VICTOR SAN JUAN
La narración que nos cuenta Víctor San Juan, reciente ganador con
esta obra del XV Premio Nostromo, es
una novela de aventuras plena de acción, de hechos marineros: tormentas,
calmas, piratas, abordajes, motines, pero también traza una pintura de la vida
a bordo en un navío del siglo XIX. Un mundo cerrado, donde la vida quedaba
retenida entre las maderas húmedas que limitan el espacio del barco, de proa a
popa, entre las jarcias y el velamen, un
universo donde se vive duramente, y muchas veces se muere o se sufren
enfermedades y calamidades diversas, en
el que los hombres pasaban meses o a veces años, a la merced de los vientos, y
de las múltiples adversidades que acechaban la vida en el mar en aquella época.
En el caso que nos ocupa, también hay mujeres y niños a bordo, y que, salvo
aquellas damas de alcurnia que tienen un camarote para ellas solas, los demás pasajeros
están alojados en las cubiertas inferiores, encima de la bodega, en habitáculos
de suelo de paja, compartidos entre cinco personas; la promiscuidad, las
enfermedades y ciertas efusiones carnales unas deseadas y otras impuestas,
multiplican las incomodidades y la sensación de desamparo de los pasajeros.
Pero eso era lo habitual en tales viajes y el que decidía emprenderlos había de
arrostrar las consecuencias.
Es esta, como digo, una novela de
aventuras en la mar. Concentra la acción en el interior de un mercante, el Juglar, un barco de alrededor de mil
toneladas, que parte de Londres para Madrás, (India) en 1803, con una
variopinta carga de cincuenta pasajeros –entre los que se encontraban
prisioneros holandeses―y mercancías, además del correo. Lo manda el veterano capitán
Tobin, y aunque sería escoltado hasta salir del canal por una fragata de la
Royal Navy, después tendría que navegar y defenderse por sus propios medios,
para lo cual iba bien pertrechado.
El nombre Indiamen, designa aquellos
barcos de la Compañía de las Indias Orientales, o Compañía John, como coloquialmente era llamada, que transportaban
tanto pasajeros como mercancías, pero a la vez, iban provistos de defensas
–cañones y balerío―con los que rechazar los intentos de abordaje de piratas y
corsarios en las peligrosas aguas del Índico, Madagascar, Mauricio etcétera.
La trama incluye a una serie de
personajes, entre los que destaca la señorita Mira Westcott, enfermera que roza
la treintena y que embarca con su prometido, el teniente Richard Thompson para
casarse en Madrás, donde está destinado.
Otro personaje misterioso es embarcado en
condiciones físicas lamentables, y paulatinamente va cobrando importancia hasta
conseguir un protagonismo completo en la parte final de la novela. Una gran
dama viuda, la señora Launceston, vieja amiga del capitán, ejerce su influencia
moderadora entre algunas tensiones que se generan durante el viaje, y toma bajo
su protección a la señorita Westcott, que demuestra tener una fuerte
personalidad y cualidades poco comunes en una mujer decimonónica. Este carácter
le lleva a ser causante de diversos conflictos a bordo entre los hombres, no
habituados a que una mujer se comporte con tanta libertad y decisión. La bella y
aristocrática dama Elizabeth Nolan, acompañante de la dama Launceston, también
es origen de tribulaciones, pero de otra orden: su belleza turba a más de un
tripulante y pasajero, y perturba al resto de la población femenina, entre
ellas a la señora Fasworth, una matrona de armas tomar. Da la impresión de que,
entre bambalinas, son las féminas las que manejan una parte de los hilos de
esta historia. Sin embargo, otros personajes masculinos tienen su importancia y cierto misterio, como es el
africano que pone nombres de animales a las personas, pero que defiende
fielmente al misterioso piloto que embarca al borde de la muerte y regresa
lentamente a la vida con los cuidados de la enfermera Westcott. El doctor
Evans, el intendente Craig, el segundo Du Bose, el oficial Douglas, etc.
desfilan por las páginas del libro en una acción continua. El viaje nos muestra
las relaciones entre el capitán y la tripulación, entre ésta y los pasajeros,
estos entre sí, y después, los elementos de la naturaleza: los vientos
contrarios, las calmas ecuatoriales, las varias tormentas que han de sufrir y
los problemas que causan en el barco. La vida cotidiana es lo que va
desarrollándose, pero a la vez, conforme se acercan al Índico, se gesta la
traición. No podían tampoco faltar los
piratas, y en aguas del sur de África el Juglar
debe afrontar batalla y combatir contra ellos.
Todo esto lo relata el autor con
agilidad y un ritmo muy rápido, sin demasiados términos marineros, por lo que
la novela se lee de un tirón, es entretenida y amena, si bien considero que el
comportamiento del personaje femenino, la enfermera Westcott es excesivamente
libre para una época en la que las mujeres no solían disponer de sí mismas ni
se las dejaba hacerlo, cuando lo intentaban. Pero abrámosle una puerta a la
imaginación y naveguemos por el Atlántico hacia el sur con el Juglar. Disfrutaremos de un buen rato de
aventuras y olor a mar.
Víctor San Juan (Madrid, 1963) es capitán de yate e ingeniero, ha
cruzado repetidas veces el Mediterráneo y el Atlántico en velero, ha
participado además en la realización de grandes infraestructuras como la línea
de alta velocidad o las autovías estatales. Su libro Pequeña escota ganó el Premio Nostromo 2001 de Literatura Náutica; Soy capitán (2003) y Trafalgar, tres armadas en combate (2005)
representan una amena introducción en la historia naval de los siglos XVIII y
XIX, que se completa con La batalla naval
de las Dunas, esta batalla del siglo XVII. En 2006 recibió la Medalla de
San Telmo de la Fundación Letras del Mar, y en 2011, el XV Nostromo, con Indiamen.
Reseña publicada en la Revista General de Marina, número correspondiente a marzo 2012