LOS BUDDENBROOK
: DECADENCIA DE UNA FAMILIA
Buddenbrooks, Verfall einer Familie (1901)
THOMAS MANN
Edhasa, 2008
Traducción de
Isabel García Adánez
Obra magna del escritor alemán, escrita ¡a
los 25 años! traza un detallado retrato de una familia de comerciantes
–inspirándose en su propia familia- del Norte de Alemania a lo largo de cuatro
generaciones, de 1835 a 1876. Como todas las sagas, hay un despliegue de
personajes, tanto los de la familia y
sus respectivos enlaces matrimoniales, como de los parientes políticos, los
amigos y los compañeros, buscando con ello representar tipos sociales y
costumbres que el propio autor conoció en su familia y ciudad natal. En
palabras del propio autor, es una auténtica «historia del alma de la burguesía
alemana».
Dividida en once partes, el texto se
presenta como un verdadero peso pesado de la literatura. Toda una saga que, a
la vez de contar las vivencias, éxitos y fracasos, ilusiones y penas de una
acomodada familia alemana, deja traslucir un modo de vida: la historia de un
país que se hizo con el esfuerzo y el trabajo de muchos emprendedores como
éstos, fuertemente ligados a la religión y la política de su país, que hasta
ese momento aún no habían mostrado apenas síntomas de la influencia de las
ideas ilustradas.
El marco histórico-político es solo un
telón de fondo: el recuerdo de las tropas napoleónicas, las sucesivas guerras (Prusia
contra Austria, Prusia contra Francia), las escaramuzas revolucionarias del 48…
todo eso es algo de lo que se habla en segundo plano y siempre, si se cita, es
en relación a sus repercusiones en los procesos comerciales y a las vidas de
los personajes. Lübeck era una ciudad libre, asociada a la Confederación
germánica.
Los Buddenbrook son una más de las
familias de la alta burguesía, en un momento de esplendor, que aspira a ir
ocupando espacios de poder cada vez más altos, siguiendo el modelo de la
aristocracia, pero entroncados en el mundo empresarial y financiero. Y lo
buscan mediante el negocio, trabajando con verdadero tesón, a la prusiana. Una concepción
del trabajo apoyada en parte en las ideas luteranas, la religiosidad pietista,
y en parte en el concepto prusiano de la disciplina. El lema de la familia,
grabado en la fachada de la casa, es “El Señor proveerá” (Dominus providebit). Por otra parte, las palabras “distinción y
dignidad” se repiten como un leit motiv
a lo largo de la obra. La familia ha de mantener el rango de modo digno y
distinguido.
Sin embargo… las cosas no siempre son como
se planean. Las primeras generaciones crean la empresa y la hacen prosperar, la siguiente la mantiene
en su prosperidad, pero se inician síntomas de peligro; la decadencia se hace
visible en la última: es el fin. Obviamente de toda esta evolución se desprende
un simbolismo social: actividades, modos y costumbres de una sociedad que en
principio, tras Napoleón, era floreciente y poco a poco fue bajando como un soufflé, salvo aquellos que saben
adaptarse a los nuevos tiempos y modos de hacer negocios. La burguesía
moralista y religiosa da paso a una burguesía laica que mantiene la moral
alejada de los negocios. De un modo u otro, la doble moral es algo que se
trasluce de modo explícito, fuente de continuos conflictos en toda la novela.
Un Johan Buddenbrook que provenía de
Rostock y se dedicaba al comercio, acabó por establecerse en la ciudad
hanseática de Lübeck y fundar en 1765 la empresa de exportación de cereales que
llevaría su nombre. Su consejo, repetido de padres a hijos era: “Atiende con
placer tus negocios durante el día, pero emprende solo los que te permitan
dormir tranquilo por la noche”. Es esta una norma moral, un código de honor, de
respetabilidad que les garantiza el prestigio social. Nada de negocios sucios,
nada de bajezas ni engaños. Su hijo Johann Buddenbrook (1765-1842), con el que
comienza la novela, es ya un anciano comerciante que ha hecho prosperar la
empresa creada por su padre; tras él, su hijo, Johann(Jean), pronto se hará
cargo de la empresa familiar y participará activamente en los asuntos de la
ciudad como cónsul. Su nieto, Thomas, seguirá la tradición de la casa y llegará
a senador. Pero con el bisnieto, el joven Johann (Hanno), las cosas cambian.
Las mujeres constituyen otro mundo en una
época en la que su finalidad en la vida era el matrimonio o la soltería para
cuidar a los padres ancianos o entrar en religión. Los padres decidían los
casamientos por motivos económicos, y el amor era algo que no tenía cabida o
que, con suerte, surgía con el paso de los años y la convivencia. El caso de Antonie(Tony)
es especialmente dramático y ejemplariza los problemas que podía tener una
mujer en situaciones semejantes. Las mujeres de la novela conforman un mundo
especial, compuesto por comidas, ajuares, rezos, cuidado de hijos y hogar,
ingenuas distracciones… un mundo siempre doméstico. Los negocios y la política
pertenecían a los hombres.
A través de las distintas secciones y
capítulos de la novela, se muestra la vida de esta familia, pero no de forma
lineal. Hay muchos saltos espacio-temporales, sucesos que deducimos por lo que
ocurre después, pero que no se cuentan o a los que se alude vagamente. En cambio, el autor se demora largamente en
comidas, detalles de vestuario o ritos domésticos, muy ilustrativos del tipo de
sociedad que quiere retratar. No hay propiamente acción, sólo el devenir de la
cotidianeidad, alterada por algunos hechos luctuosos, que todos se esfuerzan
por no mostrar o esconder. Ante todo: dignidad y decoro.
El narrador universal va usando distintos
puntos de vista, pero sobre todo, se centra en la línea masculina que dirige la
empresa Buddenbrook. De los demás, lo que se muestra es lo que los otros ven de
ellos. Pero los pensamientos, emociones, sufrimientos y alegrías que conocerá
el lector son los de Johann padre, Johann hijo, Thomas y Hanno. Thomas y su
hermana Tony son los que protagonizan un papel primordial, dos caras de una
misma moneda: ellos son la cabeza visible de la empresa y la familia. Y a
través de su evolución es como apreciamos la decadencia de un estatus social, que
los Buddenbrook representan y simbolizan. Incluso diría más: la propia casa
familiar de la Mengstrasse es un tercer protagonista, ya que todos los hechos
importantes ocurren dentro de sus muros y la casa se hundirá con la familia y
la empresa.
Los tipos sociales que rodean la familia (médicos,
abogados, banqueros, profesores, sirvientes…) están retratados con todo detalle
y con una mirada sarcástica y descarnada. De hecho, la novela cuando se
publicó, tuvo una reacción muy negativa entre el público, porque ¡se
reconocían! Y no era un retrato muy halagador el que veían.
El estilo de Mann es cuidado y sabe
alternar los puntos de vista, las descripciones detalladas con los cambios de
época y de situación. Sabe evitar pasos innecesarios, solo se concentra en
aquellos momentos que pueden representar un hito o que ayudan mejor a
comprender una situación.
La traducción es excelente: mantiene las
múltiples expresiones de otros idiomas en su forma original, y traduce las
expresiones de las variantes del alemán, usando una forma popular en español,
incluso forzando contracciones que imitan el lenguaje hablado.
En suma: una excelente lectura que
acometer con calma y un buen sillón orejero.
Fuensanta Niñirola
Abril 2016