FULGENCIO
ARGÜELLES
Premio Café Gijón de novela 2003
Ed. Acantilado, 2003
En el panorama literario español puede el
lector encontrar esta joya, que destaca con luz propia. Novela que enmarca la
acción de los personajes en el escenario concreto de la historia reciente
española, los años previos a la guerra civil. Sin embargo, no la calificaría de
novela histórica al uso. Mas bien de personajes, por cuyas páginas deambulan
una cantidad de figuras singulares, definidas perfectamente, aunque haya un
protagonista central que realice el relato en primera persona. Novela de ideas,
asimismo, por el acúmulo de reflexiones, sugerencias, pensamientos y discursos
que en ella encuentra el lector. Novela de lenguaje: frente al minimalismo
lingüístico reinante o al barroquismo sin demasiado sentido, las palabras en
esta novela tienen casi tanto protagonismo como los personajes; son un protagonista
más, probablemente. Los nombres elegidos para personajes, lugares y casas,
derrochan originalidad y simbología, además de sonoridad y lirismo, impregnando
toda la narración de una poesía inmensa. Los personajes, además, están
definidos no sólo por su físico y actividad, sino principalmente, por su
lenguaje: la abuela Angustias que solo habla con refranes; el derroche
enciclopédico del jardinero Eneka; la efusión poética de la hermana Lucía; la
verborrea histórica del exiliado ruso Basilio, etc. por citar solo a algunos.
Simbolismos hay muchos: mariposas, musas, flores, el devenir de las estaciones… Pero las
mariposas, con el tránsito y metamorfosis que experimentan en sus frágiles
cuerpos, son un símbolo ideal para mostrar los cambios que se van a
producir primero, en Nalo, el protagonista
principal, y después, en la mayoría de los personajes secundarios. Y
finalmente, en la situación histórica que sirve de telón de fondo, decorado
y escenario. Algo nace y algo muere:
crece, se desarrolla, cambia y desaparece.
Referencias literarias: entre los
españoles, Cunqueiro. Las imágenes, los modos, los tipos del escritor gallego
sobrevuelan el texto: los personajes brotan como recuerdos de un instante, la
imaginación, la realidad y el sueño, marcando las obvias distancias, están
presentes siempre. Mújica Laínez, Álvaro Mutis, y otros escritores hispanos del
otro lado del Atlántico han debido de ser lecturas pensadas y vividas, hechas
propias por Argüelles y luego reconvertidas a su experiencia e idiosincrasia
personal.
A destacar la ternura con que el autor
trata a sus personajes y las relaciones que mantienen entre sí, incluso en los
momentos más dramáticos, cuando estalla la insurrección revolucionaria
asturiana del 34. También a destacar el hecho de la mirada inocente que recorre
la endémica división en dos bandos, a lo largo de la historia española. Nalo
mira todo lo que le rodea con inocencia, no con ingenuidad, sino con
inocencia, ausente de culpa, sin tomar
partido.
El protagonista vive a caballo entre dos
clases: la de los potentados, los ingenieros belgas y la de los humildes, los
trabajadores; más, por su ingreso como
ayudante de jardinero en el palacio de los belgas, siendo un sirviente, al
mismo tiempo goza de ciertos privilegios que no tienen otros. Se libra del
trabajo agotador de las minas, del servicio militar, disfruta respirando el
aire limpio y perfumado de los jardines, y conoce un ambiente cultural nuevo y
muy sugerente para él, así como descubre el mundo femenino.
Comienza la narración tras la muerte del
padre, minero. Nalo es aún un niño, muy pegado a las faldas de su hermana
Lucía, ante la progresiva demencia de la madre, los silencios del abuelo Cosme
y los refranes de la abuela Angustias. Al crecer es colocado en la mansión de
los belgas. Aquello supone un cambio radical en su vida, por el escenario, las
funciones a realizar y los personajes que conoce, principalmente el jardinero
Eneka, al que sirve de ayudante, y que se convierte en un segundo padre para
él. El conjunto de sirvientes de la casa le acogen como un miembro más de la
familia. Y comienza su verdadero aprendizaje de la vida. Los distintos
personajes le van mostrando facetas de la vida, unas más simpáticas, otras
dramáticas y otras muy tiernas. Por medio de unos y otros aprende tanto la
dulzura del sexo y del amor, la belleza de la naturaleza, la inmensidad de los
conocimientos enciclopédicos, el asombro ante los cambios dramáticos de la
revolución política. La historia real de esos años ocurre, pero el autor, al
igual que Nalo, no toma partido por las ideas sino por las personas. Las personas
que quiere, las personas que le necesitan. Al margen siempre de los vaivenes
políticos, es testigo de ellos y partícipe circunstancial.
La narración sigue un eje lineal, aunque trufado
de saltos atrás o transversales, donde se da a conocer al lector el misterioso pasado
del abuelo Cosme, los avatares de Lucía, los de Basilio, y muchos otros
protagonistas secundarios cuyas historias se entremezclan e interaccionan con
Nalo, que se sitúa como un eje alrededor del cual va girando el tiovivo de la vida.
Bellísima, emotiva, reflexiva y a veces durísima narración cuya
lectura atrapará al lector que busque literatura con mayúsculas.
Fulgencio Argüelles (Aller, Asturias,
1955). Después de una larga estancia en Madrid, donde estudió Psicología, regresó
a Cenera, Asturias, el lugar de su infancia y juventud. Su primera novela,
Letanías de lluvia, recibió el premio Azorín en 1992. Desde entonces ha
publicado diversas novelas, entre las que cabe destacar Los clamores de la
tierra, Recuerdos de algún vivir, Premio Principado de Asturias 2000, El palacio azul de los ingenieros belgas
(Acantilado, 2003), premio Café Gijón y Premio de la Crítica que concede la
AEA a la mejor novela del 2003, y A la sombra de los abedules. Esta editorial
también ha publicado en 2014 su novela No encuentro mi cara en el espejo.
Argüelles escribe desde hace años artículos de opinión y críticas literarias en
la prensa escrita, y por ello ha recibido el Premio de la Crítica, que concede
la AEA, a sus artículos literarios de 2013. También ha escrito libros de
relatos, en castellano (Del color de la nada) y en lengua asturiana (Seronda).
Fuensanta Niñirola
2 comentarios:
Sabes bien, Fuensanta, que a mí me encantó esta novela. Sin embargo -y eso me sorprendió mucho- en el grupo de amigos tertulianos a los que se la recomendé no les agradó tanto; yo pienso que sería por eso mismo que tú señalas: que la mayoría de lectores actuales no están habituados a una 'novela de lenguaje' como muy bien tú la defines.
Tu reseña me la ha hecho recordar. A mí me pareció una belleza. Ese niño en esa casa asomándose al mundo con el privilegio de estar en los dos lados a la vez: el de los explotadospero sirviendo y sirviéndose del de los explotadores.
Me ha encantado leerte. Y veo que ahora sí se pueden poner comentarios.
Un abrazo
Gracias, Juan Carlos. Efectivamente, quizás el lenguaje se ha deteriorado tanto últimamente que a muchos les entra pereza de seguir leyendo cuando la acción de una novela se ralentiza y se centra no tanto en el qué como en el cómo; otros, simplemente, se aburren.
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