ROBERT LOUIS STEVENSON
Traducción: Juan Sebastián Cárdenas
Ilustraciones: Tyto Alba
Ed Periférica, 2012
Escritor universal, Stevenson lo
mismo nos incita a buscar tesoros, o a viajar por los mares del sur, como nos
aventura por la historia medieval, incluso nos aterroriza con el lado oculto de
la personalidad humana. Escribió a lo largo de su vida narraciones de viajes,
novelas de aventuras e históricas, y muchos relatos, unos jocosos, como El club de los suicidas (1882), y otros de misterio y fantasía, mostrando la parte oscura de la humanidad,
como en El extraño caso de D. Jekyll y Mr
Hyde (1886). Es ese lado oculto y perturbador el que se muestra en los dos
relatos que reúne esta edición: Markheim
(1884) y Olalla (1885).
Markheim es un inquietante relato breve, en el que tras un
asesinato, en lucha consigo mismo, el asesino desdobla su personalidad para
analizar su acción, creando un alter ego demoníaco que, al igual que en El alegre rincón, un relato de Henry
James, se hace visible a la mirada de un hombre que lucha con su voluntad y su
razón: «Quizás tenía un velo delante de los ojos, pero a él le parecía que los
contornos del recién llegado fluctuaban como ocurría con los ídolos de la
tienda de antigüedades a la luz de las velas. Por momentos tenía la impresión
de conocerlo. Y por momentos creía encontrar cierto parecido consigo mismo. Y
todo el tiempo, como un palpitante bulto de miedo, sentía crecer en lo más
profundo de su ser la convicción de que no se trataba ni de algo de este mundo,
ni de algo concebido por Dios. Pese a ello, la criatura tenía un extraño aire
familiar mientras miraba a Markheim con una sonrisa.»(pp. 36-39). Escrito para
una publicación navideña, resulta francamente perturbador, como un dickensiano
Scrooge terrorífico, o como un británico
Raskolnikov. Dostoievski en un marco de Dickens. Pero sobre todo, es una profunda
inmersión reflexiva sobre el asesinato, las tendencias hacia el bien y el mal,
alojadas dentro de la misma persona, lo que podría considerarse como un germen
de su posterior Jekyll y Hyde.
Olalla, sin embargo, es otro tipo de narración, mucho más onírica,
fantástica y misteriosa, aunque también publicada por Navidad. En ella
Stevenson apenas da detalles sobre el protagonista, salvo que es un soldado
herido/enfermo que necesita recuperarse
y le es sugerida una residencia en España, un caserón perdido
en medio de la meseta, propiedad de una familia de rancia tradición y abolengo,
venidos a menos. Instalado en la mansión, tiene el trato con el hijo, Felipe,
un medio idiota que hace las veces de criado, cochero y agricultor, transita
por los aposentos vacíos y pasa mucho tiempo antes de conocer a la madre,
personaje esquivo y somnoliento, con aspecto de demencia feliz, pero de
reacciones sorprendentemente agresivas. Finalmente consigue ver a la hija, la
joya de la familia, Olalla, bellísima joven de la que nuestro protagonista se
enamora inmediatamente al percibir su mirada.
Toda la narración se mueve entre
las brumas de la noche o las brumas de la imaginación, gritos pavorosos
desconocidos y miradas brillantes de la joven, el sueño y la vigilia. Imágenes
que nos evocan Cumbres borrascosas, o
El castillo de Dragonwitz, incluso Jane Eyre…. o la Casa Usher de Poe. Olalla,
que parece ser la única razonable de la familia, a pesar de la atracción
que siente por el visitante, y quizás por el amor que le profesa, le conmina a
huir de allí, alejarse, por su propia salvación. «De un salto, Olalla se aferró
a mí. Las montañas fluctuaron a mi alrededor, la tierra se estremeció; una
corriente de emoción atravesó todo mi cuerpo y me dejó ciego y aturdido» (pág.
117) La constante tensión dramática entre lo imaginario y lo real, la atracción
por lo misterioso y oscuro, es el leit
motiv de la narración, enmarcados en una naturaleza ora tempestuosa y
agresiva, ora luminosa y soleada, llena de bonanza.
La edición, de impecable
traducción, incluye una serie de ilustraciones, en aguada y tinta negra,
imágenes de marcada expresividad, quizás
demasiado esquemáticas, pero ciertamente estremecedoras; ahora bien, el
conjunto resulta un verdadero regalo de Navidad para los lectores.
Hijo de un ingeniero, R.L.Stevenson
(Edimburgo, 1850-Samoa, 1894) se licenció en Derecho en la Universidad de Edimburgo,
aunque nunca ejerció su profesión. Viajó continuamente, y sus primeros libros
son descripciones de algunos de estos viajes. En California conoció a Fanny Osbourne,
una dama estadounidense diez años mayor que él, divorciada, con quien contrajo
matrimonio en 1879. Publicó poco después La isla del tesoro (1883),
su primera novela. Tras un temporada en Suiza y en la Riviera francesa, regresaron
a Gran Bretaña en 1884, permaneciendo allí hasta 1887, y publicando dos de sus
novelas de aventuras más populares. En 1888 un crucero de placer por el sur del
Pacífico los condujo hasta las islas Samoa. Y en aquel paradisíaco lugar
decidió vivir con su esposa hasta su muerte, venerado por los nativos, que le
bautizaron como Tusitala: el contador de historias.
Ariodante