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EMMANUEL CARRÈRE
Traducción: Jaime Zulaika
Anagrama, 2008
En El adversario, Emmanuel Carrère (París, 1957) comienza a moverse en
lo que él llama la “novela de no-ficción” y otros llaman autoficción. Empezó escribiendo novelas tradicionales hasta que un
cuento erótico dirigido a su pareja publicado en el periódico francés Le
Monde y que terminó en tragedia personal le abrió al éxito
profesional. Inclasificable como otros autores a los que confiesa admirar,
(Perec, Sebald, Philip K. Dick, T. Bernhard o Bolaño) Carrère se mueve entre lo periodístico y lo literario,
entre la ficción y la realidad. El autor
cita a Montaigne, Sterne o Diderot como precedentes de este juego
metaliterario.
Escrita en primera
persona, Una novela rusa es una mezcla del desarrollo de un trabajo
periodístico, un reportaje filmado sobre “un húngaro desventurado” y del relato
en primera persona, también, de cómo surge y cómo se hunde una relación amorosa
real. Su escritura incide en la realidad, afectando a las personas que utiliza
como personajes de sus escritos. Esta relación de la escritura con la realidad
es otro tema continuo de reflexión en el texto.
Así, el relato del viaje a un provinciano y
perdido pueblo ruso (Kotelnich) donde, capturado al final de la Segunda Guerra
Mundial, un prisionero húngaro pasó más de cincuenta años internado en un
psiquiátrico, se entrelaza con recuerdos, conversaciones, sueños o ensoñaciones
respecto a su nueva pareja, Sophie, siempre oscilando entre el trabajo y su
vida personal. Pero aún hay más: otra historia que se mezcla con las anteriores
y que es la razón por la que acepta el reportaje en Rusia, proviene de la
herencia familiar: Carrère desciende por vía materna de una familia de exiliados
rusos. Georges Zurabishvili, su abuelo
materno, era un emigrado georgiano que llegó a Francia a principios de los años
veinte, después de realizar estudios en Alemania. Perturbado por la idea
obsesiva de que su abuelo murió acusado de colaboracionismo al acabar la última
guerra, busca la manera de conseguir
información sobre su vida, por medio de su tío Nicolás. También se propone
aprender a hablar ruso, lengua que llegó a hablar de niño pero luego olvidó. Su
interés por el reportaje en Rusia le parece estar conectado a su historia
familiar:
“Comprendí
que la historia del húngaro me había trastornado porque daba cuerpo a un sueño.
Él también desapareció en el otoño de 1944, él también se pasó al bando de los
alemanes. Pero él volvió, cincuenta y seis años más tarde. Volvió de un lugar
que se llama Kotelnich, adonde yo fui y adonde adivino que tendré que volver.
Porque Kotelnich, para mí, es donde uno reside cuando ha desaparecido.”
Pero de estas dos
historias, la del húngaro y la de su abuelo, vuelve constantemente a la
relación con Sophie, la mujer de la que está enamorado y la que le produce una
continua inquietud. Los continuos viajes debidos a su trabajo perturban la
relación.
La narración que cuenta la
vida de su abuelo, reconstruida por medio de las cartas que tiene el tío
Nicolás en una caja de zapatos, ya es novelesca de por sí, a pesar de ser
completamente real. Su madre se niega a remover esas aguas, e incluso le ruega
en diversos momentos del texto, que deje a su abuelo en paz. Pero él insiste.
Tras un primer viaje donde
toma contacto con las gentes del pueblo ruso, el narrador y protagonista (es
decir, él mismo) decide volver a Kotelnich con los deberes hechos, aprendido el
ruso y reorganizado su equipo de trabajo. A su amada la manda a un refugio de
senderistas para que se entretenga mientras él pasa el mes de agosto en Rusia
aprendiendo a hablar y escribir ruso, a hacer el amor en ruso y de paso,
visitas turísticas. A la vuelta surgen problemas con su pareja.
De nuevo partirá hacia
Rusia con el equipo completo: Retorno a
Kotelnich. Sascha, interprete; Philippe, cámara; Liudmila, sonido. Pero
antes de irse le proponen que escriba un cuento veraniego para Le
Monde, y se acuerda que Sophie le pidió un relato erótico para ella…piensa
que el cuento podría ser ese relato, y se lanza a ello; no imagina el
berenjenal en el que se ha metido. Lo envía tres días antes de partir para
Rusia, con instrucciones muy precisas acerca del día en que deben publicarlo.
Quiere sorprender a Sophie. El capítulo 3 reproduce el cuento.
Al siguiente capítulo
desembarcamos en Moscú. El capítulo 5 narra su vuelta, y se produce un choque
emocional, desarrollado a distancia, vía telefónica, con Sophie, mientras él
pasa unos días con sus padres y con sus dos hijos. Finalmente se encuentran, se
explican y el mazazo es tremendo. Una
revelación hace tambalearse fuertemente la pareja. A partir de ese momento,
todo es tensión, celos, amor y repulsión durante un previsto viaje a Córcega.
Vuelve al reportaje ruso;
ha ocurrido un acontecimiento terrible, un asesinato de una de las personas
entrevistadas en el reportaje. Vuelve, de nuevo a Rusia, conmocionado. El
reportaje, antes deslavazado e inconexo, ya tiene un hecho central: un crimen. La
última parte del libro, terminada ya su tormentosa relación con Sophie, y
empezada una nueva aventura amorosa, el autor vuelve a dirigirse a su madre.
“Digo: es
ésta, la historia, pero no estoy seguro. Ni de que sea la historia ni de que
esto represente una. He querido contar dos años de mi vida, hablar de Kotelnich,
mi abuelo, la lengua rusa y Sophie, con la esperanza de capturar algo que se me
escapa y me mina. Pero se me sigue escapando y minando.”
Fuensanta Niñirola
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