LOLA GAVARRÓN
Ed. Anagrama,
1989
-¿Dónde hay que ponerse su perfume?
- Dondequiera usted que la besen..
(Respuesta de Coco Chanel en 1944)
Interesante, curioso y con un punto de
humor, resulta este ensayo sobre la moda, cuya premisa central será la de que
el vestido conforma nuestro ánimo. Refugio de lo irracional, la fantasía y el
capricho, la moda comparte estas cualidades con el arte y los sueños, según
afirma la autora en el prólogo. El vestido es algo que los humanos usamos, a diferencia
de los animales. En principio, nos vestimos para cubrirnos, protegernos del
frío o de las agresiones del medio y la acción de otros humanos o animales. En
segundo lugar, y aquí ya nos acercamos al concepto de moda, nos vestimos para señalar
una diferencia de posición social, o de pertenencia a un determinado clan o
tribu, profesión, para marcar nuestra
identidad o, simplemente, por el puro placer de disfrazarnos, de adoptar otra
apariencia, por un tiempo. Esta opción es la que interesa, en este ensayo: la
posibilidad de vestirse por placer y no por necesidad. Las primeras vestimentas
en principio unificaban y definían a las tribus, poblaciones o grupos sociales,
pero siempre había un ropaje especial para los reyes, jefes o hechiceros, que los
diferenciaba del resto. Vestirse, es, pues, un lenguaje pleno de simbolismo -a
veces, inconsciente- que nos oculta o nos destaca de los demás, que uniforma o
singulariza.
Con el transcurso del tiempo, la moda
generará en primer lugar una diferencia abismal entre las clases sociales, además
de ser un identificador de las distintas profesiones, pero paulatinamente devendrá
en un factor de unificación, de igualación social, sobre todo, a partir de la
eclosión industrial de la moda, a finales del siglo XIX y principios del XX, con
el surgimiento de las casas de alta costura y luego la generalización del
concepto de prêt-à-porter y la
consiguiente masificación de la moda, los grandes almacenes y la ropa ya
confeccionada. Todo lo cual, como manifiesta la autora, resulta paradójico: si la
primera finalidad de la moda era la diferenciación de clase, en los últimos
siglos deriva hacia la unificación social.
En la actualidad las posibilidades de
singularizarse con la ropa son enormes: las
diferencias pueden estar en el buen o mal gusto a la hora de elegir
vestimenta, de ahí que la elección nos diga del carácter, la psicología o el
estado de ánimo de una persona más que de su estatus social. En los últimos
tiempos lo que se ha generalizado son las modas “tribales” urbanas, si podemos
decirlo así, sobre todo entre los jóvenes; pero el ensayo está publicado en
1989, y aún no se había producido de modo tan intenso este proceso.
El ensayo, que incluye 41 ilustraciones
(fotos, grabados y pinturas) y una amplia bibliografía y notas, trata, en cinco apartados, los diversos
aspectos de la moda, además de reflexionar sobre el concepto de
elegancia/belleza, la gracia (“belleza en movimiento”), lo chic y la relación del vestido con la personalidad, gustos y
pretensiones de quien lo usa.
Dedica la autora un capítulo a dar pinceladas
biográficas de los grandes nombres, los creadores, las firmas: Balenciaga,
Chanel, Saint Laurent, Cardin, Dior, Courrèges, Givenchy, Mme. Grès, Molyneux,
Patou, Rabanne, Ricci, Rouf, Schiaparelli, Ungaro,…Y también un detallado
apartado a todos aquellos personajes que hacen posible el fenómeno social de la
moda: diseñadores, modelos, publicistas, fotógrafos y los llamados “árbitros de
la elegancia”, esas personas cuya sola presencia en un desfile o simplemente
verlas con un vestido de determinada firma, ya dispara las ventas.
Muestra y analiza después los ritos de la
moda: las pasarelas y desfiles, la paulatina incorporación de los hombres, tradicionalmente
anclados en la clásica y conservadora tradición inglesa desde la que se han
desplazado actualmente a la elegancia italiana.
Muy interesantes son los capítulos
dedicados a la relación, digamos sensual, de las portadoras de determinadas
telas y tejidos sobre el cuerpo, la relación de los vestidos, textura y color,
con el ánimo de quien los viste. La
moda, como cultivo de la apariencia, revela el estado de ánimo de la persona
que lo porta. El concepto de disfraz, de la introducción del teatro y el cine
en la vida cotidiana, cambiar, por unas horas, la personalidad al usar otra
ropa. Hoy en día, ya no es cuestión de dinero: un buen olfato para la ropa
puede llevar a una persona a vestir elegantemente si combina bien las prendas y
sabe llevarlas. La piel y la seda, los clásicos elementos del lujo, ya casi a
la altura de cualquiera, y la relación de esos materiales con el cuerpo
femenino principalmente, es francamente sensual y hasta erótica, según la
autora, que a su vez cita a teóricos importantes, como Oscar Wilde, Carlyle,
Lacan, etc.
En suma, Lola Gavarrón desarrolla una muy
amplia y detallada reflexión sobre el vestido, la naturaleza humana, y la
sociedad. La moda es un placer y no una necesidad, concluye. Pero un placer
necesario… y efímero.
Fuensanta Niñirola
Nov 2015