ÚLTIMOS CUENTOS
JOSEPH CONRAD
Traducción y prólogo de J. L. Piquero
Editorial Navona, 2011
Joseph Conrad siempre es
bienvenido entre nosotros. Poco va quedando sin traducir al español, pero
incluso nuevas traducciones de un autor tan difícil como él, cuya meticulosidad
con el idioma (un idioma que no era el suyo de nacimiento) y la profundidad de
sus textos constituye un verdadero reto para un traductor. Esta nueva edición
de relatos de Conrad recoge cuatro textos de una época ya tardía, más cercana a
su muerte, que ocurrió en 1924. El
oficial negro (1908), El príncipe
Román (1911), El alma del guerrero
(1917) y El cuento (1917, también)
resultan un conjunto apropiado y nada discordante. La primera historia y la
última son marineras, es decir, pertenecen al universo habitual del escritor
polaco-británico. Las otras dos, sin embargo, abordan historias más atípicas en
cuanto al escenario, si bien no lo son en el tema que tratan y el modo de
hacerlo. Pero es curioso destacar que, en ambas, Conrad vuelve un poco a sus
orígenes eslavos, de los que siempre quiso mantenerse un tanto distante.
El universo conradiano, sin
embargo, sigue ahí en todos ellos. Los personajes de Conrad siempre guardan un conflicto interior, un pasado
oculto, un problema moral que a veces les convierte en seres solitarios y algo
inquietantes. Así, aunque son novelas de aventuras, están protagonizadas por
personajes con un drama particular, que domina toda la historia. No son pura
aventura como lo son las obras de Stevenson, por dar un nombre, sino que el
drama humano prima sobre la acción, que sin dejar de ocupar un lugar
importante, no es el centro de atención. Temas como el del honor, la amistad, la
traición, el deber, la culpa o el sacrificio son recurrentes en toda la obra
conradiana y es lo que le da su más conocido sello personal, las señas de
identidad de toda su obra.
En El oficial negro (The
black mate) hay, incluso, un fino humor, puesto que el secreto alrededor del
cual se mueve la historia es algo baladí, pero que está a punto del
costarle la vida a alguien. El tema del
espiritismo en esa época estaba muy de moda entre determinados ambientes
británicos, y el propio Conan Doyle lo practicó e incluso le dedicó múltiples
artículos y un ensayo. Conrad parece burlarse de esto, muy sutilmente. Pero las
descripciones del barco, de los marinos y los momentos angustiosos en cubierta,
son los propios de quien los ha vivido en su propia persona.
En El Principe Román (Prince
Roman) Conrad vuelve a su infancia y primera juventud. Ambientada en la revuelta nacional polaca de
1830-31, transmite las emociones encontradas de un aristócrata polaco
emparentado con la aristocracia rusa, a la que finalmente traicionará. El padre
de Conrad fue un activista polaco forzado al exilio siberiano, lo que acabó con
la vida de su madre (que le acompañó) y en breve tiempo, a pesar de su retorno,
con la del padre mismo. Conrad quedó a los doce años huérfano de padre y madre,
al cuidado de un tío. Las historias que le contaran su padre y su tío, más lo
que averiguará años después, cuando visitó su tierra natal justo el 1914, han
podido verse reflejadas en este relato, en el que el príncipe polaco decide
apoyar la rebelión y traicionar a Rusia.
El alma del guerrero (The warrior's soul) trata un
tema de amistad y sobre todo, honor. Se ambienta en la retirada de las tropas
napoleónicas, la Grande Armee destrozada
y mutilada por el frío y la nieve de las estepas rusas. El enfrentamiento entre
franceses y rusos, dos pueblos que en principio eran amigos, plantea la
confrontación entre el deber y la amistad.
Y en El cuento (The Tale) de
nuevo el mundo marinero vuelve a ambientar una historia con fondo de guerra, el
avituallamiento de los submarinos alemanes por parte de barcos mercantes de
países neutrales. Pero el planteamiento sigue siendo el bien y el mal, la
terrible decisión que ha de tomar un comandante ante un hecho que es evidente
pero no probado.
En suma, un buen conjunto de
historias que gustará a los seguidores de este magnífico escritor y quizás
sirva para que nuevos lectores le descubran y le disfruten.
Fuensanta Niñirola