19/6/11

EL FRANCÉS ERRANTE: DESCARTES VIAJERO


UNA HABITACIÓN  EN HOLANDA
PIERRE BERGOUNIOUX
Ed. Minúscula, 2011

Este pequeño ensayo de apenas noventa páginas, que se lee en una hora pero se digiere largamente, es una mirada filosófica sobre Descartes, pero también es, como todo buen ensayo que se precie, una digresión sobre muchas otras cosas: sobre la historia y cultura europeas, sobre la indagación acerca de la naturaleza humana, sobre el paisaje y el ámbito que nos rodea; sobre la temperatura y el clima y su efecto sobre el pensamiento;  sobre el tiempo y  la vida.
El autor, Pierre Bergounioux (Brive-la-Gaillarde, 1949) que además de escritor es escultor y profesor en la escuela de Bellas Artes de París, ha desarrollado una extensísima obra –casi un libro al año, curiosamente ignorado en nuestro país-  absolutamente inclasificable: prosa filosófica, ficción, ensayos sobre temas variopintos, autobiografía, etc. Temas universales, centrados en la individualidad humana. Recibió el premio de letras Alain-Fournier en 1986; y por el conjunto de su obra, el premio Roger Caillois de 2009. Su estilo, con frases escuetas, pero pleno de significado y connotaciones, es preciso y correcto: la palabra adecuada y la frase justa. Todo un descubrimiento para los lectores que buscan algo más que un viaje por la superficie de la vida.

Reflexiona, como es habitual, sobre el tiempo y sobre la historia: hasta llegar a Descartes, su texto baila oscilando entre unas épocas y otras, sube y baja, nos habla de Roma y de los galos, cuyo nombre viene de galata,  (galaktos significa leche en griego). Inmediatamente la imaginación se nos dispara al espacio galáctico, la Vía Láctea, la Torre Gálata…pero el autor pronto nos embrida y dirige hacia otra parte: la edad media alemana, Atila, luego los Habsburgo; Italia, los Médicis,…Francia de nuevo, los hugonotes (“compañeros de juramento”) y las guerras de religión. Imaginamos a Enrique IV asistiendo a misa con la procesión por dentro. Hobbes y el concepto de Estado, Montaigne y sus viajes, Shakespeare y Cervantes muriendo el mismo día. ¿Cómo consigue relacionarlo? Léanlo y lo descubrirán. Porque es una delicia de lectura, es como una charla donde el amable tertuliano que ha tomado la palabra nos lleva y nos trae a su gusto y al nuestro, nos cuenta anécdotas y opiniones, citas y explicaciones; somos incapaces de interrumpirle, pero la reflexión sobre lo que hemos escuchado nos ocupa muchas horas de soledad.
Imaginamos a al joven Descartes recorriendo toda Europa en su uniforme militar, participando en las diversas batallas y guerras que la asolaban; también lo vemos  en su cama, el sitio favorito para pensar, según él; paseamos por Amsterdam y nos cruzamos con el niño Spinoza,…¿por qué Descartes quiso afincarse en los Países Bajos para desarrollar su teoría filosófica? ¿Por qué huía de Francia, su país natal? ¿Por qué a pesar de viajar a Italia ignoró el arte y la belleza del país? ¿Llegó a conocer a Galileo? ¿Alemania sólo fue un campo de batalla para él? ¿Por qué necesitaba encerrarse, dejar de un lado la sociedad, el paisaje, la cultura, para pensar con claridad y distinción? ¿Por qué necesitaba el frío para pensar, por qué la cama?  
Sobre todo ello divaga el autor, avanza ideas, sugiere respuestas, cita a muchos otros, filósofos o literatos que han mirado la vida y han avanzado sus  puntos de vista. Y entre unas cosas y otras ha pasado el tiempo, la tertulia acaba y el poso que queda seguirá rondándonos mientras las respuestas quedan en el aire.

Reseña publicada en:



15/6/11

VALENTIA EN EDETA

El viernes 17 de Junio tendrá lugar en el nuevo Espai Jove de Llíria la presentación de "VALENTIA, El legado romano en la antigua Edetania". Esta charla-conferencia abordará los orígenes de estas tierras y la influencia que ejerció Roma en ellas, transformándolas en lo que hoy conocemos y que supone un legado histórico y turístico incalculable.
A propósito de este evento, presento también la reseña que hice en su momento del libro de Gabriel:


Gabriel Castelló Alonso (Valencia, 1972), Valenciano de nacimiento, pensamiento y convicción, comercial y escritor, amante de la Historia, las artes y de la libertad de credo y opinión. Desde muy joven siempre le han fascinado las culturas de la antigüedad, y más en especial la Roma republicana, según se autodefine en su blog.
VALENTIA LAS MEMORIAS DE CAIUS ANTONIUS NASUS, Gabriel CastellóAprovechando los vaivenes políticos romanos, derivados de la guerra civil entre los seguidores de Mario y Sila, en los que se enmarca la rebelión de Sertorio, que supuso finalmente la entrada como imperator  de Pompeyo el Grande en la península ibérica, el autor hace coincidir estos hechos con la fabulación de la vida de Caio Naso, nieto de uno de los veteranos fundadores de Valentia, la Ciudad de los Valientes.
La obra se estructura con un primer capítulo introductorio, de fuerte dramatismo, situado en el siglo III d.C. justo en el momento de la irrupción de un contingente de bárbaros que arrasan la ciudad, de la que entre otros, Tito, último descendiente de la familia Antonia, escapa y se parapeta tras los muros de la ciudadela de Sagunto para tratar de organizar la defensa desesperada frente al invasor del Norte. En este capítulo, lo poco que puede salvar Tito son unos rollos con la historia de su familia. Y en los descansos entre sus guardias en la muralla saguntina, comienza a leerlas; esa lectura compone el cuerpo central de la novela, a lo largo de la cual asistimos a la saga de la familia Antonia, y a las luchas políticas entre los pueblos ibéricos aliados a uno y otro bando romano.
Comenzamos a leer a Caio Naso, en su ancianidad, recordando su pasado; al principio, desde el momento en que conoce a Nunn, su mujer; y después remontándose a sus recuerdos infantiles, su imagen del abuelo Publio Antonio; de su padre, Caio Antonio Naso, que desarrolla la crianza y comercio de los vinos. A partir de ahí, la novela discurre más lentamente y nos muestra la vida cotidiana de la familia Antonia, de tradición vinícola, y su afinidad con la causa de Sertorio, y los sucesos en los que se ven involucrados, mezclados con los propios de la actividad comercial familiar, que lleva a Caio el joven a viajar por el Mediterráneo, en sus naves bajo el símbolo de la vid, mientras en la península ibérica los disturbios prosiguen. Este viaje da pie al autor a contarnos una serie de historias colaterales, a aventuras con piratas cilicios y peleas con camorristas tarentinos, describiéndonos las costumbres y tradiciones del mundo romano del momento. El fresco histórico se cierra con el desastre de la rebelión sertoriana y la escapada de Caio, desnortado y hundido, hasta el momento en que decide hablar de su pasado dirigiéndose al hijo que hace años se marchó a la siguiente guerra. Un epílogo, en forma de epístola del hijo, cuenta brevemente el renacimiento de la ciudad, años después de aquellos dolosos sucesos.

El autor ha realizado un verdadero y profundo esfuerzo de documentación e investigación sobre un tema  y una época que, a pesar de poseer gran cantidad de datos fiables, sigue siendo convulsa y turbia, sumida en las brumas del tiempo y de los conflictos sociales. Quizás la gran atención que ha puesto en documentarse le haya llevado a un excesivo afán de mostrar esa documentación. Prueba de ello es la cantidad de notas a pie de página que a veces son demasiado obvias y por tanto innecesarias, y que le dan un valor casi ensayístico a la novela.
Otro efecto de este afán es que la cantidad de descripciones aportadas, muy interesantes e ilustrativas en su mayoría, a veces interfieren restando impulso en el desarrollo de la trama de la novela, rebajando el ritmo. Porque, no lo olvidemos, no estamos viéndonos con un ensayo ni con un tratado de Historia: la obra que se nos presenta es una novela,  más cerca quizás de la historia novelada, pero novela, en fin. Esa multiplicidad de datos, de términos romanos, de acotaciones, puede desvirtuar su apreciación por parte del lector. Quizás un filtrado de ese bombardeo de información hubiera sido pertinente: más fabulación y menos información. Porque capacidad fabuladora tiene el autor, indudablemente; y muy desarrollada. Pero ahora se trata de regularla, de pulirla, de dosificarla.
      
La novela tiene dos niveles de lectura. La introducción y la parte final, más relacionados con los hechos históricos reales, cuyo tono es muy dramático, y todo el cuerpo central de la narración, en un tono mucho más distendido, gozoso, aventurero, y épico, en el que la imaginación del autor se expande con las peripecias del protagonista. El viaje del joven Caio circunnavegando el Mar Interior, Nuestro Mar, tiene inevitables connotaciones homéricas. Todo el desarrollo de la vida familiar, sus negocios, sus actividades, nos dan una idea de cómo funcionaban las cosas en la Edetania romana. Sus descripciones del paisaje, de las playas y montañas, los frutos y las comidas (podría compilarse un libro de recetas con la información culinaria que se nos aporta) y sus encuentros amorosos, son un leit motiv en toda la obra; nos ofrecen una imagen de un pueblo cuyo carácter es plenamente mediterráneo: lleno de alegría de vivir, de disfrute de los placeres, pero a la vez belicoso, emocional, de puñal y garrote a mano, como en la pintura de Goya. Este dionisíaco modo de vida se ve empañado  por la guerra. En la última parte, que es la más trágica, donde se describen las batallas, donde suceden los terribles hechos que destrozan la familia y la ciudad, Gabriel consigue implicarnos en la acción y emoción del combate y de las fatalidades que siguen. Impacta la terrible escena de la muerte de Sertorio, premonitoria de otra muy semejante, la de Julio César. Creo que el autor ha buscado repetir incluso hasta las palabras julianas para remarcar hasta qué punto las luchas civiles y fratricidas eran endémicas en Celtiberia y en Roma. Desgraciadamente ésta ha sido una tradición en el  país que heredamos de estos antiguos pobladores, belicosos y, al mismo tiempo, amantes del buen vivir.
No es ésta una novela complaciente, aunque complace: al lado de la amistad y el amor, la buena comida y el trabajo, las batallas y los terribles resultados de la devastación y las periódicas luchas intestinas, se nos muestran con la misma emoción y fuerza que los encuentros amorosos: Eros y Thanatos, la vida y la muerte están muy unidas en esta obra, como en la realidad. Caronte siempre está al final del viaje, y hay que llevar la moneda para cruzar la laguna.




Reseña publicada en : http://www.la2revelacion.com/?p=1481

9/6/11

LA ITALIA DE MADAME DE STÄEL: CORINNE

CORINNE O ITALIA
MADAME DE STAËL
Traducción: Pedro M. De Olive
Ed. Funambulista, 2010

Germaine Necker,  o Madame de Staël (París, 1766-1817) baronesa de Staël-Holstein por matrimonio con el embajador sueco en Francia, fue una escritora y salonniere francesa, cuyo salón de la Rue du Bac fue uno de los centros políticos y literarios más pujantes de París. Viajó por Europa en una época de efervescencia política y cultural, lo que le dio amplitud de miras y le proporcionó contacto con las figuras relevantes del momento, como Goethe, a caballo entre la Ilustración y el Movimiento Romántico.

Mujer que no destacaba tanto por su belleza física como por su inteligencia y dotes artísticas y literarias, su atinada conversación y una atracción seductora muy personal, sin embargo tenía el conflicto en su vida matrimonial o amorosa. Su matrimonio con el barón de Staël fracasó. La relación sentimental que mantuvo con el político y pensador liberal Benjamin Constant cuando aún ninguno de los dos había alcanzado la treintena, fue fructífera literariamente pero a la vez tormentosa, y podemos verla reflejada en la novela Corinne, donde la Staël se retrata en el personaje de la heroína y describe a Oswald con los rasgos de Constant, reflexionando sobre el rechazo social que una mujer soporta cuando posee cualidades intelectuales y artísticas que sobresalen muy por encima de la media. Y a su vez, Oswald/Constant es presentado como extremadamente sensible pero estricto en su idea del deber, lo que conlleva un complejo de culpa por la contradicción entre el deseo y la atracción hacia una dama tan notable y las conveniencias sociales que acepta como norma, contrarias al tipo de mujer que desea para esposa. La relación entrambos reflejada en Corinne expresa el eterno problema de las relaciones entre los sexos: el hombre necesita una compañera de su nivel intelectual pero a la vez está convencido que la mujer en el matrimonio ha de ser sumisa y subordinarse al ámbito doméstico.  Lógicamente algo chirría: se busca amar a una mujer excepcional pero ése no es el tipo de esposa que sólo se ocupa del hogar y los niños.  Como destaca Nuria Cabello en su interesante artículo Madame de Staël y Constant: dos formas de escritura. «El gran drama de Corinne estriba en la conjunción de su genio y la condición de mujer» (p. 333). Es este un drama que aún hoy en día seguimos encontrando en nuestra sociedad, aunque muchas veces no se perciba como tal.

Corinne no sólo trata de este tema, aunque sea central, sino que, como el título indica, también trata de Italia. Y en esa parte, casi un ensayo sobre el arte y la cultura italianas, -o un delicioso libro de viajes-  la autora se explaya contraponiendo todo ello al carácter británico y la manera de entender la vida de los países protestantes frente a los católicos. Es una obra que intenta equilibrar lo ensayístico con lo novelesco, lo cual también la hace novedosa para la época. La parte de ficción literaria se escora hacia el romanticismo, mientras que la parte ensayística es ilustrada en las ideas culturales y liberal en sus teorías sobre la mujer, teorías que en su momento debieron considerarse como extremadas y vanguardistas.
La parte ensayística transluce unos conocimientos bastante detallados de la cultura clásica romana, así como del Renacimiento, y Madame de Staël, consumada viajera, nos sirve de guía en un recorrido por los principales focos culturales de Italia: Roma, Nápoles, Florencia, Venecia. Las descripciones de los paisajes, sobre todo la excursión que realizan al Vesubio, aún en actividad, nos remite al viaje de Virgilio y Dante a los Infiernos, por la emotividad contenida y descripciones tan impactantes.
Casi toda la primera parte de la obra se centra en una disertación tras otra, en las que Corinne presenta a Oswald  las bondades del clima y el carácter italianos, como si éstos, junto a la influencia de la religión católica, fueran la causa fundamental del florecimiento artístico y musical italiano, frente al dramatismo y la melancolía de los países nórdicos, inmersos en la Reforma protestante, donde el valor está personificado en el deber, el trabajo y el honor, el refreno de las emociones y sentimientos... desembocando en el concepto de culpa. No le falta una parte de razón a sus reflexiones, aunque a veces peca de una cierta ingenuidad y en otras, trasluce tristeza. La autora sufrió en su propia vida los problemas de ser una mujer sobresaliente, a la que los hombres, inferiores a ella, la rehuían y abandonaban por la competencia que les producía su relación.

La parte literaria es quizá demasiado reiterativa para el lector contemporáneo, al que le cuesta entender cómo se le pueden dar tantas vueltas al amor platónico. La lectura de Freud probablemente ayudaría mucho a comprenderlo. Toda la obra es una constante tensión entre la tremenda atracción y el amor que desde el primer momento se profesan Corinne y Oswald y el terrible secreto de su pasado que cada uno oculta al otro por el temor premonitorio a que haya algo que les impida unirse. La confesión de sus secretos se va postergando, la agonía se alarga hasta que, como el volcán, explota y su erupción quema y destroza lo que encuentra a su paso. La separación se impone, y surgen otros escenarios: Inglaterra de nuevo, donde los acontecimientos, -ya completamente literarios- que ocupan la segunda parte, discurriendo por unos moldes plenamente románticos, con todos los ingredientes del género: profundas emociones, melancolías, dramas interiores, malentendidos, el destino y la fatalidad,... 

La narración, en tercera persona, unas veces presenta la posición de Corinne y otras las de Oswald, para hacernos ver los puntos de vista de cada uno, como un largo partido de tenis en el que miramos hacia uno y otro lado en dirección a la bola, que en este caso son unos apasionados diálogos, llenos de tensión y dramatismo. El ritmo va aumentando paulatinamente, con la introducción de la tercera en discordia, inocente y joven Lucile, lo que produce una carrera de emociones hasta la apoteosis final, aunque dejando abierta una puerta a la valoración personal del lector.

Esta edición recupera la traducción de Pedro María de Olive (1767- 1843), que publicó en 1818 y cuya versión de 1852 es la que sirve de base al presente texto, que tiene todo el sabor de la época, si bien se echa en falta una más severa revisión de erratas, que en algunos momentos llega a ser excesiva. Aún así, la obra tiene una muy buena presentación, y está ilustrada por los grabados de la edición del 52.

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