SERGIO BARCE
ED. Círculo Rojo, 2011
Esta
es una novela que casi parece un cuento. Recrea el mundo infantil, ese mundo
que en todas las culturas implica una mezcla indefinida de realidad y de
ficción, que mantienen las creencias, las imaginaciones, las ilusiones, al lado y con el mismo estatus que las
certezas, las realidades y los hechos. En el mundo infantil todo es posible. Y
a pesar de que la realidad le da constantes golpes y le despierta de sus
sueños, aun sigue el niño confiando en que sus imaginaciones son o pueden ser
realidad.
El
autor pasó su infancia en Larache, ciudad por otra parte que guarda aún mucho
de la impronta española en esa parte de Marruecos. Barce se ha servido de su
experiencia larachense para captar con gran singularidad y agudeza el escenario
recreado y ambientado en esa población marroquí. No solo el mundo de la infancia, sino el de
la familia, las relaciones familiares, las relaciones entre los vecinos de esa
población abocada al mar, y mirando siempre al norte. Aunque la época no está
especificada, es lo bastante contemporánea para que el niño tenga un juguete
con mando a distancia, que alguien vea partidos de futbol televisados, y que
las pateras intenten cruzar el Estrecho con carga humana. Pero el mundo
marroquí pertenece a otro nivel. Los niños juegan con poco, una pelota de
plástico o un tirachinas …y mucha imaginación, como en España hace cincuenta
años.
Los
personajes que Barce recrea son reales como la vida misma. Cierto que lo entenderán
así mejor los que hayan vivido o vivan en Marruecos, pero es que la infancia es
igual en todas partes, así como la pobreza. Y por eso es una novela que rebasa
el localismo, internándose en algo más universal, las relaciones básicas de la
vida humana.
El
personaje central es Tami, niño débil y enfermizo, pero de potente imaginación
y deseos de vivir, de cuya mano recorre el lector las
distintas callejas de la medina, las avenidas, las playas y el interior
de las casas y las mezquitas. Tami es un niño entrañable, que, a pesar de los
malos tratos que le prodiga Ahmed, su hermano, le ama y le admira. Y a pesar
del desprecio de Mohammed, el padre, le ama y admira. Y le encanta escuchar a
El Hach, su abuelo, cuando le cuenta historias y leyendas, que hace suyas y que
convierte en realidad, viviéndolas como algo cotidiano. Y finalmente, ama
desmesuradamente a su madre, su apoyo, su consuelo y su garantía.
Además
del universo familiar, Barce recrea el complejo mundo de las relaciones
infantiles, juegos, amistades, rencillas y la crueldad infantil hacia el débil.
Las ilusiones, y los miedos. La vida real que envuelve a Tani está llena de
peligros de los que se salva muchas veces –se cree protegido por la baraka- pero no siempre. La realidad es
cruel. Y no solo contra él. Pero Tani no distingue entre realidad y ficción: a
veces se siente guerrero sobre su caballo espada en mano, luchando ferozmente
contra enemigos invisibles. Pero su enfermedad es el peor enemigo, y le
maltrata constantemente. Y luego una sociedad que trata de sobrevivir de la
miseria y que si bien por un lado se apoya, por otro desprecia al débil.
Sin
ser perfecta en cuanto a estilo, la propia historia narrada pasa por encima del
modo de contarla. Quizá esa misma sencillez narrativa sea su mejor baza. Una historia dramática pero a la vez dulce,
entrañable. Terrible y a la vez ingenua y llana. Sirenas varadas, halcones
vigilantes, misterios en las oscuridades de la medina. Y la pobreza, la
emigración, la enfermedad y la tristeza en los ojos de la gente. En fin, una
novela que es llamativa porque aúna la crudeza de la realidad con la dulce
imaginación.