AGATHA CHRISTIE
RBA Libros, 2010
Este es el primer libro
que Agatha Christie publicó, en 1920. Lo concibió y escribió mientras
colaboraba con la Cruz Roja durante la I Guerra Mundial, colaboración
consistente en trabajos en la sección de farmacia. Esto le produjo una gran
cantidad de conocimientos sobre química y sobre todo, venenos. También es el
primer libro en el que actúa como personaje central su detective Hercules
Poirot, así como su amigo y compañero de investigaciones, el capitán Hastings.
El comisario Japp también hace su primera aparición en esta obra.
El mundo de la alta
sociedad –que es el mundo que la autora conoce muy bien- es mostrado tanto en
la fachada como en su interinidad, y lo que vemos a veces no resulta lo más
favorecedor.
El capitán Hastings, como
en otras narraciones, es el que cuenta la historia, y el que presentará a su
amigo Poirot. La acción tiene lugar en Inglaterra durante la primera guerra
mundial. Una mansión campestre, Styles Court, de la familia
Cavendish-Inglethorp es el marco principal de la trama. Esto es muy habitual en
las novelas de Christie: un grupo diverso de personajes encerrados o al menos
posicionados en un espacio limitado, concreto (generalmente una mansión, a
veces un vagón de tren, o un barco…), crean una maraña de relaciones alrededor
de un hecho luctuoso: un cadáver. Aparentemente, cualquiera puede ser el
culpable, por lo que el lector no conseguirá saber hasta el final la verdadera
explicación de los hechos. Todos o casi todos parecen tener motivos para que la
anciana dama Mrs. Inglethorp desaparezca de entre los vivos.
Hastings conoce a John Cavendish desde los
tiempos escolares. Su casual encuentro, estando Hastings convaleciente de una
herida de guerra, genera una invitación
a pasar una temporada en la mansión de los Cavendish, donde ahora confluyen un
grupo de personajes, unidos por un relativo parentesco o amistad. John y su
esposa Mary; su hermano Lawrence; la madrastra de ambos, Emily, ahora casada
con Alfred Inglethorp, su prima Evelyn Howard y una joven huérfana y protegida
de Emily, Cynthia Murdoch.
Cuando Hastings llega, encuentra que el
ambiente de la casa está algo enrarecido. Si alguien es odiado por todos, es el
segundo marido de la señora Inglethorp, antiguo secretario de su anterior
marido que ha subido de escalafón. Asi
que, cuando su esposa aparece muerta por envenenamiento, todas las sospechas
van en su contra. Un tal doctor Bauerstein, toxicólogo, que frecuenta la casa,
es otro que cae bajo sospecha. Pero cada uno de los personajes que pueblan ese
pequeño mundo tiene algo que ganar o que perder con esa muerte.
La señora Inglethorp
estaba «rodeada de una manada de tiburones que únicamente quieren su dinero.»en
boca de uno de los personajes, la amiga Evie Howard, que es la primera que
abandona la casa antes de los hechos.
Casualmente Hastings se
encuentra en el pueblo a su antiguo amigo
Poirot, famoso detective belga, y le propone que se interese por el
caso. Junto al inspector Japp de Scotland Yard se empieza una larga
investigación.
Uno por uno se van
descartando sospechosos, porque tienen coartada o porque otros parecen más
plausibles.
Conforme va desentrañando la
madeja, Poirot y Hastings van
encontrando que a veces las cosas no son lo que se piensa y que las apariencias
pueden ser engañosas. Sin embargo, las deducciones de Hastings no coinciden con
las de su amigo detective, que, generalmente, se reserva su opinión hasta el
final. Hay un testamento perdido, una herencia que todos desean, unas
relaciones incómodas entre todos, pero finalmente el caso se resolverá.
Poirot es un amante del
orden y de la pulcritud, que aplica a su alrededor y a sí mismo, a veces con
excesiva largueza, acabando con la paciencia de su amigo Hastings, más vehemente
y más impulsivo. El lector, en suma, pasará un buen rato con esta narración,
que atrapa e intriga desde el principio.
Fuensanta Niñirola
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