
Lo cierto es que Pérez-Reverte cumple sus
objetivos, que son varios: sacar a la luz un episodio noble de nuestra
Academia; mostrar que España tenía al menos una minoría de ilustrados y por
otra parte, que no toda Francia era París: las ideas ilustradas y
enciclopedistas desembocarían en una Revolución que supondría una flagrante
contradicción con los principios que la animaron.
Un último y yo diría que principal
objetivo sería el de mostrar que las disensiones entre los liberales y
conservadores, los problemas que les enfrentaban en el pasado aún tienen una
rabiosa actualidad. El formato paralelo de las reflexiones mientras investiga y
el relato en sí ya es un modo de hacerlo evidente. Los cameos, las alusiones, connotaciones y homenajes son múltiples para el que sepa leer entre líneas. En
suma: una magnífica obra literaria y un espléndido motivo de reflexión para el
lector.
Fuensanta Niñirola