EDUARD MIRA
ED. Nowtilus, 2011
Con un título que nos remite a
las novelas de aventuras, no lo es propiamente, sino más bien se alinea a un
cierto tipo de literatura medieval, entre el cuento galante y la picaresca, entre
la novela caballeresca y el relato fantástico y legendario. Esta novela es todo
un compendio de otras, que cita y alude. Plagada de guiños al lector, usa un
lenguaje arcaizante medieval, cargado de mezclas de diversos lenguajes romances
o sajones.
Multitud de personajes históricos
y ficticios desfilan por las páginas de este texto, que comienza con la
narración de una tal Isabel de Loris, biznieta de Corbino, personaje que narra
la novela, al menos en una gran parte, ya que otra está basada en unas supuestas
cartas de otro curioso personaje, Eleazar/Ausías, amigo y compañero de andanzas
del amo de Corbino, que no es otro que el autor de los Cuentos de Canterbury, Godofredo (Geoffrey) Chaucer.
Corbino, un ladronzuelo
callejero, nos cuenta cómo conoce en 1373 al que será su amo y cómo es la vida
que llevan en Inglaterra y en los otros países que ha visitado, y también es
conocedor de las cartas secretas que Chaucer recibe de Eleazar, personaje de
raigambre judía que se transforma en cristiana según las conveniencias y que
vagabundea por el Mediterráneo y las ciudades que lo circundan en misiones
secretas, al servicio de señores poderosos.
Chaucer, que además de escritor
había sido espía para diversos señores, sobre todo para Juan de Gante, le
enseña a su criado –y al lector- la manera de cifrar y descifrar los mensajes,
aunque quizás este capítulo resulte algo lento. Pero leemos las cartas que le
envía Eleazar, con el curioso cuento del hombre-rata, el loco de Reval, y las
investigaciones de Eleazar sobre el origen de la peste y de la malaria,
enfermedades cuya propagación se achacaba a los judíos, así como el relato de las persecuciones que
sufren éstos, culpados de todos los males
por los gobernantes tanto eclesiásticos como civiles.
Así, Corvino nos cuenta –por boca
de Isabel de Loris, su biznieta- cómo conoció a las distintas Argentinas,
cortesanas frecuentadas por Chaucer y con las que Corvino se relacionó hasta el
punto de tener descendencia hasta llegar a Isabel, que sería la cuarta
Argentina si no hubiera cambiado su nombre. No hay demasiada acción en la parte
chauceriana de la novela, sino en las cartas de Eleazar, donde cuenta sus
viajes y lo que ve en cada país y ciudad. Lo demás es la narración de la vida
de Chaucer y de Corvino y las diversas Argentinas,
tan ligadas a ambos.
El lector circula entre historias
reales y leyendas, cuentos y divagaciones sobre la historia de esos años
oscuros del Medioevo, teorías sobre medicina, sobre viajes y lugares
legendarios; las epidemias de peste y otra serie de conflictos, y sobre
multitud de personajes que entran y salen de la narración, como las Argentinas,
el hada Melusina, Guillermo de Baskerville, Juan Gower y Guillermo Langland,
Eduardo II, Yefudá de Cresques, Bernardo Metge, Ramón de Perellós, etc. El autor
crea un clima donde se mezcla la ficción con la realidad, la narración y la
vida, aunque quizás peque un poco la novela de excesiva erudición, que la
ralentiza en algunos tramos, aunque no deja de tener interés.
Muy cuidada, la edición imita un
poco los códices iluminados, y las letras de tipos casi góticos ayudan a
ambientar la narración. El autor, Eduard
Mira (Valencia, 1945), doctor en Geografía e Historia, ha sido profesor en
la Universidad de Alicante, en el Colegio de Europa (Brujas) e investigador en
el FitzWilliam College y el Bonville and Caius College de Cambridge, así como
en el King’s College de la Universidad de Londres. Actualmente es Miembro de la
Academia Valenciana de la Lengua.
Ariodante