Le petit saint, 1964
GEORGES SIMENON
Traducción de Mercedes
Abad
Tusquets, 2003
Con esta novela corta Simenon sorprende al
lector que espera una de detectives, policiaca. Pues no es así: está en otro
registro. El prolífico escritor la terminó en nueve días, y seguramente en
estado de gracia, como se suele decir. Cierto que en esa fecha ya estaba Simenon
muy curtido y tenía gran dominio de la escritura. Pero con este texto parece
convertirse en otro, adentrándose en terreno escabroso, como lo es la psique
humana; no sólo en la mente de un artista, sino en la de un niño, ese
“angelito”, un inocente que no cambia demasiado su inocencia al crecer en años
(que no en estatura). Y no solo eso: se adentra también es el estómago
parisino, en el mundo de Les Halles y sus pobladores. La propia familia del
protagonista es, por así decirlo, un modelo de los distintos tipos humanos y
sociales de los bajos fondos parisinos.
La evolución de la ciudad, su historia, se
ve reflejada en la vida cotidiana del protagonista: en la familia de Louis
Cuchas, seis hermanos comparten un habitáculo con la madre, una verdulera
abandonada por su marido y aficionada a cambiar de amante muy a menudo. El
autor toma el punto de vista de Louis desde su más tierna infancia e intenta
describir lo que siente y lo que ve desde muy niño: primero el interior de la
casa: la estufa, los olores de la cocina, sus hermanos, la madre, Gabrielle Heurteau…
“Durante mucho tiempo, por ejemplo, la estufa tuvo más
importancia que su madre, y en torno a ella giraba su existencia. Ignoraba aún
quién la encendía y cómo. Sólo recordaba a su madre sin resuello después de
haber subido la escalera, atravesando la habitación con un cubo de carbón cuyo
peso la hacía inclinarse a la derecha.”
Más adelante Louis empieza a mirar por la
ventana, el mundo exterior, la calle, los vecinos, las luces cambiantes de las
estaciones del año…y así progresivamente. Y lo mira todo con esa mirada
inocente, ausente de prejuicios, limpia y clara. Con sorpresa ante lo que ve,
esa sorpresa que llevará al artista a mirar las cosas cotidianas como si las
viera por primera vez. A mirarlas en su estructura básica, sus colores y
líneas, al margen de los significados o connotaciones, de las ideas que más
tarde se le han aplicado y que a veces trastornan nuestra percepción de los
objetos.
“Para él, lo que marcaba el paso del tiempo eran los árboles
del patio. Los troncos se volvían menos negros y parecían más rugosos; después,
en el extremo de las ramas aparecían unos brotes duros. Los gorriones piaban
más que de costumbre y muy pronto aparecían pájaros desconocidos.”
El título en español me resulta más
atractivo que el elegido por el autor; el “angelito” (el pequeño santo, literalmente, o el
santito) es un mote con el que los compañeros
del colegio –la habitual crueldad infantil- se burlan de Louis, que es muy
bajito, de cara angelical y sonrisa fácil, que soporta las crueles vejaciones
de sus compañeros, las risas de los adultos, la marginación y el desprecio de
sus hermanos, incluso hasta un determinado punto, la desatención materna.
“Los golpes no le hacían mucho daño. Después de un rato ya no
se notaba nada y no merecía la pena prolongar una pelea. Algún día se cansarían
de pegarle siempre al mismo y lo dejarían soñar despierto en su rincón.”
Parece que Simenon dedicó nueve días a
escribir esta novela. Pero también se dice que fue su preferida, probablemente
porque puso mucho de sí mismo en ella. Toda la novela reflexiona sobre el
temperamento creador del artista, de cómo surge en un niño, cómo crece y se va
definiendo esa afición por el arte que luego convertirá en profesión y modo de
vida. Un niño que ya desde la infancia
manifiesta un temperamento especial.
“A menudo se había detenido frente al escaparate a contemplar
lo que él llamaba colores, pues ignoraba por completo que existieran técnicas
distintas y todo le fascinaba, desde los colores que iban dentro de unos
tarritos de cerámica metidos en cajas de hierro a las tizas de tonos más suaves
y tiernos o los tubos que iban dentro de unos estuches con una paleta sujeta al
interior de la tapa.”
Toda esa reflexión sobre la creatividad
está trufada de constantes descripciones de la vida cotidiana, de los avances
técnicos, de la evolución de las empresas, la vida pública, del cambio del gas
a la iluminación eléctrica, de los coches de caballos a los automóviles y los
tranvías, de la agrupación de la familia a su dispersión, en suma, la historia
del París de fin/principios de siglo hasta el París que ha pasado dos guerras
mundiales. Cierto que en la parte final toma carrerilla y va un poco demasiado
rápido, mientras que en la infancia y adolescencia se demora muchísimo.
Conforme empieza a pintar, las
descripciones de sus obras y su manera de mirar la realidad y reproducirla a su
propia idea, a mí me llevan a pensar en Chagall, no tanto en su persona como en
su pintura, al mismo tiempo maravillosamente colorista y altamente ingenua,
pero llena de bondad, mostrando un mundo que está lleno de fantasía pero con un
trasfondo real.
“El valor del dinero había cambiado. Tiempo atrás, en casa de
su madre se contaba por céntimos. Ahora se contaba por centenares, por miles de
francos, y pintores de los que diez años después ya no se hablaría vendían sus
telas más caras que las de un maestro italiano del Renacimiento.”
Una novela plena de emotividad, de poesía,
aunque a veces muestre situaciones duras, durísimas, pero siempre adoptando el
punto de vista de la inocencia, pasiva, tranquila, que todo lo acepta como
parte de la realidad, y lo admira como todo aquello que está fuera de él, y
todo le sorprende, le fascina. Encuentra
cosas buenas en todo, todo lo vive como si fuera lo más normal: tanto la
miseria como la abundancia. Un “pequeño santo”: pero un santo artista.
“—¿Puedo preguntarle, maestro, qué imagen tiene de sí mismo?
No se lo pensó mucho. El rostro se le iluminó un instante y
dijo, alegre y púdico:
—La de un chiquillo.”
Georges
Simenon (Lieja, 1903-Lausana, 1989) Escritor belga en lengua francesa. A partir de
1927 publicó, bajo diversos seudónimos, gran número de novelas populares. En
1931 empezó a publicar novelas policíacas, a menudo protagonizadas por el
comisario Maigret, que han contribuido a renovar el género. Es autor también de
obras teatrales y autobiográficas.
Fuensanta Niñirola