LUIS DELGADO BAÑÓN
Ed. Noray, 2013
En esta nueva novela, volumen número veinticuatro
de la Saga Marinera Española, el autor reproduce un cambio histórico en la
navegación: el paso de la vela al vapor como propulsión principal de los
buques. Un paso titubeante, lento y con altibajos, precedido de ciertos
balbuceos, como habían sido los vapores de ruedas usados en los ríos. Pero de
navegar en corrientes más o menos contenidas, como eran las fluviales, a
navegar en mar abierto, el paso es gigantesco, y las consecuencias, enormes. La
importancia de no depender de los vientos, inestables y cambiantes, o de las
corrientes; de poder dirigir la embarcación en cercanía de la costa y con
vientos contrarios, etc., es enorme: implicaba un giro copernicano en los usos,
la planificación y los tiempos de la navegación. Se comenzó combinando ambos
sistemas, vela y vapor, aunque adaptando la vela a las ruedas y las chimeneas,
cambiando la tradicional forma de los buques por otra quizás menos airosa, pero
mucho más eficaz. Luis Delgado nos cuenta con bastante claridad todos esos
cambios por boca de sus personajes.
El marco político en el que se desarrolla la acción
es el de la primera guerra carlista. 1833: muerto Fernando VII, su hermano, el
infante D. Carlos, apoyado por un sector de la población y del Ejército, es
declarado rey por sus seguidores. Al representar no solo una opción no
legitimada, sino la continuación de una política absolutista, los sectores
liberales, amparados tras la reina gobernadora Mª Cristina, presentan batalla,
y consiguen el apoyo de Francia e Inglaterra. Los carlistas, que
–afortunadamente– no poseen Armada, necesitan avituallarse militarmente desde
el exterior,...por mar. Por consiguiente, el Gobierno y la propia regente Mª
Cristina se hacen cargo de la urgente necesidad de movilizar a la Real Armada
para proteger las costas, sobre todo la costa cantábrica en su sector vasco,
así como la mediterránea desde la frontera pirenaica hasta Valencia. Así,
comienza a moverse el engranaje del Ministerio de la Marina, y comienzan a
fluir los fondos económicos para poner al día las carencias de la Real Armada,
que sobrevivía bajo mínimos.
Y aquí comienza la narración: reaparece en escena
Santiago Leñanza, que tras años de exilio en Portugal, es ahora amnistiado por
la Reina Gobernadora y puede finalmente regresar con su esposa Leonor a Madrid,
al palacete de Montefrío, donde se reúne con el resto de la familia, salvo su
hijo Francisco (a la sazón, teniente de navío, en misión con la fragata Lealtad) y su sobrino Beto, (alférez de
navío, navegando por aguas del Estrecho).
Santiago es
requerido por el ministro de Marina Vázquez de Figueroa, para –junto a un escogido grupo de especialistas–
estudien la renovación de los buques existentes y la compra de nuevos, algunos
de ellos, de vapor. En suma, que aprovechen la buena disposición del Gobierno y
pongan al día la Armada. En las reuniones que Santiago va teniendo con el
Ministro y el equipo colaborador, vamos conociendo los detalles del nuevo
sistema de navegación, sus ventajas y las novedades respecto al sistema de
vela. El primer buque a vapor que ha cruzado el Atlántico es el vapor de ruedas
Royal William, construido en 1831, en
Quebec y a la sazón en manos portuguesas, pero finalizando sus plazos de uso. Pues bien, ese es el vapor que la Armada va a
adquirir, y de cuyo proceso de alquiler con opción a compra y puesta al día ha
de ocuparse Santiago Leñanza. Una vez resuelto el tema, y haciendo falta un
oficial español, ya que la tripulación es británica en su conjunto, propone a
su hijo Francisco. Así, Francisco, cuarto Leñanza de la saga, formará parte de
la oficialidad del primer vapor de ruedas, antes Royal William y ahora Isabel
II. Comandado por MacDougall y con el comodoro Frederick Henry a bordo, se
lanzan hacia aguas cantábricas, con la emoción de la novedad y los ánimos bien
altos. Meses más tarde irán a parar a Inglaterra, por necesidades de
reparación, con lo que Francisco tiene ocasión de visitar Londres por una
temporada.
La acción, pues, va a alternar dos narradores: uno
es Francisco, que nos va informando de sus actividades navales (misión de
vigilancia y control del tráfico de armamento con destino a las fuerzas
carlistas vascas) y del proceso de la guerra, mientras el otro es su padre,
Santiago, que permanece en Madrid, donde se suceden una serie de desgracias y
en la familia se crea un desagradable clima de tensión, agobio y tristeza. Un
peligro insospechado amenaza de pronto con acabar la felicidad familiar, y los
tiene en un ay hasta el final de la novela. Hay apresamientos, batalla, temporal, …en fin,
todo aquello que puede aliñarse con sabor marino.
Volumen muy interesante por las novedades navales
que presenta y al mismo tiempo muy impactante en su parte novelesca, puesto que
se desarrolla con gran tensión, intriga y emoción a raudales. La edición
incluye mapa de la zona, planos del barco y varias ilustraciones.
Ariodante