EDITH WHARTON
Trad.: Lale
González-Cotta
Ed. Impedimenta, 2011
Especialista
en el mundo de la alta sociedad neoyorquina, mundo al que Edith Wharton
pertenecía por nacimiento y por matrimonio,
del que se distanciará paulatinamente en su mirada literaria, esta
novela se enmarca dentro del conjunto de obras en las que la autora disecciona
personajes y ambientes, describe costumbres, modas y relaciones que le han sido
conocidas desde su infancia. Pero Wharton llega aún más lejos, buceando en el
alma humana, sobre todo el alma femenina, viviendo en una época de cambio,
nadando bajo aguas turbulentas.
En
una época en la que las mujeres empiezan a reclamar un espacio propio, un
protagonismo y un cambio en la consideración de su papel en la vida, Wharton
nunca lo reclamó explícitamente, pero sí de facto, en su propia vida.
En
esta novela posteriormente llevada al cine e interpretada por Bette Davis y
Miriam Hopkins, es un duelo entre las dos protagonistas. Un mano a mano
terrible, dramático, feroz, en algunos momentos. En la poderosa familia Ralston
se encuentran con un dilema: a punto de desposarse con Joe Ralston, Charlotte
Lovell revela un terrible secreto a su prima Delia Ralston. Charlotte ha de
tomar una drástica decisión y recurre a Delia como confesora y consejera,
además de que, por otras razones está indirectamente implicada. La decisión que
tomen cambiará el rumbo de sus vidas.
A
lo largo de la convivencia común, ambas asistirán a la repetición de
situaciones ya vividas, proyectadas en las siguientes generaciones. Los
problemas femeninos de una generación a otra son los mismos: en esa época, las
mujeres han de realizarse en el matrimonio, a costa de lo que sea. Fuera de
este, son un cero a la izquierda. El honor de la familia hay que mantenerlo a
toda costa, por lo que no se pueden transgredir las rígidas normas que rigen la
sociedad.
La
traductora, en su nota final, destaca que son precisamente las propias mujeres
las que más cruelmente obligan a sus congéneres a no incumplir las reglas del
juego, ya que en el momento en que se infringen, ponen en entredicho todo el
entramado social. Por eso todos los intentos de Delia y finalmente de Charlotte
acaban por aceptar el sacrificio. Son, curiosamente, los hombres, Clem Spender
y el doctor Lanskell, –como también destaca la traductora–, los que sugieren las
posturas menos convencionales.
Oscilando
entre el amor maternal y las convenciones sociales, por una parte, y el
recuerdo del amante perdido y su fruto, por otra, la lucha psicológica es
constante entre ambas primas, que se posicionan como dos puntos contrapuestos,
aunque a la vez tratan de llegar a acuerdos razonables por el bien de terceros,
concretamente, de su común objetivo: Tina, en cuya figura ven personificados
tanto virtudes como defectos que ambas han conocido en su juventud respectiva.
Preservar la felicidad de Tina es prioritario y es precisamente lo que conduce
a los más dolorosos sacrificios en Charlotte.
Wharton,
que no tuvo hijos y cuyo matrimonio fracasó estrepitosamente, supo entender
bastante bien los sufrimientos de la maternidad. No tanto los físicos, sino las
preocupaciones que conlleva encauzar una vida intentando –a veces inútilmente–evitar los fracasos, los
errores y las desilusiones que se han vivido en carne propia. Pero, sobre todo,
Wharton disecciona con ojo certero la sociedad de la época y la posición de la mujer en ella. La
describe minuciosamente y muestra los aspectos que deberían cambiar, sin hacer
en ningún momento un discurso “feminista”, pero abriendo la puerta a otras
vías, otros modos de vida posibles y deseables.
Ariodante