The Wrecker, 1892
ROBERT LOUIS
STEVENSON/ LLOYD OSBOURNE
Trad. Rafael González
El Club Diógenes, Valdemar, 2005
Escrita en colaboración con su hijastro Lloyd Osbourne, esta novela cuenta las
aventuras de unos personajes que recorren casi medio mundo tratando de resolver
una intriga detectivesca, en torno a un naufragio y a una misteriosa
tripulación. Chesterton calificó esta obra de policíaca, “y de la mejor clase
de novela policíaca, aquella en que no se llama nunca a la policía.” Hay muchos
elementos autobiográficos en esta narración, y los seguidores de la vida y obra
del genial escocés podrán darse cuenta
de ello. Stevenson se inspiró para muchos detalles y algunos personajes en la
goleta Equator y sus tripulantes, goleta que en 1889 llevó como pasajeros a él
y su esposa Fanny Vandegrift Osbourne en
travesía por las islas Gilbert, de Micronesia. Algunos personajes
también están inspirados en conocidos de Stevenson, de San Francisco y
Australia.
Lo que llama poderosamente la atención es
la ausencia de los primeros ocho
capítulos y el prólogo, que figuran en la edición original y que pueden
leerse en el sitio oficial de R.L. Stevenson. Por asombroso que parezca, en
esta edición (existe una en Forum, de 1985 que se anuncia como “íntegra”) se
han suprimido cantidad de páginas sin dar las razones de tal supresión. Una
editorial seria, como lo es Valdemar, deja al lector con un sabor amargo ante
la ausencia imperdonable de, cuando menos, una explicación. No son esenciales
para la acción, pero dan datos acerca del personaje principal que son
importantes para comprender su carácter y los hechos que ocurren después.
Además, el prólogo informa de cómo y quien cuenta la historia que luego llegará
a manos del autor. Resumiré lo que se cuenta en esos ocho capítulos, que he
tenido que traducir del inglés porque no existe o no he encontrado traducción
española. Es una larga introducción a la acción, que Stevenson consideró
necesaria para comprender el carácter
del protagonista. Y es su novela.
El
resumen de los textos ausentes es éste:
En el prólogo, Loudon Dodd, llega a
Tai-ohae, puerto de entrada a las Marquesas, donde se reúne con otro marino y
antiguo amigo, Mr. Havens, al que, hablando de naufragios, cuenta su historia.
Dodd es un americano cuyo deseo de ser artista incomoda a su padre, un hombre
de negocios. Finalmente llegan a un acuerdo y es enviado a París. De camino,
visita en Edimburgo a su tío Adam y a su abuelo Alexander, con quien simpatiza
inmediatamente. En París, conoce y forja
una fuerte amistad con Jim Pinkerton,
que está metido en diversas empresas de negocios a la vez, y siempre buscando
nuevos modos de hacer fortuna. Poco tiempo después, el padre de Dodd se arruina
y muere. Pinkerton, vista la situación, propone a su amigo asociarse en los
negocios. Dodd, sin embargo, aún confía en convertirse en artista, rechazando
la oferta. Pinkerton vuelve, pues, a su país y el artista se queda, pobre y
solo, en París.
Más adelante, Pinkerton le envía algún
dinero que Dodd acepta, pero pronto se siente culpable y resuelve asociarse con
él, finalmente. El abuelo Alexander, que le considera su favorito, le da 2.000
libras para ponerse al día con Pinkerton. Con ello, Dodd recala en San
Francisco, donde su amigo tiene muchos asuntos entre manos: fabrica y vende su
propio brandy, lleva una agencia publicitaria, compra barcos hundidos o
desahuciados, etc.
Un día, Dodd escucha en un bar del puerto
de San Francisco a un grupo de marinos –el Capitán Trent y los supervivientes
del Nube Flotante- que relatan las
terribles circunstancias que llevaron a la pérdida de su barco. A su vez,
Pinkerton se entera de que los restos del Nube
Volante van a ser subastados.
Encallado en una de las islas Midway y cargado con arroz, seda y té, podría
valer 10,000 dólares. Pinkerton y Dodd deciden comprarlo, pero en la subasta,
el abogado H.D. Bellairs puja contra ellos
en nombre de alguien ausente. Sube tanto la puja, que Pinkerton y Dodd
están convencidos de que el barco contiene opio. Finalmente superan la oferta
de Bellairs y compran por 50,000 dólares.
Y con
el relato de la subasta comienza la narración que se ha publicado en español.
La subasta antes citada se convierte en
una enloquecida competición entre Pinkerton y un abogado, Bellairs. Sale
ganador el primero, pero a tal precio tal que debe endeudarse. El hecho de la disparatada
puja les hace suponer a Pinkerton y Dodd que el barco aún contiene importantes
cargas de opio (además de la carga declarada), con lo que esperan resarcirse al
extraerlo, y organizan inmediatamente –para anticiparse al desconocido
competidor- un viaje a las islas Midway en el Norah Creina, comandado por el capitán Nares y Dodd como
sobrecargo. Antes de partir ocurren diversos incidentes que hacen sospechoso al
magnate que se esconde tras el abogado Bellairs. Aquí se suceden una serie de movimientos
propiamente detectivescos, sin claro resultado.
El papel principal recae en la figura de
Loudon Dodd, que protagoniza la primera parte de la narración. Pero el
personaje en la sombra será a su vez el principal protagonista de la segunda
parte. No revelaremos sus varios nombres;
a lo largo del relato el lector irá
descubriendo una complicada trama, el terrible drama que precedió al desastre del Nube Volante. Dodd es quien resuelve el
enigma del misterioso personaje mediante el seguimiento de los pasos de
Bellairs, que finalmente le llevará al verdadero protagonista. Éste le contará finalmente
lo sucedido y la razón de ocultar bajo una capa de misterio a toda una
tripulación. En el Epílogo, Stevenson cuenta a un amigo el final de la
historia.
Es ésta una narración doble: porque son
dos los que la escribieron y porque en ella, grosso modo, a partir de un mismo hecho se desarrollan dos
narraciones, una con carácter detectivesco e intriga, con base en San
Francisco, y otra, más aventurera y marinera, que recorre Australia y los Mares
del Sur, Francia e Inglaterra. Si contásemos los capítulos eliminados,
podríamos hablar de una narración triple, ya que la parte eliminada trata de la
historia personal de Loudon Dodd, y solo al llegar a San Francisco es cuando se
desata la acción detectivesca y la aventurera.
En suma, tenemos una narración que combina
intriga, aventuras marineras y terrestres, y toda una colección de personajes
bien diseñados y atractivos al lector. Quizá la parte primera sea algo confusa
por la ausencia de los capítulos suprimidos y por la cantidad de misterios y
personajes que acumula. Pero una vez el protagonista, Dodd, retorna y se lanza
a la busca y captura del misterioso personaje responsable de todo el enredo, el
lector va a conocer y comprender lo que realmente ocurrió y las razones del
ocultamiento.
La traducción del título puede llevar a
una falsa idea del contenido. Unas consideraciones al respecto: literalmente,
“wrecker” se refiere a “aquel que destruye o hunde un barco”, en este caso, su
propio barco. Por “traficantes de naufragios” se suele entender aquellos delincuentes
que los provocaban, o que se beneficiaban de los naufragios en peligrosas
costas donde se hundían o encallaban, llevándose los restos como botín. La
novela La posada de Jamaica, de
Daphne de Maurois, trata precisamente de ellos. En el caso de la presente
novela, se verá que no es así. El hundimiento del Nube Volante se debió a otras consideraciones, que el lector
descubrirá en su debido momento.
Chesterton, en su estudio sobre Stevenson,
afirma que
“el autor posee la
facultad, enteramente excepcional, de expresar lo que quiere expresar en
palabras que realmente lo expresan.”
Refiriéndose al presente libro, concreta
ejemplos:
“La historia empieza: «El principio de este cuento es el
carácter de mi pobre padre» y el carácter está comprimido en un sólo párrafo.
Cuando Jim Pinkerton entra en la historia y es descrito como un joven «de
maneras agitadas y cordiales» nosotros vamos, por todo el resto de la
narración, con un hombre vivo; y oímos no solamente palabras, sino una voz. No
hay otros dos adjetivos que pudiesen haber hecho el milagro. Cuando el
desastrado y sospechoso abogado, con su cultura «cockney» y su refinamiento
vulgar aparece manejando un asunto de mayor envergadura que los que le ocupan
ordinariamente, se conduce con una especie de «encogida presunción».”
Si bien no es la mejor novela de
Stevenson, es una obra entretenida, con interés y satisfactoria. ¡Incluso sin
los ocho capítulos! Sin embargo, el hecho de dar comienzo por el capitulo IX,
ignorando los ocho anteriores y el prólogo sin más explicaciones, no habla muy
bien de la editorial. Desconocemos qué les motivó a ello. De un modo u otro,
Stevenson es siempre una garantía: es un clásico, aunque haya pasado épocas en
las que fuera considerado casi como un escritor de literatura juvenil…en el
caso de que tal cosa existiese en su época.