HERMAN MELVILLE
Ed. Sexto Piso ilustrado, 2014
Publicada por Melville en 1851, el argumento de esta novela es
actualmente archiconocido y ha sido llevado al cine en diferentes versiones,
centrándose en su parte narrativa, que, como veremos, no es la única. Cuenta
ésta la
travesía del barco ballenero Pequod, comandado por el capitán Ahab, viejo marino
obsesionado por la persecución de una gran ballena blanca, que se quedó con parte de su pierna,
encarnando para él la idea del Mal. Considerada durante décadas como literatura
juvenil, esta novela es de aventuras, sí, pero mucho más que eso (sin que ello
suponga un demérito para el género), es una inmersión en la naturaleza humana,
en la psicología obsesiva de un hombre, Ahab, que en su locura arrastra tras de
sí a toda la tripulación; y asimismo es todo un compendio del mundo de los
balleneros y la vida en la mar, incluyendo detalladas y extensas descripciones
de la caza de las ballenas en el siglo XIX, los procesos de despiece y
manipulación de todas las partes corporales de los grandes cetáceos y su
aprovechamiento comercial, así como acerca de las costumbres de diversas
especies, y muchos detalles sobre la vida marinera, que Melville había conocido
en sus viajes juveniles.
Obra plena de simbolismo, de referencias teológico-morales (el
capítulo del Sermón es buen ejemplo de ello), psicológicas y sociales, tiene momentos
verdaderamente épicos. Su comienzo (“Llamadme Ismael…”) es citado entre uno de
los más conocidos de la literatura. Es una manera de decir al lector “vamos a
convenir en que me llamo Ismael y os cuento una historia”, toda una puesta en
escena. Ismael cederá la voz a otros o a un narrador indefinido en muchas
ocasiones. Pero siempre se hablará del mar, de su ineludible atracción, de su
misterio y peligros. “El mar es un caníbal universal; todas sus criaturas se
cazan mutuamente y están en guerra perpetua desde el comienzo del mundo.” (cap.
58).
Ahora bien: es éste un texto complejo y denso, que como novela
propiamente sólo desarrolla una parte del libro, e incluso algún que otro
capítulo está redactado como pieza teatral, dramatizado, con acotaciones de
espacio. En su conjunto, de los 136 capítulos muchos consisten en digresiones
sobre diversos temas relacionados con las ballenas o con la navegación en un
ballenero, a veces extremadamente específicos. Con la probable finalidad de
ampliar el conocimiento del lector decimonónico sobre el tema y quizá también
para enmarcarlo, incluye Melville una muy curiosa información (e
interpretación) biológica, histórica, mitológica, así como datos sobre la caza
de estos grandes animales marinos, los barcos balleneros, y todo el proceso de
aprovechamiento de las distintas partes de las ballenas, (huesos, grasa, carne,
esperma y ámbar gris) así como sus múltiples usos. Valora también Melville la
caza ballenera en sí; y aunque no se manifieste contrario, sí muestra las
contradicciones sociales que conlleva. “Pero allí no había compasión alguna. No
importaban ni la vejez, ni su única aleta, ni su ceguera: la ballena tenía que
morir asesinada para que se pudieran iluminar las alegres bodas y las fiestas
humanas, y también las solemnes iglesias en las que se predica una y otra vez
el mandamiento de no herir jamás a ninguna criatura viviente.” (cap. 81). Y del
mismo modo, desarrolla algunas reflexiones personales donde compara las
costumbres de las manadas de ballenas y sus miembros con las equivalentes
humanas. Ensalza la vida de las ballenas y en cierto modo manifiesta un atisbo
de piedad ante el acoso y necesario abatimiento por parte de los balleneros.
Pero también les supone reacciones humanas como el odio, la venganza, la ferocidad
y crueldad en el ataque. Todo ello en largas digresiones que pueblan los
tiempos muertos mientras el Pequod se
desliza dulcemente sobre las aguas.
Salvo el primer capítulo, que es una larga declaración de principios, hasta
el veintitrés, la novela discurre con Ismael relatando en primera persona cómo
entra en contacto con el mundo ballenero, conoce al extraordinario Queequeg,
con el que sella una leal amistad, hasta la búsqueda de navío donde embarcarse,
su acomodo en el Pequod, y éste
levando anclas. Y ahí se introduce una
primera cuña con dos capítulos de generalidades sobre los balleneros. Vuelve
luego la narración presentando a los principales protagonistas de la narración:
los tres oficiales (Starbuck, Stubb y Flask) los tres arponeros (Queequeg, Tashtego y Dagoo),
y, finalmente, el capitán: Ahab. Más adelante vuelve a cortar con una larga y
casi académica digresión sobre Cetología. Marca un hito importante el capítulo treinta y seis por su altísimo nivel
dramático: en él Ahab, tras largo tiempo en su camarote sin mostrarse, surge en
cubierta y desvela a la tripulación sus verdaderos objetivos: cazar a Moby
Dick, enervando a la marinería hasta hacerles jurar fidelidad en la búsqueda de
la ballena blanca. Siguen cuatro breves capítulos con forma dramatizada,
teatral, donde se manifiestan las voces de los marineros, entusiasmados,
enfebrecidos: “Yo, Ismael, formé parte
de aquella tripulación, mis gritos se alzaron hasta el cielo junto a los del
resto, mis juramentos se mezclaron con los suyos, y grité aún más fuerte, y
sellé con más pasión que los otros mi juramento porque mi alma estaba llena de
terror.”(cap. 41)
Más digresiones con las leyendas sobre Moby Dick, y los distintos
casos históricos en los que una ballena acaba con un barco y su tripulación o
parte de ella. Además de su propia experiencia personal como navegante, Melville/Ismael
cita aquí el caso del ballenero Essex, de Nantucket, que en 1820 había sido
atacado y hundido por un cachalote, y cuyo relato fue hecho por los
supervivientes tras vagar por el Pacífico y ser rescatados tres meses más
tarde. De hecho será la base para la
novela y la película homónimas “En el corazón del mar” (2015).
Y ésta es la pauta del libro, la alternancia de relato y digresión,
que frena el ritmo de la narración, lo ralentiza, sobre todo en su segundo
tercio central, aunque luego despega hasta llegar a los capítulos finales,
brillantes, terroríficos, conmovedores, cuando Ahab y sus arponeros se lanzan a
una lucha de vida o muerte contra la gran ballena blanca. A lo largo de la
narración habrá muchas aventuras: capturas de ballenas, fuertes tormentas,
encuentros con otros balleneros, tensiones en la tripulación …todo trufado de
capítulos no narrativos, o incluso narrativos de alguna otra historia ballenera
completamente ajena a la presente. Desde otro punto de vista, con este modo de
estructurar la obra quizá la intención de Melville fuera la de recrear el tempo pausado, lento, a veces
desesperante de una larguísima navegación, donde podrían pasar meses sin
avistar ballenas, e incluso sin entrever tierra, y desde luego, años sin volver
a su país. Había que llenar los días y las noches, y aparte de sus faenas a
bordo, la tripulación del Pequod contaba
leyendas, imaginaba fantasías, creaba monstruos imaginarios o fantasmas, miedos
y sospechas, siempre bajo la mirada perdida del viejo Ahab y el ruido de su
pata ósea al pasear por cubierta.
En suma, el libro constituye todo un compendio casi enciclopédico, que
si bien alcanza en algunos momentos cotas memorables de tensión y emoción,
pierde mucha fuerza por estos continuos lapsos en los que el lector ve derivada
su atención a temas que, aunque relacionados, le alejan del relato. Por eso es comprensible que en algunas
ediciones más antiguas o en ediciones para jóvenes, se hayan omitido bastantes
de esos capítulos. No es éste el caso, y la editorial ha optado por presentar
la versión completa, con una Etimología (del término ballena) y Extractos
(citas donde se habla de ballenas). Una opción respetable e incluso loable,
porque así el lector conoce la obra original. Aunque considero que la traducción podría ser mejorable (y deberían de
revisar una errata grave, pág.255). También es comprensible que en la época en
que se publicó por primera vez, no fuera bien recibida e incluso rechazada por
el público, no acostumbrado a esta mixtura de narrativa, ensayo, reflexión
filosófica y psicológica. En la actualidad el lector ya está más acostumbrado a
este tipo de obras que entrelazan ficción con no ficción, novela y reportaje,
ensayo y acción novelada. Por ello, si el lector tiene paciencia, tiempo para
dosificar los capítulos y además dispone de un buen atril para apoyar este
volumen, disfrutará como con las grandes obras de la literatura universal,
entre las que “Moby Dick” se ha ganado un lugar.
Las numerosas ilustraciones
que acompañan el texto consiguen crear un clima onírico, inquietante, como lo
hará en algunos momentos la novela. Imágenes
fantasmagóricas, casi siempre nocturnas o crepusculares, donde a la
magnificencia del velero se añade la de los monstruosos cetáceos, verdaderos
gigantes del mar. Las enigmáticas y potentes figuras en cubierta, entre la
niebla y la oscuridad, pintan un clima amenazador, con gestos hoscos, miradas
hostiles, siempre en tonos pardos, grises con leves toques de rojizos o azules
apagados, brumosos, salpicados siempre por el agua,…y las imágenes del barco y
el mar, con la inmensa ballena atacando, asediando y venciendo. Todo conforma
un espléndido acompañamiento de una de las grandes obras de la literatura,
editada esta vez en todo su esplendor.
Luis Gabriel Pacheco Marcos (Ciudad
de México, 1973) es un magnífico ilustrador cuya obra resulta muy atractiva y
sugerente.
Herman
Melville (Nueva York,1819–ib.,1891)
fue una de las principales figuras de la historia de la literatura, que además de novela y cuento escribió ensayo
y poesía.
Ariodante