La
legendaria expedición a la Antártida de Shackleton.
CAROLINE ALEXANDER
Las grandes expediciones de
descubrimiento tienen un atractivo natural. Además del descubrimiento en sí, lo
que nos atrae de ellas es el reto que algunas personas, quizás con un carisma
especial, se plantean y son capaces de afrontarlo, lo logren o no, poniendo su
vida en juego –y muchas veces, dejándosela allí, como en el caso de Scott.
Acabados de explorar los
continentes, quedaban los casquetes polares y las rutas más o menos nuevas de
una a otra parte del globo. Hacia el Polo Sur se vuelven las miradas. Scott y
más tarde Amundsen inician una batalla que culminaría con el éxito del noruego
y la muerte del británico. En la primera expedición de Scott, en 1901,
participó el oficial de marina mercante Ernest Shackleton, a bordo del navío Discovery. Expedición fracasada, tras la
que Shakleton, años más tarde, en 1907, lo intentará de nuevo a borde del Nimrod, consiguiendo rebasar el avance hacia el sur de Scott en más de 500 km. A su
regreso, a pesar de no haber conseguido llegar al Polo, fue recibido con
honores en Inglaterra y se le concedió el título de sir. De nuevo, en 1911 lo
intentó Scott…pero también Amundsen, visto que en el Norte ya había plantado su
bandera Robert Peary en 1907. Scott fracasó (murieron todos) mientras Amundsen
coronaba con éxito su meta.
Pues bien, Shackleton lo intenta
una tercera vez en 1914, y es esta de la que trata el libro, la Expedición
Imperial Transantártica: a bordo de la goleta Endurance, capitaneada por Frank Worsley y con un equipo
expedicionario en el que figuraban T. Orde-Lees, G. Marston, J. Wordie, F.
Wild, F. Hurley y otros, hasta un total de 28 hombres, incluyendo a la
tripulación. Partieron de Grytviken el 5 de diciembre. La idea era que el barco
les dejara en la bahía Vahsel, y atravesar el continente por su parte más
estrecha, hasta la bahía de Ross. Pues bien: nunca llegaron a pisar tierra
firme. El Endurance se quedó atrapado
entre los hielos de la placa antes de llegar a su destino, y a partir de ese
momento hubo que ir improvisando. Tanto los expedicionarios como la tripulación
del barco se vieron implicados primero, en un forzoso enclaustramiento invernal
dentro del barco, que a su vez se desplazaba con la placa con los vientos y
corrientes por el mar de Weddell y después, cuando el barco acabó por
hundirse, todos ellos hubieron de
atravesar a pie kilómetros y kilómetros de hielo y nieve, arrastrando tres
lanchas y toda la impedimenta que necesitaban para sobrevivir, y finalmente
navegar en las balleneras hasta la isla Elefante, donde quedaron varados y
aislados y de donde fueron recogidos por el
Yelcho, un pequeño vapor chileno.
Las incidencias, rutinas,
problemas entre los hombres que componían la expedición y la tripulación
marinera, la lucha por la supervivencia en condiciones extremas, todo ello nos
es narrado por la autora con todo detalle, aportando asimismo una gran cantidad
de fotografías interesantísimas y muy ilustrativas de las condiciones que
habían de soportar y también, cómo no, la belleza de la inmensidad blanca.
Mientras el mundo estaba en
guerra (de hecho, salieron poco antes de que Inglaterra entrara en guerra, con
la anuencia de Churchill) los expedicionarios luchaban a brazo partido con
témpanos de hielo, focas, elefantes marinos, con tormentas fortísimas, humedad
constante, hambre, soledad y miedo.
Shackleton se comportó en todo
momento como un gran líder, a juzgar por los diarios de sus compañeros y
subalternos. Tratando siempre de mediar entre las inevitables disputas, de
animar y levantar la moral de su equipo,
pero siempre aportando ideas y soluciones ante los distintos problemas y
penalidades que se les iban presentando. A diferencia de Scott, que marcaba muy
radicalmente los estamentos y la posición social de cada uno, Shackleton se
saltaba las distinciones, favoreciendo muchas veces al más insignificante
marinero por encima de la oficialidad o los miembros científicos de la
expedición. Esto salvó en más de una ocasión al grupo de caer en reyertas o
indisciplinas.
El libro está copiosamente
ilustrado con las imágenes que el fotógrafo Frank Hurley fue tomando y
conservando cuidadosamente a lo largo de todo el viaje. Dan fe de que lo que se
cuenta, aunque parezca mentira, es dramáticamente verdadero. Libro
interesantísimo y de lectura muy atractiva.
Caroline Alexander (Florida,USA, 1956), de padres británicos, y ha
vivido en Europa, África y el Caribe. Estudió filosofía y teología en Oxford
como becario Rhodes y un doctorado en los clásicos de HA de la Universidad de
Columbia. Ha escrito para The New Yorker, Granta, Condé Nast Traveler,
Smithsonian y National Geographic.
Enseñó a los clásicos en el Chancellor College en Zomba, que forma parte de la
Universidad de Malawi, de 1982 a 1985, durante el gobierno de Hastings Banda.
PUBLICADO EN LA REVISTA GENERAL DE MARINA, NÚM. DE MAYO.
FICHA TÉCNICA DEL LIBRO:
Título: Atrapados
en el hielo. La legendaria expedición a la Antártida de Shackleton.
Autora: Caroline Alexander
Traducción: C. Boune y P. Elías
Fotografías: Frank Hurley
Editorial: Planeta booket
Año edición (4ª impresión): 2010
ISBN:978-84-08-06739-9
Págs.: 306
2 comentarios:
Pues mira después de acabar de leer "El Terror" (que por cierto ya hay publicada reseña en mi blog), me he quedado con más ganas de leer sobre estos grandísimos aventureros de los hielos perennes. Así que me lo apunto ya. Muy buena reseña, una gozada.
Gracias. Yo quiero leer el de Amundsen y Scott, el de Cacho, a ver cuando puedo...
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