VICENTE BLASCO
IBÁÑEZ
Prólogo y
edición Emilio Sales
Editorial
Renacimiento, 2013
La
vida de Blasco Ibáñez se caracteriza por una gran movilidad. Desde muy joven,
debido a sus ideas políticas, a sus continuas reyertas periodísticas y a una
postura siempre rebelde y problemática, tuvo que salir por piernas, escapar de
la Justicia, lo que le convirtió en viajero por necesidad. Los textos que se
aglutinan en este libro, son el resultado de una de esas huidas/escapadas,
puesto que si bien se veía obligado a escapar, también se veía obligado a
comer, y parte de su manutención (¡diez pesetas por artículo!) la conseguía
escribiendo para revistas o periódicos, en este caso, para El Correo de Valencia. Durante todo un año permaneció en París,
adonde llegó por el tortuoso camino desde Valencia a Argel en una barca de
contrabando, y de allí a Marsella, hasta su punto final, París. Corría el verano de 1890 cuando la mirada
asombrada y entusiasmada de un joven Blasco se paseaba por los bulevares y las
avenidas parisinas, descubriendo todo un mundo nuevo. París, fin de siglo, era
una ciudad cosmopolita, que marcaba las modas de Europa.
Veinticuatro
artículos contiene este libro, escritos todos ellos por Blasco a lo largo de
ese año parisino. Descubrimos un Blasco juvenil, veinteañero, que se asombra,
admira, o lanza sus protestas según lo que ve. Si bien muchas de las descripciones
son, obviamente, muy ajustadas a la época, otras parecen completamente
actuales. Como destaca Emilio Sales en
el prólogo, los textos no son tanto los
de un viajero como los de un corresponsal: trata múltiples asuntos,
estampas de sociedad, evocaciones históricas, noticias…todo ello, enfocado con
una fuerte carga ideológica y política, lo que en algunos momentos resulta casi
panfletario. Sus “veintipocos” años se dejan notar: el apasionamiento
combativo, la mirada sobre la ciudad, sobre sus pobladores, siempre captando
las fuertes diferencias sociales,
adoptando el punto de vista del desvalido, denunciando la exclusión
social, la marginación y la pobreza.
Ahora
bien, la mirada del joven Blasco derrocha curiosidad, derrama su interés a
todas partes, la historia y la sociedad francesa le atraen profundamente,
atracción que permanecerá toda su vida.
Llega
el joven exiliado a un París veraniego, en pleno agosto, con las calles vacías
de todo aquel que se puede permitir unas vacaciones. Solo los extranjeros,
viajeros o turistas, y las clases más desfavorecidas son los que ocupan la
calle. Este simple hecho, también común hoy en día, le lleva al autor
valenciano a lanzar diatribas incendiarias y a acordarse de la Comuna y los
terribles días revolucionarios.
Según
va cambiando el tiempo, que del calor veraniego pasa directamente a un invierno
a cuyos rigores no está acostumbrado el joven escritor, este añora la calidez
levantina frente a los gélidos vientos, lluvia y nieve de esa ciudad tan al
Norte de su patria chica.
Comienza
la temporada y con ella el teatro, los conciertos musicales y la
ópera, de la que es muy aficionado el joven Blasco, y a la que dedica varios
entusiastas capítulos a lo largo del libro.
Las
fiestas, las costumbres de los diversos grupos sociales, los barrios de París,
con sus peculiaridades propias, todo ello es revisado y revisitado por la pluma
de Blasco, que recrea con gran placer algunas partes, como la dedicada al
Barrio Latino y a los estudiantes
(¡debía sentirse tan cercano a ellos!). Los restos de la aristocracia parisina,
las “hijas de la noche”, el barrio
judío, los Carnavales, las sesiones de patinaje en lo más crudo del invierno,
etc. La pluma de Blasco es amena, siempre apasionada a favor o en contra,
explosiva a veces, y reconocemos su carácter -activo y agitado- tras las líneas
del texto. Pero nada se le escapa a su mirada, todo le parece interesante de
resaltar, de una cosa pasa a otra, intentando abarcar lo más posible en su
pintura realista de una sociedad que era tan diferente de la que él había
conocido, tan provinciana y pacata.
En
suma, un reportaje vivo, ameno, de
lectura entretenida y llena de curiosidades, detalles interesantes y contados
de un modo atractivo, directo, emotivo. El lector sentirá que está en París,
desde luego, aunque sea el París de fin de siglo.
Vicente Blasco Ibáñez (Valencia,
1867, Menton, Francia, 1928), escritor, ensayista, periodista, viajero,
político, hombre de acción, como solía definirse. Realizó estudios de Derecho
(que no ejerció nunca) en la Universidad de Valencia; entre 1898 y 1907
participó en política como diputado republicano; más tarde, huyendo quizá de un
fuerte enamoramiento, marchó a la Argentina, donde pasó años tratando de sacar
adelante una hacienda, perdiendo dinero y amigos; luego marchó a París,
volviendo con su amante y coincidiendo con la primera Gran Guerra, sobre la
cual escribió la obra que en el cine le haría famoso: Los
cuatro jinetes del Apocalipsis. Con el telón de fondo de la guerra escribió
otras, como Mare Nostrum o Los enemigos de la mujer. Desde que se afincó en Francia, realizó
diversos viajes y su obra se hizo más cosmopolita, abandonando los temas
regionalistas y costumbristas así como los políticos. En sus últimos años
concibió su proyecto de novelas históricas, que comenzó con las de los papas
españoles y siguió con los descubridores. De una grande y variada producción
literaria, autor controvertido y versátil, consiguió en vida bastante éxito con
la literatura, siendo incluso algunas obras suyas llevadas al cine en época
temprana. Escribió toda su obra en castellano.
Ariodante