HENRY JAMES
Ediciones Traspiés, 2013
Los
hermanos James (Henry y William), profundos investigadores de la psique humana,
bucearon en ella cada uno de modo diverso. William lo hizo desde el punto de
vista de la ciencia, desarrollando la teoría del empirismo radical, el
pragmatismo, mientras que Henry lo hizo desde la literatura. Y a mi modo de
ver, si el psique humana es, como dice William, tan inasequible como una peonza en movimiento,
justamente es el arte o la literatura los que pueden captar ese flash que
supone la visión de la mente humana. Porque el arte llega allá donde la ciencia
no puede llegar, el arte suple la ausencia de datos físicos con la intuición o
la imaginación.
Y
con esa imaginación psicologista, que probablemente sirvió de tema de discusión
en muchas sobremesas familiares, Henry James escribe sus novelas. Precursor de
la corriente de consciencia o flujo de pensamiento, técnica
desarrollada posteriormente por Virginia Woolf o James Joyce, por poner
ejemplos destacadísimos, James escribe fijándose en el punto de vista. Lleva de
la mano al lector y lo sitúa en un ángulo, le hace mirar los hechos con un
filtro coloreado.
Las
dos novelas cortas que incluye esta edición, Los Matrimonios (The
Marriages,1891) y Louisa
Pallant (1888) han sido elegidas para su publicación conjunta porque
ambas tienen como eje el tema matrimonial.
Situémonos en la época en que James escribe, finales del siglo XIX.
James, solterón empedernido, escribió muchas novelas donde reflejó la relación
amorosa entre un hombre y una mujer ocupaba un lugar principal. También vemos
en sus obras una contraposición entre la mirada americana y la mirada europea
sobre este tema. Pero, principalmente, lo que James nos quiere mostrar es lo
que ocurre cuando limitamos nuestras reflexiones a un único punto de vista.
En Los Matrimonios, a pesar de que la
narración está escrita en tercera persona, el punto de vista que se adopta es
el de Adela Chart, hija mayor del Coronel Chart, viudo de buen ver al que su
hija no soporta compartir con ninguna otra mujer. La narración se complica por
la desbocada imaginación de Adela, y las inevitables constricciones de las
buenas costumbres, los modales y la corrección política. Los dos hombres
disponibles de la familia, el padre y Geoffrey, el hijo segundo (el primogénito
está en la India y no cuenta) lanzan sus redes sobre Mrs. Churchley, una viuda
de muy buen patrimonio. Pero Adela no puede dejar de intervenir en lo que
considera, horrorizada, como una locura, una inmensa traición de su padre
y hermano. Comprobará el lector al final
cuánta distorsión puede generar un pensamiento único.
Louisa Pallant esboza otra trama: parece
una novela en la que el propio James se implique, al hablar en primera persona,
describiéndose como un solterón norteamericano afincado en Europa. Pero lo que
este personaje cuenta es la historia de dos mujeres, madre e hija, cuyo
objetivo parece ser el mismo: la caza del mejor partido posible para marido. El
protagonista y su joven sobrino coinciden con las dos damas en varios lujosos
lugares de veraneo en Europa. Mrs.
Pallant es un antiguo amor del narrador, y Linda, su joven hija, parece haber
mejorado y superado el modelo materno con creces. Se inicia la caza, y todo parece tener menos
importancia a los ojos del narrador, pero Mrs. Louisa Pallant no piensa lo
mismo. Lo que nunca sabremos es lo que piensa Linda, que, como su nombre
indica, es una belleza perfecta que
también es inteligente y fría como el hielo. Una conjunción
peligrosísima para un joven inexperto e ingenuo.
James,
dentro de su barroquismo, es bastante claro en estas dos novelas.
Admirablemente claro, sin embargo, lanza sus cargas de profundidad para quien
las quiera ver. Es conocido el interés
de James acerca de la forma literaria, artística. Es decir, la importancia que
le concedía no solo al contenido, a la historia que contar, sino a la manera de
contarla, a la técnica literaria empleada para transmitir ese contenido. En
James no vamos a encontrar a un autor decimonónico: es mucho más moderno que
sus contemporáneos. Su manejo de la técnica literaria es notable y aunque no
llega a la categoría de un Tolstoi o de un Flaubert, no se queda muy lejos.
En
suma, estas dos novelas se leen muy bien, el formato es correcto y la
traducción, bastante adecuada.
Ariodante
Dic.201