MARÍA DUEÑAS
Ed. Temas de Hoy, 2012
Escribir una
segunda novela tras un éxito tan clamoroso como el que María Dueñas ha tenido
con El tiempo entre costuras parece
tarea problemática, y es comprensible que la autora se haya tomado su tiempo
antes de abordar una nueva obra. Pero la obra ya está aquí, y en plena campaña de promoción.
Ante todo, hay
que reconocer la muy afortunada elección de título y portada. Tanto uno como
otra han de dar pistas al lector de qué va a tratar la novela. Efectivamente,
el título indica que la historia que nos cuenta la autora va de olvidos, no de
esos despistes casuales e inmediatos, no; se trata de desterrar de la mente
algo que ha causado pena y dolor, desazón y soledad. Algo que ha trastocado la
vida de los personajes. Pero en realidad, literalmente, Misión Olvido se refiere, en primer lugar, a una presunta misión
franciscana en California, la última creada allí y que puso punto final al
Camino Real, suerte de camino festoneado de misiones construidas con sangre y
sudor por los franciscanos españoles de principios del siglo XIX, tema de la
investigación del finado Andrés Fontana.
La novela,
situada en el último año del milenio, arranca ya con un primer intento de
olvidar: Blanca Perea, la protagonista, profesora universitaria de mediana
edad, decide poner tierra de por medio ante el desastre de su matrimonio, y
trasladarse temporalmente nada menos que de Madrid a California, con la excusa
de una beca de investigación sobre un profesor español exiliado, Andrés
Fontana, fallecido accidentalmente dejando una cantidad de documentación por
ordenar y clasificar, en la universidad de un pueblito californiano, Santa
Cecilia.
Mientras se sumerge en el caos de documentos,
cartas, anotaciones dispersas, etc. Blanca va conociendo a varios personajes
que van a tener una especial relación con ella. Le van a hacer olvidar los
desastres dejados en Madrid e implicarse emocionalmente en la vida real que
lleva allí. Rebecca Cullen va a ser una excelente nueva amiga, Luis Zárate, el
jefe del departamento donde va a trabajar, se presenta como alguien
interesante; y un maduro Daniel Carter, antiguo alumno de Fontana, irrumpirá
como una tromba en la investigación y en su vida; curiosamente, los tres tienen
algo que olvidar o que prefieren no recordar.
Desarrolla la
novela varias líneas narrativas, que al principio resultan un poco confusas, ya
que la ligazón entre ellas solo la alcanzamos una vez avanzado el relato.
Blanca cuenta en primera persona su desolación y desconcierto. Después hay una
narración en tercera persona sobre las andanzas de un joven Daniel Carter y
cómo conoce a Aurora, el amor de su vida. Esa línea narrativa nos lleva a la
España de los años 58-59 del siglo pasado: una España castiza, cocido, pañoleta
y chocolate con churros. Una tercera línea narrativa, también en tercera
persona, trata de la biografía que Blanca investiga: la juventud de Andrés
Fontana en la España de los años 30, hasta el año 36, unos meses antes de la
guerra civil, en que una beca
universitaria lleva a Fontana a Norteamérica, de donde ya no volverá jamás. Con
ambas, virtualmente visitamos la España republicana y después, la España
franquista, en los inicios del despegue tras la postguerra. Mientras que con la
línea del discurso de Blanca, nos hacemos una idea del mundo universitario
norteamericano, de las costumbres, festejos y actividades de aquella pequeña
parte del inmenso país.
Quizás haya un
cierto empacho de mundo universitario, de investigaciones, trabajos y memorias,
informes de departamento y demás, que se nos presenta de un modo muy realista y
detallado, puesto que es un mundo que la autora conoce de primera mano. La
primera parte del libro discurre lentamente, sin que veamos bien a donde nos
quiere llevar la autora: pensamos que va a centrar su atención en la vida del
profesor Fontana, pero luego parece que la vida de su alumno Dan Carter le
quita protagonismo, y mientras tanto, Blanca inserta información sobre su
trabajo y nuevos amigos, con lo que sólo tardíamente empezamos a darnos cuenta
de en qué dirección nos está llevando la autora. A partir de ese momento,
estamos atrapados por el relato y la atención va en aumento: la implicación
emocional, las sorpresas, los elementos insospechados y nuevos datos repentinos
trastocan todo el panorama, precipitando la acción a situaciones de tensión y
de gran fuerza dramática.
Una madeja de
olvidos, de soledades, de desengaños, y a la vez, tres historias de amor
trenzadas y destrenzadas dramáticamente. Y alguna otra más de desamor y
resentimiento. Contadas con un lenguaje
medido, justo, ¡sin erratas! Una narración muy bien cuidada, así como los
diálogos y las ambientaciones históricas.
María Dueñas ha
superado la prueba, cambiando de tercio sin dejar de ser ella misma: de una
narración lineal, de cómo una mujer sola sale adelante en un mundo hostil, ha
pasado a construir una red de historias intimistas, muy personales y con una
gran carga psicológica. Vivencias femeninas y masculinas, introspección, recuerdos
y algo de acción, concentrándose más en la tensión dramática. Quizás dirigida a
un público más restringido que la novela anterior, ya que los detalles de la
vida universitaria pueden resultar una rémora para algunos lectores, pero aún
así la novela tiene una factura excelente y sólida, mostrándonos la calidad de
una escritora que, ya podemos decirlo, no va a ser de un solo libro.