HERMINIA LUQUE
Fundación José
Manuel Lara, 2015
Premio Málaga de
novela 2015
Poca noticia tiene el lector medio e incluso el avezado,
salvo que sea un especialista en Literatura, para dar con los nombres y las
vidas de las dos protagonistas de esta narración, María de Zayas de Sotomayor y
Ana Caro de Mallén, escritoras en un siglo dorado donde las letras no eran, sin
embargo, la dedicación habitual en una mujer: a mediados del XVII todo lo más
que solía ocurrir era que las damas acudieran, “tapadas” a las academias literarias, reuniones donde se
hablaba de poesía, comedias o dramas, cuyos participantes activos solían ser
masculinos. A diferencia de los salones franceses de la aristocracia, donde
tanto caballeros como damas acudían (sin tapar) y se relacionaban de un modo
más directo. Incluso la mayoría de los salones estaba auspiciado por damas de
la aristocracia francesa, que acogían periódicamente en sus salones a músicos,
literatos y artistas en general.
En España, o mejor dicho, en la Corte de Madrid, alguna
dama de la nobleza se atrevía a organizar “academias”, que consistían parte en
meriendas con chocolate y dulces, parte en lecturas literarias masculinas…con
alguna excepción, como en este caso, doble: María de Zayas y Ana Caro.
Es esta una obra estructurada al modo epistolar: el
prólogo tiene forma de correo electrónico, le sigue una curiosa nota de
sucesos, y el cuerpo central lo ocupan dos largas cartas, una a modo de confesión,
otra a modo de relación informativa, incluyendo también un testamento. Finaliza
con un simbólico certamen poético y un epílogo con forma de tweets que resumen (y evocan) en forma muy
actual los avatares editoriales de las protagonistas de las vidas narradas. De
una y otra escritoras se sirve la autora para ficcionar episodios principales
de sus vidas, momentos en que coinciden y se acompañan en su vivir, que por
desconocidos o conocidos muy someramente, permiten a la imaginación una
libertad de movimiento, que la autora aprovecha.
Tanto la narración de Ana Caro, como la de María de Zayas
dejan traslucir muchas cosas, además de sus vidas, de las cuales, realmente,
apenas dan unas brillantes pinceladas; pero nos trazan un bello esbozo de cada
una. Como una de esas pinturas inacabadas, que tras dibujar y colorear a la
perfección una parte de ellas, deja lo demás en un simple boceto, en unas
líneas o manchas de color difusas o borrosas. La relación entre ambas damas es
una relación estética, no exenta de calor humano y de cariño: “Amé la belleza
de su alma, que el alma no es hombre ni mujer(…) Si amar tanta belleza es
pecado, he pecado, sí” afirma María en su carta.
Lo que traslucen los textos, a modo de escenario, es la
vida en la España de Felipe IV, las costumbres, festejos, tipos curiosos, el
mundillo cultural y, principalmente, los roles
sociales y las diferencias entre lo que se esperaba de hombres y mujeres. Y
esto es presentado desde el punto de vista de dos mujeres que se salen del
común. Dos mujeres que ni desean matrimoniar ni profesar en religión, que eran
los dos estados honrados de la mujer. El otro estado, el de la prostitución, ni
se contempla por parte de ninguna de las dos; queda para mujeres de baja
condición y poco honradas. Las dos, Ana y María, coinciden en mostrar una
cierta aversión a la relación con los hombres, sobre todo, a situarse en
dependencia de ellos, tanto si es emocional, sexual o simplemente, contractual,
lo cual las aleja del matrimonio, pero también de cualquier relación con el
otro sexo que vaya más allá de las literarias y formales puramente.
Pero si no desean matrimoniar ni profesar, ¿qué ambicionan
ambas? Las letras. Desde muy niñas, tanto María de Zayas como Ana Caro
mostraron una determinación férrea hacia un objetivo: la literatura. Leer, leer
muchísimo, leer todo lo que caía en sus manos, y posteriormente escribir, emborronar
resmas y resmas de papel con sus ocurrencias, emociones, ideas, sueños y
ficciones. Y publicar los resultados, hacer llegar al público sus obras, lo
cual también en aquella época presentaba dificultades.
Cada una ha llevado, hasta el momento de su encuentro, una
vida dispar, de la cual tendrá información el lector en la relación de ambas
cartas. También el lector verá a María con los ojos de Ana y viceversa. Y serán
miradas distintas, aunque la convivencia entrambas –breve, sólo unos meses-
será feliz y dulce. Pero ¡ay! La felicidad suele ser pasajera y momentánea,
frágil y quebradiza. La separación, por causas que más adelante se irán sabiendo,
repone a la soledad a cada una de estas damas, que se refugian en su quehacer
literario para el resto de sus vidas.
No falta en estos relatos el humor, siempre sutil, a veces
corrosivo, utilizando a personajes secundarios (como, por ejemplo, las criadas:
Mari Cépalo), ni tampoco falta el discurso enaltecedor de los valores de la
mujer como ser humano, como persona, frente a aquellos que la desean “con la
pata quebrada y en casa” o vistiendo santos. “El mal, que sepamos, está en el
alma del que obra, no repartido según el sexo, los hombres cargados de maldad y
las mujeres llenas de ternísimas bondades, bien sabemos que no”, razona Ana,
como contrapunto a la fuerte reacción de María ante el peligroso Ambrosio
Pancorvo. Sin embargo, no aplauden los escritores masculinos la competencia
femenina, y tratan por todos los medios de desvirtuarla, denigrarla o
silenciarla. Y cuando digo por todos los medios, incluyo la calumnia, la
humillación y la violencia.
Violencia que ya aparece en la breve noticia del
principio: el descubrimiento de un cadáver femenino momificado, entre dos
paredes de una casa, con la específica nota de que había sido el hermano de la
víctima quien causara su desgracia y letal destino. Este es el anticipo, el
aperitivo de los siguientes platos a degustar.
Y se degustan muy placenteramente, porque si otra cosa es
destacable en esta pieza literaria es su lenguaje. Cuidado en grado sumo, la
autora del texto reproduce muy acertadamente lo que podría ser el lenguaje de
la época, adaptado al lector actual, trufando el texto de refranes, dichos
populares, y referencias muy sutiles a la actualidad. Muy interesante y curioso
es el fragmento en el que María habla de las cosas importantes cuyo nombre
comienza por una letra muda: la hache. Historia, humano, hombre/hembra, hambre,
habla, hermosura, … Asimismo hay teoría literaria en el texto, desgranada aquí
y allá: “las novelas han de sostenerse por sus letras, por lo que dicen y el
modo en que lo dicen, pero en absoluto por las intenciones de los que las
escriben.”
En suma, un libro que ha ganado merecidamente el premio, y
que ha sido editado con primor, desde la excelente imagen de la portada a la
composición de los textos en el conjunto.
Fuensanta Niñirola
Oct.2015
Herminia Luque
(Granada, 1964) es escritora y ensayista. Licenciada en Geografía e Historia
por la Universidad de Granada, reside en Rincón de la Victoria (Málaga) donde
ejerce como profesora de Secundaria. Ha publicado las novelas ‘Bitácora de
Poseidón’ (2010), ‘El códice purpúreo’ (2011) y ‘Al sur de la nada’ (2013).
Sus relatos están incluidos en antologías como ‘Narradores almerienses’
(1991), ‘Relato español actual’ (2002) o ‘Espacios’ (2003). En 2014 recibió
la mención especial Emma Tirado del XV Premio de Ensayo Carmen de Burgos por
su obra ‘Siempre guapa. El imperativo estético en la sociedad contemporánea’
(de próxima aparición). Su novela ‘Amar tanta belleza’ ha sido galardonada
con el Premio Málaga de Novela 2015.