BENJAMÍN
CONSTANT
Trad.:
Marta Hernández
Acantilado
Editorial, 2002
En esta novela corta, y excelentemente traducida,
que Benjamín Constant (1767-1830) publicó por primera vez en 1816, el autor
quiso marcarse un reto: escribir una historia con solo dos personajes, con una
misma situación, y que sin embargo tuviera interés para el lector. Al parecer,
no sólo tuvo muchísimo éxito entre el público de su época, sino que además, más
de uno se identificó con uno u otro protagonista, manifestándoselo al autor; y no sólo eso: los que le conocían
aseguraron que la novela era bastante autobiográfica.
En el prólogo a la segunda edición, Constant se defiende
asegurando que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, y que
casi todos los escritores han sido tachados en algún momento de autobiográficos
(cita a sus contemporáneos Chateaubriand
y a Mme. de Staël) . Con sus propias palabras: "buscar alusiones en una
novela es preferir los enredos a la naturalidad y sustituir el estudio del
corazón humano por el cotilleo". Me permito compartir y a la vez discrepar
de tal idea. Creo que, efectivamente, no todo lo que escribe un literato es autobiográfico
ni repetición literal de los hechos: concedámosle un poco de imaginación...Pero
concedamos también que un escritor recrea sus personajes y sus historias con
retazos de realidad, vivida o no, escuchada a terceros o conocida de modo
indirecto. Y así como un artista fantástico recrea seres mitológicos a base de
conjuntar rasgos humanos con animales o incluso vegetales, rasgos que son
extraídos de seres reales pero que al combinarse crean ficción, un escritor ha
de hacer lo mismo. Nunca se parte de la nada absoluta, la hoja en blanco no
existe, porque aunque en la mente del escritor ya hay bastante, mirando
alrededor hay también mucho de lo que tomar para componer una narración.
La historia que se nos cuenta es la de una relación
amorosa. ¡Vaya novedad! Dirá más de uno...efectivamente, el tema es uno de los
más antiguos y más recogidos por la literatura. Como siempre, lo que importa es
la forma como es tratado lo que se nos cuenta. Presentado como un texto que un
editor encuentra durante un viaje, y que posteriormente considera la opción de
publicarlo, el cuerpo central es una narración en primera persona. Un joven estudiante de buena posición,
Adolphe, que no habiendo conocido el amor-pasión, intenta acceder a relacionarse
con una dama, Ellenore, que casualmente ocupa una situación social irregular,
conviviendo diez años con un conde, con el que ha tenido dos hijos, y al que ha
ayudado y apoyado en situaciones económicas graves, de las que se ha
recuperado, manteniendo con el una relación amorosa tranquila y cómoda. La
aparición de Adolphe no le provoca aparentemente ningún sobresalto, o al menos
no lo deja entrever. Tal indiferencia enerva al joven, que inmediatamente sufre
la enfermedad amorosa en estado agudo. Ella opta por quitarse del medio. Irse al
campo, frenar a aquel impulsivo joven y ojos que no ven...pero esto no hace
sino redoblar los agobios pasionales de Adolphe, que consigue vencer la
resistencia de la dama. Y aquí comienza una relación de gran fuerza pasional y
tensión psicológica -y en ningún momento hay escenas donde se explicite el
sexo- donde el autor concentra toda su artillería en los sentimientos, las
pasiones encontradas, la continua lucha entre sentido (común) y sensibilidad,
entre razón y pasión.
Adolphe nos es presentado como un joven inexperto
en las lides amorosas y además, un tanto indeciso y de carácter débil.
Inteligente y culto, su sentido común desaparece por completo, anulado por la
arrolladora pasión. Ni la intervención del padre, ni la intervención del conde
con el que convive Ellenore, ni la propia conciencia, que le proporciona líneas
de acción razonables, consiguen que Adolphe desista de su obsesiva relación.
Cuantas más dificultades se encuentran, ambos parecen crecerse: ella es diez años
mayor que el, su posición social es altamente irregular, tiene dos hijos, a los
que ha de renunciar si quiere seguir con el, y además, se mueve en círculos
sociales donde, si bien se tolera su relación con el conde, no resulta tan
tolerable que lo cambie por un joven que aún no ha accedido a una actividad
social, profesión, o a la fortuna
familiar.
La situación resultante es dramáticamente
romántica. Las descripciones de las efervescencias emocionales son muy lúcidas
y, si no han sido sentidas, al menos el autor las reproduce muy fielmente. En
palabras de Adolphe: "Es una horrible desgracia no ser amado cuando se
ama; pero también lo es, y grande, ser amado con pasión cuando ya no se
ama." (Pág.74)
El realismo de la tensión amorosa es tan fuerte,
que incluso los lectores, hayan vivido una pasión semejante o no, se sentirán tocados en algún momento de
la novela o en toda ella. Descrita desde
el punto de vista de Adolphe, seguimos sus altibajos, dudas, razonamientos,
encuentros y desencuentros consigo mismo. A Ellenore la vemos desde fuera,
comprendemos su posición, pero interpretada por la visión masculina ( "¡a
ellas les duele tan poco y a nosotros nos produce tanto placer!")(pág.32)
Leemos la historia de un tirón, y seguimos el
desarrollo lógico de la relación, que, salvo por las notas específicamente de
la época, podría trasladarse perfectamente a la actualidad. Los sentimientos,
la ceguera de la pasión, es tan actual porque la naturaleza humana sigue siendo
la misma. Para explicitar aún más el
carácter no moral del relato, en los capítulos finales, el autor hace decir al
editor: "En este mundo, nadie aprende más que por sí mismo, y todas las
mujeres que lo lean imaginarán haber encontrado a alguien mejor que Adolphe y
valer más que Ellenore."(pág.149). La intención de Constant no es tanto
una lección moral como una inmersión en el alma humana, que nos va mostrando
adonde nos puede llevar el alejamiento de la razón y el dominio de la pasión.
¡Ay, Marco Aurelio!
Ariodante