BOMARZO
MANUEL MUJICA LÁINEZ
Ed. Seix Barral, 1987
Bomarzo es una pequeña población del Lacio, en la provincia de Viterbo
(Italia); en tal enclave aparece la
mansión o castillo en cuyos alrededores está situado el Bosque de los
Monstruos, cuyo creador fue Pier Francesco Orsini, personaje central de la novela
de Mujica Láinez. Los Orsini eran una familia de condottieri, (guerreros mercenarios al servicio de los gobernantes
de los estados italianos desde finales del medioevo hasta el siglo XVI
aproximadamente) cuyos orígenes se pierden entre la bruma de la historia,
descendientes, según la leyenda, del oso ancestral, Editus Ursae, que
amamantó al primer Orsino, hijo de un jefe godo. Otra versión del origen de los
Orsini sería la romana, es decir, la descendencia generada por Cayo Flavio
Orso, general del emperador Constancio. Pero de un modo u otro, el Oso estaba
incorporado al blasón de la familia, junto a la rosa y la sierpe. Y aunque la
guerra había sido la principal ocupación familiar, no sólo había guerreros en
ella, sino cardenales, incluso papas...que también guerreaban. Era una época
convulsa en la que los grandes personajes presentaban muchas facetas; lo que se
vino en llamar el virtuosismo renacentista. Pero nuestro Orsini particular,
Pier Francesco, Vicino, no sólo a
causa de su cojera y su espalda gibosa, (características que le adjudica el
escritor, el toque literario) tiene una inclinación hacia la cultura, el arte,
la poesía, la literatura. Cuando ha de guerrear, cumple con su deber, pero
mientras no es requerido por causa mayor, prefiere moverse entre artistas y
literatos, nigromantes y gentiles.
Mujica Láinez convierte en inmortal al personaje al rememorarle con
esta novela. Seducido por una visita a Bomarzo en 1958 y, sobre todo, por el
Bosque de los Monstruos, recrea la vida del Duque Pier Francesco, trazando a su
vez un dibujo detallado y puntillista de una época tremendamente belicosa,
artísticamente brillante, conflictiva en lo religioso y en lo filosófico, plena
de intrigas, pasiones, nigromancia y visiones infernales. El autor se sumergió
a fondo en el siglo XVI italiano para documentarse sobre el contexto del
personaje, del que, por otra parte, no hay demasiada información, salvo los
hechos públicos: nacimiento, parentesco con un famoso cardenal, enlace
matrimonial, participación en batallas, afición literaria...pero todo el clima
psicológico y la elaboración del carácter es un alarde literario. Pleno de
ambigüedad y contradicciones, conviviendo el vicio con la virtud, el gusto por
la belleza con la atracción morbosa a la monstruosidad, el odio y la envidia, la ambición y la
venganza con el desmesurado amor a la vida y a la inmortalidad, que le había
sido predicha por el astrólogo Sandro
Benedetto.
El propio escritor argentino afirma haber sentido una especial
emoción, un fuerte sentimiento de deja
vu, que le lleva a interesarse por el
personaje que pudo dar vida a unos sueños tan monstruosos. La novela, iniciada
en junio de 1959 y concluida en octubre de 1961, está contada en primera
persona, duque y escritor se confunden, se mezclan, y la narración será realizada desde un espacio intemporal en el
que el espíritu del duque se inmortaliza en la escritura de Mujica Láinez, en
quien se reencarna el duque, literariamente. Al ser narrada desde la contemporaneidad,
por medio del subterfugio de convertirse en duque de ficción, atrapa al lector
de hoy, que puede sentirse implicado en lo que le cuentan. A lo largo de toda
la obra va recordando al lector que han
pasado siglos y han ocurrido muchas cosas después de aquello. Y que la mirada
sobre los hechos puede cambiar, pero los hechos, enmarcados en su época, han de
ser como son. Y como el escritor ha querido que sean.
Así pues, lo que vemos en esta narración es la trayectoria vital de un
personaje arquetípico del Renacimiento, que piensa y siente, ama y odia, goza y
sufre como en general solían hacer en su momento los en la sociedad italiana.
Pero además, el autor ha querido dotarlo
de una singularidad que le hace especial. Cargado de un cuerpo
deformado, giboso y cojo, pero con un rostro agraciado y unas manos suaves y
bellas, donde lució toda su vida un anillo que le regaló en su adolescencia el
escultor Benvenuto Cellini, Pier Francesco sufre por la comparación continua
con sus hermanos, que muestran unas proporciones ideales y llevan la vida que
él no puede permitirse y que sin embargo, ansía. Pero Vicino es un Orsini; piensa, ama y odia como un Orsini.
De un modo u otro, la vida de Vicino
es tortuosa, como lo era su cuerpo. Desde la infancia Vicino se acostumbra a sufrir, a recordar a diario la desventaja de
su maltrecha figura, siendo humillado por un padre que se avergonzaba de él,
unos hermanos, Girolamo y Maerbale, que le someten a vejaciones; teniendo como
único refugio a su abuela, Diana Orsini, fuerte pilar en el que apoyarse, y de
quien recibe gran parte de las nociones básicas sobre su estatus...y el
consuelo de su singularidad malformada. Intentó el amor...y fracasó; intentó la
amistad….y fue traicionado; le quedó la venganza, la culpa y la soledad: un
mundo lleno de monstruos, que quedarían petrificados para siempre en el Bosque,
símbolo autobiográfico de su vida.
Así, este segundo hijo del condottiero
Gian Corrado Orsini, recuerda la triste infancia, la inquieta y perturbadora
adolescencia entre los parientes Médici florentinos, el culpable acceso a la
condición de duque de Bomarzo, sus esponsales con Julia Farnese, y la obsesión
por conseguir descendencia, que le hace responsable de unos actos abominables;
sus tratos con amantes (de uno y otro sexo), con artistas, con nigromantes (Paracelso
incluido), con las demás familias de poder: Médici, Sforza, Gonzaga, Farnese,
Della Rovere… lo que incluía papas, cardenales, incluso un fugaz encuentro con el emperador Carlos V. Narra también la participación en las guerras
europeas, así como la batalla de Lepanto (con una brevísima aparición de
Cervantes) batalla en la que, por edad, es mero espectador, mientras su hijo
Horacio y su sobrino Nicolás participan plenamente. Finalmente, narra la
progresiva soledad al envejecer y el empeño obsesivo en plasmar sus múltiples
pesadillas en las rocas de su bosque, en Bomarzo.
Libro de imprescindible lectura, está escrito con la calidad literaria
con que Mujica Láinez domina el lenguaje, y que ha demostrado a lo largo de
toda su obra, de la cual esta sería su máximo exponente. Clasicista y barroca a
la vez, moviéndose entre la crónica y la leyenda, la escritura de Mujica Láinez
es viva, emociona, rompe moldes y atrapa al lector.
Ariodante