KAZUO ISHIGURO
Anagrama 1995
Novela de difícil clasificación, si
hubiera que clasificarla entraría dentro de ciertos parámetros surrealistas,
por el toque onírico con la que desarrolla la narración. El protagonista
principal (ya que hay otros protagonistas que cuentan su historia) es un famoso
pianista, Ryder, que haciendo una gira, recala en una pequeña ciudad de un país
centroeuropeo... Allí es muy conocido y le esperan como al Mesías, puesto que
cifran sus expectativas en que como músico, ponga orden en el caos que se ha
generado en la ciudad a propósito de la música, los músicos y todo el sistema
cultural, completamente enmarañado por una larga serie de guerras culturales y
personales.
Todos los personajes que desfilan por
estas páginas esperan de Ryder que vaya solucionando problemas, no solo los
grandes problemas, sino incluso las pequeñas rencillas personales, y se ve
abrumado por tamaña situación, siendo continuamente requerido para intervenir
en problemas nimios, intrascendentes, que no le interesan y que le distraen de
su objetivo principal…que no llegamos a saber cuál es, realmente. Desde Gustav,
el mozo que le lleva el equipaje, su hija Sophie y nieto, Boris; pasando por Hoffman,
director del hotel en que se aloja y su hijo, Stephan; Brodsky, un director de
orquesta alcohólico al que se supone rehabilitado para la ocasión; Christoff,
músico en decadencia, etc. todos le buscan y tratan de atraer su atención.
Pero lo curioso es el tratamiento del
tiempo en esta historia. Aparentemente son tres días los que va a pasar en esta
ciudad, porque ha de seguir su gira hacia Helsinki, pero esos tres días y sus
noches se alargan y se estiran como una burbuja de chicle, y el tiempo da para
mucho más de lo que racionalmente el lector podría pensar: tres días, tres
semanas, tres meses…días y noches de horas incontables.
En esta narración caben múltiples
narraciones: cada nuevo personaje contará su historia y mostrará su punto de
vista, tratará de convencer a Ryder que es lo único que realmente interesa. Le
llevan y le traen constantemente, sale y entra de la ciudad, se pierde por
tortuosas carreteras, por callejas que
no reconoce, y trata de llegar a muchos sitios que cree recordar pero en
realidad no recuerda. Muchos se ofrecen a llevarle, pero todos piden algo a
cambio, y ese algo es una complicación aún mayor de lo que inicialmente
parecía.
El nudo es un verdadero laberinto: una
maraña de historias entrelazadas, de vidas cruzadas, de pensamientos
desmadrados o de razonamientos absolutamente ilógicos. El eje por el que todo
gira es Ryder y su supuesta capacidad de resolverlo todo; sin embargo, en la
realidad, las cosas van desarrollándose y Ryder no solo no resuelve nada sino que aún complica más todo.
Lo que resulta muy interesante es cómo
Ishiguro consigue enlazar una historia con otra, un espacio con otro: puertas,
pasillos que conducen al hotel, a la sala de conciertos…cuando al parecer se
encuentra en un edificio muy lejano. Ese es el carácter onírico de la
narración. De una historia pasa a otra del mismo modo que de un espacio/tiempo
pasa a otro, aunque aparentemente habrían
pasado muchas más horas o más días…y sin embargo Ryder siempre llega a
tiempo de los eventos siguientes, incomprensiblemente. Sin embargo, entre lo
que cuenta Ryder y lo que le cuentan a él (y al lector) los distintos
personajes, hay una enorme diferencia. Nunca consigue el lector averiguar la
verdad de Ryder, porque él mismo va cambiando, fluctuando al igual que el
espacio y el tiempo.
Las relaciones de Ryder con Sophie, son un
verdadero misterio: Boris es otro
elemento discordante. Las demás historias personales: Sophie con su padre, el
mozo de hotel Gustav, muestran un malentendido dramático. Las relaciones de
Hoffman con su esposa y de ambos con su hijo, Stephan constituyen otro nudo de
intereses enfrentados. Brodsky, su perro y la señorita Collins desarrollan toda
una problemática llena de nostalgia,
pasión y a la vez de rencor. Todo un grupo social después de años de
encumbramiento, está contra el señor
Christoff, ahora caído en desgracia. La comunidad de mozos de hotel, en el Café
Hungría, arregla y desarregla el mundo y necesitan el favor de Ryder, al que
aclaman como un héroe.
El último día de su estancia en la ciudad,
Ryder ha de dar un gran discurso y después interpretar un concierto al piano,
una pieza musical extremadamente complicada. Pero antes han de intervenir
Stephan Hoffman y Brodsky. Y nada saldrá como esperaban al principio. Las cosas
parecen tener vida propia, las personas reaccionan de modo incontrolado y el
tiempo parece alargarse y encogerse sin intervención humana ni divina. El acto
final, al que van dirigidos todos los movimientos de los días previos, y que
parece ser de una gran importancia, en el que todos cifran sus esperanzas para que
cambie el clima cultural de la ciudad, no cumplirá las expectativas: las cosas
ocurrirán por completo de modo diverso a como se han imaginado.
En este texto Ishiguro escribe entre
líneas, juega con muchos resortes y desarrolla líneas de discurso al margen del
tiempo y el espacio, creando una imaginaria ciudad fluctuante, como sus
pobladores, personajes todos ellos elásticos como goma de mascar, y el
protagonista, igualmente. Fluctuación onírica que, en todo caso, como el
tranvía final al que se sube Ryder, es circular.
La lectura, hasta que no se comprende
esto, se hace insufrible, porque cada vez que el protagonista intenta hacer
algo, surge una injerencia de otro personaje que introduce su circunstancia y Ryder ha de redirigir su acción. Resulta desesperante
que nunca pueda llegar a donde quiere y que, cuando finalmente llega, las cosas
ya han cambiado y ahora necesita ir a otra parte. El lector debe dejarse llevar
y traer, sin tratar de imponerse esquemas espacio-temporales, porque no le van a
servir y más bien le van a importunar. Puede ser una lectura abrumadora si el
lector trata de racionalizarla. Debe dejarla fluir y seguir la lectura sin más.
Como en un largo sueño, un sueño eterno.
Kazuo Ishiguro (1954, Nagasaki). Es un escritor británico nacido en Japón. A los seis años su familia se trasladó a Inglaterra cuando su padre, oceanógrafo de profesión, empezó a trabajar en plataformas petrolíferas del Mar del Norte, cuando él tenía seis años, siendo ciudadano británico a todos los efectos. Se graduó por la Universidad de Kent en 1978, haciendo después un posgrado de Literatura Creativa en la Universidad de East Anglia. Sus novelas suelen mostrar el fracaso humano. La técnica de Ishiguro hace que a lo largo de la narración sus personajes revelen sus imperfecciones de manera implícita, creando así un sentimiento que permite al lector comprenderlos o simpatizar con ellos.
Fuensanta Niñirola
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