EDUARD VON KEYSERLING
Trad.: Carlos Fortea
Nocturna Ediciones, 2013
Volvemos
a encontrarnos en el universo de Keyserling, un mundo lleno de sensibilidad, de
sensaciones y de emociones. En esta ocasión, el escritor germano adopta el
punto de vista de un niño, un niño pre púber, delicado y débil, que vive en su
infancia protegida por las manos femeninas
que le rodean constantemente; la presencia intermitente de su padre, poderoso y
fuerte, le intimida a la vez que le admira. Otras presencias le son por
completo misteriosas, ajenas.
En
esta novela corta, la mirada del niño recorre lo que le rodea, espacios,
objetos, animales y personas, aunque sin comprender muy bien ese mundo adulto
cuyas normas le inquietan, le abruman y le resultan absolutamente
incomprensibles, aunque debe obedecerlas.
Comienza
la narración al principio de un verano…el de 1914. Se respiran aires de guerra
y la familia se traslada al campo, buscando un rincón tranquilo. La familia von
der Ost gira alrededor de un padre prepotente, director de banco, cuya vida
está regida por un puro orden cardinal, casi militar. El pequeño Paul, el hijo,
se siente más cómodo junto a las faldas de su madre, Irene, o de su vieja tata,
Marie, incluso de su tía Dina. Bruno, el padre, se siente humillado por la
endeblez y fragilidad del niño, al que
quisiera fornido y fuerte, como él mismo.
Los
problemas de los adultos pertenecen a un rango distinto de los problemas que
aquejan a Paul. El mundo infantil está lleno de miedos, pesadillas,
incongruencias y emociones irracionales. Las relaciones con los otros niños del
lugar, Lulú, un bravucón de su misma edad y Nandl, la niña que siempre le
acompaña y que le ríe las gracias. Ambos le humillan y le desprecian
constantemente por su vulnerabilidad y Paul se siente dolido. Todo su
comportamiento derivará a partir de estas relaciones. Sus penas –que ocultará a
sus mayores– serán motivadas por el continuo trato discriminatorio de los otros
niños, que no le dejan unirse a ellos en sus juegos y que se ríen
constantemente de su debilidad. La tradicional crueldad infantil ante el
diferente.
En
el mundo de los adultos ocurren otras cosas. Irene, la madre, es tratada por su
esposo como una niña díscola; probablemente ese matrimonio no se realizó por
amor, como la gran mayoría de los matrimonios de esa época, que eran arreglados
por las familias. El amor de Irene va hacia un joven empleado de su esposo,
Hugo von Wirden, que, como un moscardón, revolotea alrededor de la dama en
ausencia del esposo. La visita en su retiro campestre, y no para hasta
plantearle claramente su posición. Ella le tolera a distancia, es una relación
casta, pero el niño, que escucha retazos de conversación, no consigue entender
qué pasa con su madre y aquel hombre, que por otra parte le resulta simpático y
agradable.
Todo
cambia con el estallido de la guerra. Una guerra que ni ven ni escuchan, porque
está lejana. Una guerra que no comprenden, pero que los hombres saludan con
alegría, incomprensiblemente para el niño, que ve irse a su padre, vestido de
oficial, como si fuera a un desfile triunfal. También se irá von Wirden. Y los
niños seguirán burlándose de Paul hasta que este toma una terrible decisión,
para doblegarles finalmente.
Toda
la novela está presentada desde el ángulo del niño. Es como si el escritor se
agachase hasta alcanzar la talla infantil y ver el mundo desde su perspectiva.
Pero no solo física, sino mentalmente. Probablemente haya algo de su infancia
en este texto. Todos hemos sido niños y recordamos esos años en los que el
desconocimiento del mundo adulto nos planteaba problemas irresolubles. Años en
los que la principal preocupación de un niño es si es admitido o no en los juegos de un grupo o si ha de
cruzar un bosque solo.
Pues
esa visión es la que Keyserling nos proporciona, con su lenguaje colorista y
sensual, hasta el punto en que nos sentimos niños al leerla. Sin embargo, no
solo hay angustias en la vida de Paul; también disfruta de yacer en la hierba
imaginando ficciones hasta quedarse dormido, de organizar batallas contra
flores, o de pasear junto a su madre, admirando una bella puesta de sol o unas
gencianas recogidas en el camino…ese es su mundo, lleno de ingenuidad, una vida
en el presente, rodeada de sombras y de peligros imaginarios, eso sí, aunque una vida protegida (quizás demasiado)
en un rincón tranquilo.
Magnífica
edición de Nocturna, con una impecable traducción de Carlos Fortea.
Ariodante