EL TORO DEl MAR
La vida
de Teseo, rey de Atenas
MARY
RENAULT
Edhasa
Mary Renault (Londres, 1905-Ciudad de El Cabo, 1983) era hija de médico, en una familia acomodada.
Estudió Lengua y Literatura en Oxford. En 1928 comenzó a estudiar enfermería en
Radclifffe, donde conoció a la que sería la compañera de su vida, Julie
Mullard. Mary trabajó como enfermera en
la II Guerra Mundial durante tres años. En esos tres años escribió su primera
novela, Promise of Love. Las tres siguientes fueron escritas mientras
servía en el cuerpo de enfermeras británico durante la Segunda Guerra Mundial.
Después del conflicto, Mary y Julie, rechazadas por las convenciones sociales, se
marcharon a vivir a Sudáfrica a mediados de los años cuarenta, y recorrieron
África y Grecia. Fue durante este tiempo cuando Mary empezó a escribir sus
brillantes reconstrucciones históricas de la Grecia antigua: El rey debe
morir, El último vino, Juegos funerarios, Alejandro Magno,
Teseo, rey de Atenas y El muchacho persa, entre otras. Murió en
Sudáfrica a la edad de 79 años.
No
es su obra la de una investigadora ni historiadora que nos abrume de datos. Es
la de una imaginadora de historias,
la de una mujer que amó Grecia profundamente y soñó con sus paisajes, con sus
gentes y con sus mitos. No hay, por tanto, que mirar demasiado si todos los
datos coinciden o si faltan o sobran. Nos cuenta una leyenda donde los dioses
insuflan su hálito en los hombres, y donde los héroes son demasiado humanos,
aunque sientan dentro de sí al dios al que oran. Y las pasiones que sienten
podríamos sentirlas cualquiera de nosotros si tuviéramos la sensibilidad o
viviéramos la situación adecuada. Porque el deseo de vivir, de triunfar, de
poseer, de amar, y el temor a la muerte y al castigo divino, el sentimiento de
culpa o la ira, son sentimientos muy comunes, aunque las explicaciones dadas
sean diferentes según la época. En los mitos, que son narraciones sobre dioses
y héroes, se nos transmiten, a través de generaciones y de forma oral, las
primitivas ideas de una cultura, las explicaciones de lo inexplicable, por
medio de simbolismos con forma humana o animal. Hay muchas y muy variadas
versiones de los diferentes temas míticos, y cuando se han ido plasmando en su
forma escrita se han fijado y se han transmitido ya así.
El
rey debe morir y El toro del mar nos cuentan entre ambas
la leyenda mítica de Teseo, el gran rey de Atenas. Fueron escritas en la década
de los cuarenta, años en los que Mary Renault recorrió Grecia. Ante la
diversidad de interpretaciones, Renault opta por una narración historicista, dando
explicaciones bastante realistas a la narración, aunque dejando algunas partes
brumosas, tratadas de modo más poético, presentando el misterio de los dioses, a
los que introduce en el corazón de los hombres. No nos abruma con demasiados
tecnicismos históricos, sino que nos sumerge en el mundo mítico, relacionando
esta leyenda con las otras, y hace que Teseo hable con Edipo, luche contra
Creonte, cite a Jasón, se enfrente a Medea, y ame a la reina amazona Hipólita (a
la que en otras versiones se la llama Antíope). Asistimos a una especie de pugna
entre la vieja religión matriarcal y el patriarcado; entre la ley de la Diosa, tradición
de los Pueblos del Mar o Pelasgos, y la
de los Dioses Olímpicos, de los helenos. Los reyes personifican ese poder
patriarcal, pero las sacerdotisas siguen realizando el culto a la Madre Tierra,
la madre fecunda. Pero si hay algo que se mantiene vivo en unos y otros, y es
la idea de Anagké o la Necesidad, ante cuyos dictados obedecen incluso los
dioses y su cumplimiento es inevitable. Lo personifican las Moiras o las
Erinias, femeninas todas ellas. Según Parménides, el propio ser está rodeado de unos vínculos de cuerda de la poderosa Anagké. Es como una red, como un abrazo
letal. Nadie dudaba en Grecia de esa red que cubría a todos, incluso los que
dudaban de los dioses. Los olímpicos sabían que la ley de Cronos no había sido
derogada ni lo sería jamás.
Teseo es un personaje puente, diría yo, entre una y otra tradición. Respeta el
antiguo culto pero instaura el nuevo; ama a todas las mujeres, pero se mantiene
en su lugar como rey; su fidelidad impregna sus relaciones de amistad; tiene
una especial relación con el que considera su otro padre, Poseidón, y por
tanto, con el mar. Y su atracción por el mar le lleva a Creta, y a realizar
diversas expediciones, terrestres pero sobre todo marinas, junto a su gran amigo
Pirítoos, rey de los lapitas, con el que, desde que se conocen, le une una
profunda amistad. Es un héroe amable, atractivo, cuya vida equilibra
lo dramático y lo gozoso: la vida y la muerte.
La autora escribe ambos libros en primera
persona, es Teseo quien nos cuenta su vida, sus sueños, sus oraciones y los
mensajes que recibe de los dioses. Miramos a los demás personajes con sus ojos,
con lo que no llegan a destacar demasiado. La única a la que es descrita más
detalladamente es Hipólita, que es su amor más profundo. El amor de Ariadna es
una pasión juvenil, olvidada relativamente pronto. El amor de la amazona nunca
consigue olvidarlo y con Fedra no hay pasión, simplemente una relación formal
con vistas a conseguir un heredero legítimo. Los personajes secundarios apenas
si están esbozados, salvo en la etapa de Creta, cuando forman un equipo de
danzarines.
En El
rey debe morir se narra la infancia y juventud de Teseo, en Trecén, junto a
su madre, Etra, sacerdotisa de la Diosa Madre, y su abuelo, el rey Piteo. Llegado
el momento le es revelado su origen secreto. Entonces Teseo se dirige a Atenas
para presentarse ante su padre, el rey Egeo. Pero ha de pasar por Eleusis,
donde rige la ley matriarcal, el culto a la Diosa, donde cada año el rey debe morir a manos de un nuevo rey-zángano, mientras la reina gobierna.
Teseo cumple los ritos del país y mata al rey, desposando a la reina. Pero
aquella colmena no es de su agrado, y finalmente consigue cambiar las tornas y
hacerse con el poder, deshaciéndose de la pérfida reina. Y una vez dominado el
país, se dirige a Atenas, para darse a conocer a su padre. Pero se presentan
las negras naves cretenses buscando el tributo de jóvenes para el Rey Minos,
para las danzas del toro. Aunque Egeo se opone, Teseo se presenta voluntario. Y
parten, por el vinoso mar.
A partir de aquí, se nos cuentan sus
aventuras en la corte de Knosos, y la autora reinterpreta el mito del Minotauro
y del laberinto de un modo absolutamente realista. Los cautivos son educados
como danzarines del toro, y así sobreviven. Minos, el rey, vive escondido en
sus aposentos: Renault nos da una curiosa interpretación sobre su ocultamiento.
También nos ofrece una peculiar resolución del tema del Minotauro: el bastardo
de Minos, el bestial Asterión, que espera, entre intrigas, que muera el rey para sustituirle. Sucede el
apasionado encuentro entre Ariadna y Teseo (por medio de un hilo,
efectivamente), ocultos a los ojos del resto del palacio. Mata al rey (el rey debe morir) y al Minotauro, y
finalmente un cataclismo -Poseidón enfurecido- destruye Knossos y permite la
huida de Teseo y los cautivos. Ariadna, que les acompaña para desposarse con
Teseo, finalmente es abandonada en Naxos, tras unas celebraciones dionisíacas,
en las que Ariadna sucumbe a los terribles ritos de las ménades y Teseo teme
por su futuro. Al llegar a Atenas, se cumple el destino tejido por las Moiras o
divinas hilanderas: Egeo espera una vela blanca y la que llega es negra. Sin
comprobar su error, muere en el mar que llevará su nombre: el rey debe morir para que el nuevo rey reine.
En este punto es donde comienza El toro del mar. Teseo comienza su
reinado ateniense llevando a cabo una serie de hazañas, como la de la captura
del toro cretense, y reformas políticas y religiosas. Unifica Eleusis y Atenas,
cambia los ritos religiosos, amplía a Megara su área de influencia política.
Legisla y se ocupa de sus reinos. En uno de sus viajes a Kolonos encuentra a
Edipo, que muere ante sus ojos compungidos. En otra expedición guerrera se
lanza contra Tebas, donde, después de sus luchas fratricidas, el tirano Creonte
ostenta el poder. Lucha después contra los escitas que sitian Atenas,
venciéndoles, aunque pagando un precio altísimo.
De vez en cuando necesita escapar –aún es
joven- y lanzarse a las aventuras, para lo que encuentra un compañero ideal:
Pirítoos, hijo del rey de los lapitas, aficionado a la piratería y a las
expediciones guerreras. Con él va a su reino, y conoce a los centauros,
presentados como pequeños jinetes peludos de piernas arqueadas y aspecto
asilvestrado.
Viajan ambos por el Ponto Euxino, en
busca de la Cólquide, que ya había sido visitada por Jasón y los Argonautas. En
esta expedición se enfrentan a las Amazonas y Teseo, que es un mujeriego recalcitrante, cae
prendado de amor por su reina, Hipólita, a la que vence en singular combate y
la lleva consigo a Atenas, viviendo con ella un tiempo y de la que nace su hijo
Hipólito. Tras la muerte de Hipólita, trae a Atenas su esposa legal, Fedra,
hija menor de Minos, y a su hijo Akamas, después que su hijo Hipólito decide
consagrarse a Artemisa y Esculapio y mantenerse virgen. La pasión letal de
Fedra por Hipólito acaba dramáticamente. Teseo, ya maduro, va soportando la
decadencia y las desgracias. Desaparecidos Fedra e Hipólito, Teseo,
desesperado, vuelve al mar. Y vaga por el líquido elemento hasta que se siente
enfermo y pasa unos años en dique seco,
en una isla cercana a Creta. Recuperado, intenta volver a Atenas pero todo ha
cambiado, él ya es un viejo y las cosas no son como antes. Recala en Skyros, y
el rey Licomedes le hospeda. Allí finalmente es donde Teseo se arroja, como su
padre, en brazos de Poseidón para descansar en su seno. Su destino se cumple, y
la cuerda de su vida cierra el nudo.
Ariodante.