19/9/14

AUGUSTO REVISITADO

EL HIJO DE CÉSAR
(Augustus, 1972)
JOHN WILLIAMS
Pámies, 2008


Recreación biográfica coral, con estructura fragmentaria, esta obra entrelaza múltiples voces, cada una proporcionando una visión directa o indirecta de la figura de Cayo Octavio, comenzando por la potente voz de Julio César, dando instrucciones a Atia sobre la educación de su joven sobrino-nieto. El autor texano John Williams (no confundir con el impactante compositor de gloriosas bandas sonoras de películas) reúne diversos documentos: cartas, fragmentos de memorias, diarios, notificaciones oficiales, actas del Senado, etc. que en conjunto nos proporcionan una visión  personal, a veces íntima, a veces pública, de la personalidad y carácter del primer emperador romano. Es una información subjetiva, ojo, no estamos leyendo un tratado de historia, sino una ficción acerca de la vida un personaje real. Y no solo del personaje central, sino que de modo más o menos tangencial, también nos son mostradas las vidas de aquellos que le rodeaban y en cierto modo influían en Augusto, o cuyo trato tuvo alguna relevancia en su vida. Los documentos son ficticios, aunque el autor se haya empapado de Tito Livio, Agripa, Mecenas, Horacio, Virgilio, Ovidio, Nicolás Damasceno, Estrabón,...todos contemporáneos a Octavio,  algunos amigos personales, otros familiares y otros, claramente enemigos, como Sexto Pompeyo. Williams, con la documentación de los hechos, imagina qué pudo pensar o sentir cada uno de los protagonistas de la historia, de la historia real. Lo interesante de esta recreación es que nos proporciona los hechos que realmente ocurrieron, vistos desde múltiples ópticas, algunas totalmente subjetivas y emocionales, y es en ese punto donde funciona la magia de la ficción literaria.

Casi podemos tocar el  dibujo físico e incluso la personalidad de Octavio: delgado, endeble, de apariencia débil, enfermizo...conteniendo una mente clara y distinta, impecable. No llegamos a comprender cómo conseguía ese dominio absoluto sobre sus sentimientos, porque los tenía. Pero la idea del Estado dominaba totalmente su actuación. Esclavo de su propia noción de Estado, el Primer Hombre de Roma se tenía que tragar amor o  dolor, amistad o traición. Y aparecer en público impasible, sereno y como un buen jugador de poker, guardar sus cartas para ir mostrándolas en el momento adecuado.
 
Asimismo, relata el paso de la República al Imperio y la consecución de la llamada Pax Romana. Encontramos escenas de la vida doméstica, casamientos, adulterios..; batallas: Filipos, Actium, Naulochus; movimientos de tropas, campañas de Augusto por lo que más tarde sería considerado como el mundo romano; diversas reglamentaciones, regulando la vida social (educación, hacienda, obras públicas…). Así, a modo de un cuadro puntillista, con pinceladas cortas o largas, espesas o transparentes, pinta un fresco de la época de un modo ameno, imaginado, donde la realidad se mezcla con la ficción de un modo verosímil y razonable. Únicamente, algunas expresiones  que creo achacables a la traducción, no al autor, chirrían. Pero nunca hasta el punto de estropear el conjunto, afortunadamente. Un ejemplo, para muestra: en inglés, biblioteca se dice library (es un false friend) y el traductor ha sustituido por “librería”. Obviamente no existían librerías en Roma...pero sí bibliotecas.
La composición de esta obra es excelente. Dividida en tres secciones, en el Libro I la narración comienza con el asesinato de Julio César y  concluye cumplidos los 33 años de Octavio, finalizado el segundo triunvirato, tras la muerte de Marco Antonio, y comenzando su quinto consulado. Aparte de las múltiples cartas, uno de los ejes lo constituyen las Memorias de Agripa, mano derecha de Augusto.
El Libro II muestra la versión de Julia, la única hija de Octavio, que a modo de Diario desde  Pandateria, donde vive exiliada tras la conjuración de su amante Julio Antonio. Alterna los fragmentos de Julia con otras cartas, como de Calpurnio Pisón a Tiberio, Livia a Octavio, Horacio a Virgilio y a Mecenas, Nicolás de Damasco a Estrabón, etc. Con todos estos relatos vamos conociendo los hechos de los años de la madurez de Augusto, las intrigas sucesorias, y demás hechos relacionados con los amigos o los familiares del emperador.
En el Libro III habla, finalmente, el propio Augusto, en los últimos días de su vida. Aunque la forma es de una carta a Nicolás de Damasco, el texto se va convirtiendo paulatinamente en un diario íntimo, en un repaso a la propia vida que el viejo emperador, mientras viaja  por mar hacia Capri (bello símbolo de la barca de Caronte) valora sus aciertos y desaciertos, la función de su vida y rememora el pasado, consciente de que no le queda futuro ya. Un Epílogo, constituido por una carta de Filipo de Atenas (personaje de ficción que supuestamente atendió a Augusto en su muerte) a Séneca, relata el final de Augusto, que fallece donde su propio padre, en Nola. El autor le hace morir solo (salvo la presencia del imaginario médico), mientras Livia y Tiberio esperan fuera. A lo largo de la obra, Augusto va siendo consciente de su progresiva soledad, incluso, de que siempre ha estado solo. Esto queda de manifiesto en la larga carta final.
Concluyendo: un magnífico libro de atrayente lectura, muy recomendable para los amantes de la historia clásica y sobre todo, de la literatura.



John E. Williams, (Clarksville, Texas, 1922 - Fayetteville, Arkansas,1994) fue un escritor y poeta estadounidense. Después de desempeñar varios empleos en periódicos y estaciones de radio, Williams se enroló en el ejército en 1942, sirviendo en la India y Birmania. Posteriormente obtuvo su título universitario de bachelor luego el master en 1949-1950 en Denver. El doctorado lo obtuvo en la Universidad de Missouri, en 1954. Durante su primera etapa en Denver publicó su primera novela, Nothing But the Night (1948), y la primera colección de poemas, The Broken Landscape (1949). La presente obra es su cuarta novela, Augustus, traducida al español como El hijo de César, y fue ganadora del National Book Award de ficción en 1973. Tras jubilarse de la Universidad de Denver en 1986, Williams se trasladó con su mujer a Fayetteville, Arkansas, hasta su muerte, en 1994.



Ariodante

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