Un cálido y fuertemente rosado atardecer
valenciano, pleno de luminosidad a modo de gigantesca pintura en la bóveda
celeste, parecía anunciar algo de lo que íbamos a ver.
Abriendo la temporada artística en la magnífica y acuática sala de exposiciones del Palau de la Música, tuve el placer de asistir a una espléndida muestra de cuarenta piezas, (acuarelas y óleos) agrupadas bajo el título “La lucidez del agua”, comisariada por el artista valenciano Vicente Colom e inaugurada por Mayrén Beneyto, presidenta del Palau de la Música. Ambos tuvieron elogiosas palabras presentando al artista, que a continuación hizo un breve pero elocuente y muy bello speech, en el que nos animó a “sumergirnos” en su pintura. El público llenaba la sala, y la animación fue enorme.
Abriendo la temporada artística en la magnífica y acuática sala de exposiciones del Palau de la Música, tuve el placer de asistir a una espléndida muestra de cuarenta piezas, (acuarelas y óleos) agrupadas bajo el título “La lucidez del agua”, comisariada por el artista valenciano Vicente Colom e inaugurada por Mayrén Beneyto, presidenta del Palau de la Música. Ambos tuvieron elogiosas palabras presentando al artista, que a continuación hizo un breve pero elocuente y muy bello speech, en el que nos animó a “sumergirnos” en su pintura. El público llenaba la sala, y la animación fue enorme.
Paseando ante las pinturas, vemos que el
símbolo del agua domina por completo el conjunto de obras, prevaleciendo el
azul/verde aguamarina, y los blancos espumosos, cuna de Afroditas. Mayormente
pintadas sobre papel artesano, las acuarelas atrapan nuestra mirada por su
movilidad acuática y sus reflejos, tonalidades y la elegancia de las
composiciones. La frescura húmeda se une a la calidez del papel, cuya textura
agrada y provoca sensaciones de transparencias.
Encontré allí ecos de Pollock, sobre todo
en los goteos de color, pero también de
Klee, que en sus acuarelas tiene mucho que ver con esto. Y, ¿por qué no
decirlo? También algo de la luminosidad de nuestro Mompó. Sin embargo, aparte
influencias (nadie pinta de la nada) Noguera ha conseguido crear un mundo propio,
lo cual ya de por sí es importante y valioso. Un mundo, en este caso, acuático,
con la frescura y la luminosidad aguamarina que nos deleita al mirar.
En la Sala también se encuentra un
espectacular políptico de cuatro piezas que en sus ocho metros de longitud
plasma lo que podría ser el verdor de una gran enredadera o un sauce, cuyas
ramas, como largos brazos, tratan de llegar al agua; otro lienzo yace en el
suelo bajo las verdosas ramas, simulando el agua, todo en tonos azulados, como río
donde se mira el sauce. El efecto es de gran belleza y armonía.
Pablo Noguera
(Valencia, 1974) se ha inspirado también tanto en el Mediterráneo, como en las
aguas norteñas de Francia, de donde procede su madre, que forman paisajes de
"grises profundos, posados, juiciosos, sosegados y peligrosos",
apunta el artista que los conoció bien joven.
La muestra podrá visitarse desde el 15 de
octubre hasta el 4 de enero de 2014, en la Sala de Exposiciones del Palau de la
Música.
Ariodante
octubre 2013
octubre 2013
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